Revista Pijao
La biblioteca subterránea
La biblioteca subterránea

“En medio del pandemónium, se aferran a los libros como se aferran a la vida”.

¿Cómo fue posible esto?[1]

Teniendo como telón de fondo la guerra civil siria, convertida en un conflicto internacional, que cumple 10 años de barbarie, devastación y miseria, muerte, exilio y persecución bajo la tiranía de Bashar al-Asad, heredero de la dinastía que ha gobernado la “república” bajo estado de alarma desde 1963, una redactora de Le Figaro, Delphine Minoui, ha escrito un libro en el que narra una insólita historia: la construcción de una biblioteca “como fortaleza oculta contra las bombas”.

Siria, parte de la Mesopotamia, cuna de la civilización desde la época del neolítico, más tarde pieza clave del reino otomano, colonia francesa después, logró su independencia en 1945 a raíz del fin de la Segunda Guerra Mundial. A pesar de las esquivas tendencias republicanas, lo que ha imperado desde 1963 es la dinastía iniciada por Hafez al Asad que gobernó 30 años, hasta 2000 cuando cedió el poder a su hijo. Diecinueve millones de habitantes padecían, como tantas otras dictaduras revestidas de falsa legitimidad, desempleo, desigualdad, pobreza extrema y persecución oficial contra quienes se atrevían a oponerse.

Una manifestación de jóvenes universitarios, junto con otros grupos de la población, hastiados de ignominias, siguiendo el ejemplo de la Revolución de Los Jazmines en Túnez de diciembre de 2010, se unieron para protestar y reclamar derechos y libertades. Se sumaban así a Jordania, Argelia, Líbano Iraq, Egipto y Sudán en la denominada Primavera Árabe. Entre esos contestarios estaría Ahmad Muaddamani, un joven universitario, estudiante de ingeniería en la Universidad de Damasco y quien, años más tarde, sería el contacto de la reportera y escritora Minou. Ahmad era el fotógrafo que había colgado en “Humans of Syria”, una página de Facebook, una foto que muestra a dos jóvenes rodeados de estantes con decenas de miles de libros recatados entre los escombros después de los bombardeos. Con esos libros armaron una biblioteca en un bunker, en la cercana población de Daraya. La biblioteca había sido construida pacientemente entre 2012 y 2016 por 40 compañeros, que la convirtieron en refugio. “La biblioteca es su fortaleza oculta contra las bombas”, escribe Minui, “Los libros son sus armas de instrucción masiva.”

La guerra comenzó entre el gobierno y diferentes grupos que en su conjunto se conoce como “la oposición siria”. Los más compactos fueron El Consejo Nacional Sirio, las Fuerzas Kurdas y varios grupos islamistas entre los que, al poco tiempo, combatieron bajo el liderazgo del Estado Islámico que llegó a controlar parte del territorio sirio. A finales de 2017 el EI fue vencido gracias a la fiera intervención rusa. Hoy, la situación sigue siendo preocupante, aunque un poco al margen de las noticias diarias: cerca de medio millón de sus habitantes ha muerto en la guerra, unos 6 millones se han refugiado en países vecinos: Jordania, Líbano y Turquía. Incluso, llegaron a Europa en la gran oleada de 2015 cuando más de un millón de sirios ingresaron al continente como refugiados en busca de asilo, como emigrantes económicos y migrantes en condición de vulnerabilidad.

Daraya, una ciudad a menos de 10 kilómetros de Damasco tenía un cuarto de millón de habitantes, hoy 12.000 fruto de los bombardeos oficiales. Ahmad junto con otros compañeros encontraron entre las ruinas libros de diversa naturaleza: clásicos, novelas, poesía, autoayuda, medicina (de gran utilidad para el momento). Los salvaron y organizaron en estanterías. Esa tarea la iniciaron en 2013 y duraría 4 años más. “De las ruinas, escribe la autora, surgiría una fortaleza de papel.” Allí, además de aprender. la gente podía hablar y comentar sin temor, libremente. Incluso, entre los más asiduos comenzaron a redactar una revista.

Sin embargo, los bombardeos fueron intensos durante ese cuatrienio, hasta con armas químicas como el sarín y más tarde con napalm. Daraya cayó y la biblioteca fue saqueada y los libros vendidos “a bajo precio en la acera de un mercadillo en Damasco”.

