Por Dulce María Ramos
El Universal (Ve)
Fue un encuentro en dos tiempos. Primero durante una feria del libro en la fría Bogotá, semanas después vía Skype desde el verano que azota por esos días a Madrid. José Ovejero es un autor polifacético. No sólo ha escrito en todos los géneros literarios; ahora incursiona en el cine con el documental Vida y ficción: ¿Por qué seguimos escribiendo?, en el que entrevista a 16 autores, entre ellos, Rosa Montero, Manuel Vilas, Juan Gabriel Vásquez, Luisgé Martín, Andrés Neuman y Juan Carlos Méndez Guédez. Una experiencia que le permitió reflexionar sobre la literatura través de un lenguaje distinto.
Al par, presenta su nueva novela La seducción, la segunda que publica con el sello editorial Galaxia Gutenberg. En sus páginas el lector conocerá a un chico tímido llamado David, quien muestra admiración por Ariel, un escritor famoso amigo de su padre. El drama empieza cuando David recibe una golpiza y tras varias semanas en coma regresa a la vida para cobrar venganza, algo que será mucho más complejo y que no se limitará a sus agresores.
-En La seducción hay tres personajes que son escritores: Ariel, el autor exitoso; Eduardo, el novelista fracasado, y David, el joven lleno de ilusiones con la literatura. ¿Qué tanto de José Ovejero transfirió a estas criaturas imaginadas?
-Los tres tienen cosas con las que me puedo identificar. Si me toca elegir soy más Ariel. En cuanto a la experiencia literaria, he pasado por el rechazo como Eduardo; por el éxito, como Ariel, cuando joven, y al igual que David tenía ese deseo de intentar abrirme paso, entender para qué y por qué es tan importante escribir.
-¿Por qué retratar en esta oportunidad el mundo literario?
-No se me había ocurrido, hasta ahora, utilizar a escritores como protagonistas, no me parecen personajes particularmente interesantes. Al ir desarrollando la historia, me di cuenta que necesitaba un personaje que trabajase con la ficción. La novela en el fondo no sólo habla sobre la venganza sino también de la ficción y el poder de la imaginación. Por eso surgió Ariel, alguien que no cree en la ficción, y su contraparte Daniel, para quien la ficción es más importante que la realidad. El mundo literario es algo secundario de la novela, fue algo que no me lo había propuesto.
-¿Es cierto que la historia de David surgió a raíz de un viaje que hizo a Montevideo?
-Es así. Cuando gané el Premio Alfaguara visité Montevideo y el editor me contó la historia de un chico que había recibido una paliza. Esa historia se me quedó en la cabeza, no me interesaba tanto por qué le ocurrió eso, más bien me quedé pensando: qué hace alguien después, cómo reacciona, cómo sigue viviendo. Cuando empecé a escribir decidí que el personaje que narrara la historia fuera Ariel, un escritor que pudiera ver la transformación de David.
-¿El lector puede cuestionar el éxito de la venganza de David?
-David no se está vengando de la paliza que le dieron; se está vengando de Ariel, que fue un escritor exitoso y su padre no, de la relación que tuvo con su madre. Es una venganza mucho más compleja. Creo que David sí tuvo éxito con su venganza.
-Hablemos ahora sobre el documental Vida y ficción, ¿cuál fue su motivación?
-En un principio quería escribir un ensayo sobre un tema muy sencillo: qué significa la literatura. Después pensé que eso sería aburrido, que sería interesante intentar tratar de entresacar en una serie de escritores un tema que para mí pareciese fundamental y diera razón de su escritura. Así que me compré una cámara, un equipo de luces y un micrófono. No será la mega producción, pero es algo hecho con medios modestos y dignamente. Algo que fue muy importante durante la producción fue la confianza de los escritores.
-Y el momento de la edición.
-Fue un proceso difícil. Lo primero que le dije a los escritores es: "Vamos a sacar tres o cuatro minutos de esta conversación, no hay preguntas, sólo un tema. Habla el tiempo quieras". Yo sé que no es fácil aceptar que reduzcan lo que has dicho, a veces te sientes traicionado o no te reconoces.
-¿Qué pudo descubrir como escritor a través de sus colegas?
-Cada uno escribe por razones y poéticas distintas. Cada uno tiene sus maneras de entender el trabajo literario. Pero en algo coincido con todos: la literatura es esencial, no es un pasatiempo más, no es una forma de conseguir dinero o éxito. Cada uno aportó una razón más para seguir escribiendo, para seguir leyendo.
-Si algo marcó su carrera fue el Premio Alfaguara de Novela. Años después, ¿qué balance hace?
-Al principio pareces una estrella de rock: te llaman de todas partes. Recuerdo que hace años, cuando gané el Premio Primavera, alguien me dijo que había alcanzado la consagración. Le contesté que un premio no consagra a nadie, es un impulso, una remuneración económica, darte a conocer a muchos escritores y lectores; pero luego eso pasa. Lo que ha quedado, sin duda, después del Premio Alfaguara es que soy mucho más conocido, especialmente en países de América Latina.
-¿Cómo fue su relación con la literatura en la infancia?
-Vengo de una familia obrera, en mi casa había una pequeña biblioteca con una serie de libros que vendían a plazos y tres o cuatro best seller, no había más. A pesar de todo, desde niño quería ser escritor y mi madre, aunque fue al colegio por poco tiempo, escribía poemas. En parte creo que hice lo que hacen todos los hijos: cumplir los sueños de los padres y al mismo tiempo frustrarlos. Yo empecé a escribir pero no lo que a mi madre le hubiese gustado que escribiera, mis textos le parecían horrorosos, tristes. De alguna manera prolongué ese deseo de mi madre.
-¿Y ahora cómo es su vida de escritor?
-Lo normal es que escriba y trabaje todos los días. En ocasiones dos libros a la vez, nunca del mismo género. Escribo de manera compulsiva. En realidad, me paso la vida escribiendo. Cuando no estoy dedicado a mis libros, llevo una especie de diario que publico en la página de Zenda.
-Hablando de géneros, usted es un escritor muy polifacético, ¿en cuál se siente más a gusto?
-Te puedo decir más fácilmente con cuál me siento más incómodo: el teatro. Como no tengo una experiencia escénica importante, me cuesta más saber si estoy haciendo las cosas bien o no.
-En las últimas décadas muchos escritores se han ido a España para desarrollar su carrera.
-Yo quisiera ir a México para ser escritor. Hoy la literatura tiene mucho más auge y empuje en allá. Ahora en España desde un punto de vista industrial, de medios, el respeto a lo literario está de capa caída.
-Hace poco en Zenda escribió sobre el efecto que en usted tiene la lectura de un buen libro, además de aquellas obras que sin proponérselo transforman la realidad. En su caso, ¿qué le han dicho sus lectores?
-Por suerte, me han dicho que les he hecho mirar la realidad o la literatura de otra manera. La literatura puede cambiar algo, pequeñas cosas, tampoco el mundo... no seamos tan ambiciosos.
-Y finalmente, ¿cómo es la ventana por donde mira José Ovejero?
-Tengo el privilegio que mi ventana está en un ático, en realidad no es una ventana, es toda una vidriera de cuatro costados, por donde veo tres cuartas partes de Madrid. Allí es donde escribo a menudo. No voy a decir que veo el mundo, porque pareceré demasiado centralista, pero uno tiene la impresión de ver un gran paisaje delante de sí.