Por Revista Arcadia Foto Mincultura
En el universo de la literatura nacional (y mundial) ha existido históricamente una discriminación hacia las escritoras. En nuestro contexto, el hecho más reciente que lo demuestra fue el anuncio de que diez escritores, todos hombres, participarán como parte de la delegación colombiana en un evento literario que se llevará a cabo en la Biblioteca del Arsenal en París el 15 de noviembre, en el marco del año de temporadas cruzadas Colombia-Francia.
El sábado pasado empezó un debate en Facebook sobre el tema, pues el ministerio de Cultura dio a conocer la información sobre el evento, que luego otros portales como Libros y Letras reprodujeron.
La primera en resaltarlo en su muro personal fue la escritora Fernanda Trías. Luego Carolina Sanín y Yolanda Reyes expresaron su desazón y muy pronto varias escritoras se unieron a la protesta. La pregunta principal que se hacen las escritoras es ¿cuál fue el proceso de selección de los autores que nos representarán en ese evento? ¿Quiénes se encargaron de llevar a cabo dicha escogencia y cómo fue el proceso de convocatoria? Y sobre todo: ¿dónde están las mujeres? ¿Qué comunica, qué dice el hecho de que en ese acto protocolario haya diez hombres, en representación de toda la literatura colombiana, y ninguna mujer?
Algunas escritoras de narrativa y cómic en efecto fueron invitadas a participar en las antologías traducidas de obras colombianas que se publicaron por el año Colombia-Francia. Y sí, hubo tres escritoras invitadas por el Ministerio de Cultura: Laura Restrepo, Piedad Bonnett y Margarita García Robayo, quien declinó la invitación por motivos personales. Esta mañana, la ministra Mariana Garcés dijo en W Radio que también irán a Francia Carolina Sanín, Paola Gaviria (Powerpaola) y la poeta Camila Charry. Sin embargo, Sanín fue invitada por los estudiantes de la Universidad Paris 8; Gaviria, por la Feria del Libro Infantil y Juvenil de Montreuil; y Charry acudirá a la Bienal de Poesía de Val-de-Marne. Ninguna de ellas, entonces, estaría presente en el evento de la Biblioteca del Arsenal.
El lunes, Yolanda Reyes escribió en su columna de El Tiempo, titulada “En nuestro nombre”, que hay muchas escritoras colombianas de varias generaciones que escriben, publican, han recibido reconocimientos nacionales e internacionales, han sido traducidas, cuentan con gran cantidad de lectores. Por todo eso merecerían, al igual que los hombres, tener participación y representación en un evento que proyecta, hacia afuera, una imagen –reducida, pero imagen al fin y al cabo– de la literatura nacional: “Estamos hablando del derecho (ojo: no es un favorcito) a que nuestras obras sean leídas, conocidas y consideradas en igualdad de condiciones por los comités curatoriales encargados de seleccionar las obras que se llevarán a las muestras, a las ferias del libro y a los encuentros culturales”, escribió Reyes.
El debate en redes sociales y otra columna más (la de Paola Guevara en El País de Cali, “Escribir es resistir”) prendieron las alarmas del ministerio de Cultura, que el mismo lunes festivo publicó un comunicado en el que no solo daba una lista de mujeres que participaron en las antologías traducidas, sino que, por el afán, terminó incluyendo a un hombre, M.A. Noregna (a quien luego borró de la lista. El comunicado ha sido ajustado desde su primera versión al aire).
Las escritoras se unen
Aunque la noticia de la ausencia de mujeres colombianas en el evento Bogotá 39, que se llevará a cabo en enero, fue una primera alerta, no nos sacudió lo suficiente. Bogotá 39 es, además, un evento privado. Aunque eso también sea reprochable, la misión de un ministerio es velar por la diversidad que exige la Constitución, desde cualquiera de las esferas en las que opere. Sus decisiones no pueden promover o reforzar (así no sea intencionalmente) una discriminación histórica. Y eso es precisamente lo que reclaman las escritoras.
Por eso, esta vez no quisieron quedarse calladas. “Quedarnos calladas es alimentar la idea de que las mujeres no hemos hecho méritos para ser reconocidas por nuestro trabajo. Y eso es mentira. No solo somos muchas escritoras, sino que somos buenas en nuestro trabajo. Y si seguimos calladas nadie va a venir naturalmente a reconocérnoslo”, le dijo la escritora Pilar Quintana a Arcadia. Por eso, el lunes festivo decidieron unir fuerzas y exigir en bloque respuesta a sus preguntas. Incluso se reunieron, y abrieron un chat en Whatsapp que tiene 54 miembros.