Tras la pasión por los libros, también los seres humanos se relacionan y surgen hasta encuentros amorosos. Así comienza la historia narrada en la novela dramática por una de las cincuenta escritoras más brillantes del Reino Unido desde la finalización de la guerra: Penélope Fitzgerald autora de “The Bookshop“, llevada al cine en una coproducción entre España, Alemania y Gran Bretaña bajo la dirección de la catalana Isabel Coixet con el título de La Librería (2017). Tras quedar viuda, a mediados del siglo pasado, la protagonista abandona Londres y llega a Hardborough, un pueblecito de la costa británica, en busca de realizar el sueño que junto con su esposo, muerto en la guerra, habían concebido: abrir una librería en un lugar tranquilo, distante de revueltas propias de la época. Será la primera.

Comienza por habilitar el sitio escogido, una casa antigua, deshabitada desde hace decenios. Que una forastera llegue, sin socio local alguno, a abrir un negocio de tipo cultural, despierta la oposición de los mandamases del pueblo, encabezada por Violet Gamart, de noble estirpe y matrona que domina la vida del pueblo. Enfrentarse a ella corre el riesgo del fracaso. Sin embargo, gracias a su coraje y al apoyo como comprador distante y asiduo de un hombre solitario, encerrado en su casa desde hace varios lustros, logra un fugaz éxito, en el que cuenta con la ayuda de una niña estudiante que al salir de la escuela entre semana y los sábados le ayuda, labor por la que recibe una pequeña paga, si bien no siente interés especial por los libros. La venta masiva, 250 ejemplares, de Lolita de Vladimir Nabokov, exacerba los ánimos de las élites del pueblo.

La matrona no cesa en su empeño persecutorio y para ello utiliza sus poderes políticos a fin de obtener una legislación que permita el desahucio del inmueble, también su influencia en el estamento burocrático a fin de sancionar a la dueña de la librería por tener trabajando a una menor. En cambio, el anciano solitario la idealiza, la admira por su coraje y decide salir de su encierro para debatir cara a cara con su detractora, la señora Gamart. Tras un fuerte incidente, fallece de un infarto al llegar al portal de su domicilio.

Desahuciada, emigra y en el momento de embarcarse en una lancha aparece la niña, con un libro en sus manos, y al fondo se ve el humo de un incendio, posiblemente provocado por una estufa de calefacción mal conectada. La película ha recibido premios internacionales, Europa, Estados Unidos y Nueva Zelanda, pero también críticas adversas. A fin de cuentas, la directora Coixet afirma: “Las reacciones, la ingenuidad, el no medir hasta qué punto te enfrentas a gente tan malvada en la vida… la pasión por los libros, que es uno de mis refugios. En todo esto me reconozco muy bien“

Estas narraciones encadenan con la realidad que nos ha tocado vivir durante más de un año y que no tiende a remitir: la pandemia que nos ha aislado, incomunicado presencialmente, despertado recelos de nuestros semejantes por miedo a contagiarnos de la Covid-19, y hemos tenido que buscar refugios, uno de los más socorridos: el libro en sus diferentes formatos, papel, digital y auditivo. Sobre este tema, Chartier Roger acaba de publicar “Lectura y Pandemia” (2021 Editorial Katz) centrado en un análisis comparativo entre el mundo digital y el analógico, así como en la relación con el espacio público.

La razón de todo esto es que, según él:  “la lectura se presenta como una alternativa de ocio de bajo costo y en los tiempos digitales que corren este es un valioso argumento”…”hay que reflexionar sobre las distintas razones que están acercando a esta población a la lectura: crisis personales que encuentran su refugio entre las páginas de un texto, problemas existenciales que se ven iluminados por un párrafo especial o relatos que simplemente los ayudan a olvidar los problemas que los asaltan en un momento tan crucial como el que hoy afrontan…”

La función del libro durante la pandemia, que cada uno ha experimentado y tiene su propia concepción, también ha sido tema de estudio por bibliotecarios de diferentes latitudes como el foro virtual organizado por la Asociación Panameña de Bibliotecarios en el que participaron varios países centroamericanos. Comentando los resultados, Carlos Fong afirma: “Aunque un libro no puede sustituir un abrazo, leer en estos tiempos ha significado para muchas personas una forma de compartir y acompañarse. Algunos círculos virtuales de lectura reúnen experiencias significativas” …”Será necesario que se hagan los estudios antropológicos y sociales de cómo la lectura tuvo efectos positivos en las personas. La fuerza de las palabras, su poder infinito, logra reconstruir y acercarnos de múltiples formas”.

La conclusión parece obvia: cada uno tiene su propia biblioteca subterránea, escondida incluso en la “nube” y en ella encuentra refugio.

Valencia, 23 de marzo de 2021 (Segundo de la pandemia de la Covid-19)

 

Néstor-Hernando Parra

Especial Pijao Editores


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