Por Juan Carlos Giraldo Foto Carlos Rosillo
El País (Es)
Se puede llegar a la novela negra por caminos variopintos. El caso que nos ocupa es el de un guionista enamorado de la maldad de Patricia Highsmith, que cayó en la tentación de la novela, en el empeño de denunciar el machismo en España y en el laberinto de contar de manera creíble la historia de un policía transexual. Con estos ingredientes y la idea de que “la novela debe ser el imperio de la trama”, Antonio Mercero (Madrid, 1969) debuta en la ficción criminal con El final del hombre (Alfaguara).
“Esto es una novela sobre el machismo, sobre cómo está girando la sociedad lentamente desde el paradigma masculino, no sé si al femenino pero quizás hacia una sociedad más igualitaria, pero todavía con un montón de adherencias y de resabios machistas, algunos muy obvios y otros más sutiles. Y contar eso a través de un policía transexual me parecía chulo”, resume, ya metido en materia, un Mercero de voz calmada y discurso muy articulado, como si no fuera su primera promoción y no le diera la pereza que se intuye que le da.
El final del hombre es la historia de Sofía Luna, hasta un día antes Carlos Luna, detective de homicidios respetado hasta entonces por sus compañeros y sus jefes y encargado de investigar el asesinato de Jon, el hijo de un famoso escritor de novelas históricas. Con una estructura clásica de ‘quien lo hizo’, Mercero usa la novela negra para entretener, contar el drama de Sofía, su cambio de sexo y el rechazo que produce y mostrar las miserias que todos llevamos dentro.
También, por qué no, para pasearse por el interior de algunas familias ricas y exitosas pero rotas y algo podridas cuando se rasca la superficie. Lector de los clásicos policiales, deja ver cierta mirada de orgullo cuando se le pregunta si ha estado influido por historias de este tipo tan bien contadas por, por ejemplo, Ross MacDonald: “La familia es la principal fuente de problemas. Y más en España, donde la familia es una imagen, poderosa, nuclear. La mía es muy feliz, no es porque venga de una familia desestructurada ¿eh? –se apresura en aclarar–. Es una cosa instintiva. Me gusta mirar a la familia como ese lugar que debería ser de armonía y paz pero que no termina de serlo”.
Guionista de televisión con una carrera muy consolidada, Mercero tiene una mirada ambivalente sobre los beneficios de su oficio a la hora de pasarse a la literatura. Por un lado, reconoce que buscó huir de las servidumbres del trabajo en equipo y la televisión, algo que consiguió a medias. Por otro reconoce sus virtudes: “La tele te da oficio y te enseña por ejemplo a poner a hablar a los personajes cuanto antes. Es el imperio de la trama. El enemigo es el aburrimiento. Bad but not boring. Eso también tiene su peligro. No hay que pasarse, no hay que escribir un guion novelado porque no es lo mismo. Sí es igual el compromiso con una buena historia pero hay que incorporar estilo”, responde antes de que la conversación desbarre cuándo sale el tema de las series y pasemos de The Shield –”qué gozada”– a, de manera inevitable, Dennis Lehane y The Wire –"McNulty es genial, qué desastre". “No sé si los editores buscan en los escritores que vienen de la televisión la manera de encontrar al lector perdido”, resume cuando se le pregunta por el éxito de escritores como Danny Miller y otros tantos que han hecho el camino de ida y vuelta de un medio a otro.
El final del hombre es también una novela situada en Madrid y sobre Madrid. “La ciudad no está tan presente en el género y no sé por qué”, responde, directo, como si fuera algo que ya ha pensado muchas veces. “Es una ciudad viva en la que hay contrastes, crímenes, una vida que merece la pena contar. Esto es un tópico y me prometí no caer en él, pero al final lo hago. Los tópicos darían para otra entrevista entera”, reflexiona divertido.
Mercero asegura que no trataba de epatar con un personaje tan particular y que le ha buscado equilibrios con otros personajes y con una historia de corte clásico. Tampoco cree que con la novedad ya esté agotado y prepara una segunda parte, Los crímenes de Madrid. “Después de todo no sería real llevar al personaje por la vida tan campante. No por ahora. Igual en la tercera se le puede normalizar un poco”.
Escritor de ritmo constante, Mercero saca seis horas al día -tres por la mañana y tres por la tarde- para escribir, aunque no le apetezca, aunque le cueste. También le gusta darse el permiso de escribir páginas malas, de reescribir constantemente, en busca de la trama que atrape. Pero eso será después, cuando se acabe la promoción, cuando pueda volver a casa y encerrarse con sus series y sus lecturas negras.