Revista Pijao
Ibagué: ciudad musical
Ibagué: ciudad musical

Antecedentes prehispánicos de la región

400 años aproximadamente antes de la llegada de los españoles a América, este territorio tenía varias naciones indígenas. Sin duda, como afirma Leovigildo Bernal, hubo incidencia de ellas en la formación de Ibagué, pues es clara la existencia de Muiscas, Panches, Ibaguees, Combaymas o Combeimas, Anaimes, Metaimas,entre otras, quienes fabricaron ranchos y bohíos y formaron luego, a través de sus mujeres, las nuevas generaciones de criollos mestizos. Como siempre, el oro fue la trampa. Unas muestras recogidas por el capitán Hernán Vanegas en las montañas del Quindío le auguraban a la Corona insospechadas posibilidades de explotación minera para acrecentar sus rentas. Y al frente las enormes dificultades de la travesía del antiguo camino de Guanacas para comunicar el centro de la Real Audiencia de Santa Fe con la gobernación de Popayán. Para ello era necesario trasmontar la cordillera de los Andes por un camino menos abrupto y con menos peligros. Sobre todo porque los viajeros eran asaltados en jornada continua por facciones de las tribus Pijao. Los desafíos estaban ahí hasta cuando la creación de la Real Audiencia de Santafé el 7 de abril de 1550 jalona un hecho fundamental en el proceso de la fundación de la ciudad, puesto que dicho tribunal de administración y justicia, colegiado en principio, fue oficialmente instalado por los oidores Juan López de Galarza y Beltrán de Góngora. Tan solo 55 días después, dichos oidores le encomiendan al hermano menor de Juan (Andrés López de Galarza, quien recientemente se desempeñaba como Contador de la Hacienda Real ), y por medio de la Provisión del 2 de junio de 1550 (fecha que consigna Fray Pedro Simón) la orden de: “ pacificar el Valle de Las Lanzas, pasar a otras provincias a ella comarcana y poblar un pueblo de españoles en inmediaciones de dichas provincias ”.


Fundación de Ibagué

Fue en la tercera semana de junio de 1550 cuando Andrés López de Galarza haciendo uso de poderes especiales e investido del rango de Capitán y Justicia Mayor, parte de Santafé en cumplimiento del encargo recibido acompañado de 75 españoles. Del grueso de la tropa iban 40 de a caballo, dos de los mejores reservados para el jefe de la expedición y sus perros de presa. Los gastos invertidos y que Andrés López tasó en seis mil pesos oro, salieron de su propio peculio. La expedición se encaminó hacia el occidente, para luego descender por las estribaciones de la cordillera central, hasta llegar a la población de “San Dionisio de los Caballeros de Tocaima”, después de recorrer 18 leguas. En este lugar se integraron algunos vecinos y fundadores de dicha Villa, entre ellos el Capitán Hernán Vanegas, Pedro Gallego, Lope de Salcedo, Francisco de Trejo, Miguel de Oviedo como los de más nombradía.

Reforzadas convenientemente las tropas, toman la ruta que los llevaría a las ardientes tierras del río de La Magdalena, hasta llegar al lugar conocido como la “Canoa de Montero”, lugar dónde según Fray Pedro Aguado, el cura capellán de la expedición Francisco Antonio González Candis, celebró misa, “un día después de San Juan de junio”, esto es el 25 de dicho mes, partiendo luego de manera concertada hacia el Valle de Las Lanzas.

El mítico Valle se encontraba en los terrenos que se abren entre los cerros de Doima, la cumbre de La Martinica, la serranía de San Juan de la China y las eminencias de La Cejita. “Sin sucederles cosa próspera ni adversa”, cuenta Pedro de Aguado, recorren estas tierras para luego sortear el cauce del río Combeyma anteriormente llamado Cutucumay (río del oro puro), dirigiéndose hacia el pueblo de Metayma, lugar cercano al actual Ibagué, dónde son recibidos por los caciques Ilobone y Otaque, quienes les brindan hospitalidad.