Algunos medios, como W Radio, y también algunos sectores de la opinión pública, apelan al argumento de la calidad como la explicación para que se dé este tipo de desequilibrios que privilegian a los escritores sobre las escritoras. “No creo que haya sido premeditado, no creo que a nadie le convenga ese debate. Porque lo lógico es que se respete la calidad de las personas que merecen ser escogidas”, dijo Alberto Casas después de las entrevistas que les hicieron a Yolanda Reyes, la ministra Mariana Garcés, Carolina Sanín, Luz Mery Giraldo y Clemencia Echeverri (artista plástica). “No creo que exista un curador que diga: a nosotros nos gustan más los escritores hombres que las escritoras mujeres”. Y en eso quedó la discusión.
Sin embargo, la tendencia a privilegiar y visibilizar a los autores por encima de las autoras ha sido una constante, y eso es lo que tiene que cambiar. El argumento no es (como concluyeron de manera facilista los panelistas de la W) que por ser mujeres, y solo por eso, las escritoras deban estar en las listas, eventos y delegaciones que ayudan a promover y dar conocer nuestra literatura a nivel nacional e internacional: el argumento es que escritoras hay, y las hay también de enorme calidad. De manera que no es comprensible que ninguna de ellas no mereciera representar a Colombia en ese evento.
“A pesar de que para muchos no sea conveniente dar el debate de género, es claro que la conversación nacional y mundial está enfocada en ese tema”, le dijo Gloria Susana Esquivel a Arcadia. “La conversación sobre el machismo en la cultura no es nueva. Se ha dado durante décadas en ámbitos privados y en esferas públicas, pero no ha habido acuso de recibo. No ha habido ningún pronunciamiento de quienes realizan las políticas públicas para asegurar que el canon literario que se lee en Colombia es inclusivo y que va mucho más allá de unas pocas editoriales en Bogotá. Es hora de exigirlo”.
El Ministerio de Cultura reitera en su comunicado que su intención nunca ha sido “invisibilizar el quehacer literario de las mujeres”, y que al contrario resalta a los autores que han sido traducidos al francés, y que se hizo una curaduría extensa para escoger a quienes participan en el año Colombia-Francia. Pero nosotros, desde Arcadia, no entendemos cómo la simple foto imaginada de una delegación solo compuesta por hombres no despierta ninguna pregunta, ninguna suspicacia, ninguna auto reflexión entre los funcionarios del ministerio. Se perdió la oportunidad de admitir que se cometió un error y de aprovechar este debate para hablar de un machismo inveterado; de reconocer, con grandeza, que debe haber una proporción igual de creadores y creadoras en las delegaciones pagadas con recursos públicos. Y no se trata, como se ha querido hacer ver, de que el arte tenga cuotas, sino de que existen, por igual, mujeres y hombres del mismo talento, con la misma calidad para participar en eventos internacionales, así las mujeres sean menos visibles. Pero la pereza, tal como lo dijo Carolina Sanín en W Radio, no es excusa.
Cabe destacar, además, que lo que se promocionó en un principio como uno de los eventos más importantes del año de intercambio cultural, el de la Biblioteca del Arsenal, fue minimizado hasta asegurar que los diez autores invitados solo asistirán como público (ver comunicado) porque coincidentemente estarán en París para la fecha, y no porque hayan sido llevados exclusivamente para esa charla. Lo cual, por supuesto, es además de falso, inexcusable. De ser cierto, lo que un ministerio de Cultura de un país del Tercer Mundo justamente debería garantizar es la presencia de las escritoras que los comités no terminan seleccionando. Parafraseando las palabras de Sanín, no estarán porque no las llevarán. El argumento de la ministra, quien también dijo al aire que el ministerio había destinado recursos en pasajes y publicaciones relacionados con el año Colombia-Francia, por eso mismo se muerde la cola.
Todas estas preguntas todavía merecen respuestas. Respuestas que, una vez más, un ministerio que prefiere defenderse a disentir en paz, por supuesto no dará. Otra vez veremos pasar el tiempo hasta que las aguas se aquieten.