Faltas disciplinarias cometidas por algunos de sus soldados que desobedeciendo órdenes superiores salieron a saquear las viviendas de los naturales, pusieron en armas a más de 4.000 indígenas de las tribus vecinas. La prudencia y la persuasión de don Andrés evitaron un grave enfrentamiento. Los siguientes 20 días, López de Galarza explora las tierras que rodeaban la provincia, “sin recibir ningún daño”. Por fin, en la mesa conformada por el curso de los ríos Anaime y Bermellón, el histórico 14 de octubre de 1550, López de Galarza izó la bandera de Castilla dando cumplimiento a la provisión. Acto seguido, se cumplieron las ritualidades acostumbradas. Se puso royo en la plaza y tomó posesión del lugar en nombre de su Majestad Carlos V, bautizándola Ibagué en honor de otro cacique, versión confirmada por Fray Pedro de Aguado.

El Acta Fundacional de Ibagué se perdió como la de muchas otras ciudades instauradas en el siglo XVI y por ello no se puede dar con absoluta seguridad el nombre de las primeras autoridades del Ayuntamiento. Razones de seguridad, principalmente derivadas de la belicosidad de los naturales que poblaban la región, la muy áspera y fragosa topografía del terreno donde se encontraba situado el primitivo asentamiento, asimismo las tierras poco llanas y extendidas para la agricultura y la cría de ganado, fueron principalmente las razones que tuvo en cuenta Andrés López de Galarza para tomar la decisión de mudar el poblado a un lugar más conveniente.

Cuatro meses y cuatro días después, la primitiva Ibagué fue trasladada al sitio que actualmente ocupa. Fray Pedro Simón, es el único cronista que suministró los nombres de los primeros gobernantes:: “ Alcaldes: Juan Bretón y Francisco Trejo; Alguacil Mayor: Pedro Gallego; Regidores: Juan Mendoza de Arteaga, Pedro de Salcedo, Diego López, Domingo Cuello, Gaspar Taberna, Miguel de Oviedo; Procurador General: Bartolomé Talaverano; Mayordomo: Marcos García y de la Iglesia : Miguel Espinosa, siendo Escribano: Francisco Iñiguez.”

Un año empleó Andrés López de Galarza en adelantar las formalidades fundamentales y complementarias demandadas para acometer la fundación y el traslado de Ibagué.


Entre la colonia y la independencia

Desde el establecimiento de la Real Audiencia de Santafé (17 de abril de 1550), instante en que inicia propiamente el período de la Colonia hasta el nacimiento de la República, trascurren aproximadamente 260 años. En este lapso Ibagué no pasó de ser una aldea apacible, influenciada por la cotidianidad del Camino del Quindío, lo que contribuyó a que fuera identificada como “Lugar de Paso”.

Durante este período son pocos los hechos memorables que merecen mencionarse. La Ibagué que habitaron los encomenderos y primeras autoridades españolas fue permanentemente asaltada, quemada y arrasada por los indios Pijaos. Fenómenos naturales como terremotos, rayos y sucesivos incendios originados principalmente durante la celebración de las fiestas del patrón San Bonifacio, contribuyen a su lento desarrollo urbanístico y arquitectónico.

En este tiempo, no se desarrollaron actividades productivas que permitieran el despegue del antañoso Ibagué. Todo se circunscribía al pan coger y al monótono ir y venir de viajeros y de recuas de mulas y bueyes llevando o trayendo mercancías por las trochas del camino del Quindío. Pero esa aburrida atmósfera se rompe cuando un grito insurgente desgarra de manera abrupta el mutismo de sus habitantes.

En mayo de 1781 las gentes del común se amotinan en la vieja plaza principal de Ibagué, “rompiendo el letargo que los tiene sumergidos secularmente”, como reseña Darío Ortiz Vidales. Los insurrectos rompen puertas y ventanas de la casa del Administrador de Rentas y se apoderan del aguardiente y de los manojos de tabaco que son quemados en la plaza. Luego, se roban las campanas de la iglesia y liberan a los presos de la cárcel ubicada en la Casa Consistorial.

Otro hecho de suma importancia ocurre durante la estancia del sabio gaditano José Celestino Mutis en la minas de “El Sapo” (1777-1783) en jurisdicción del viejo Ibagué. Más allá de las actividades exploratorias de la minería, de la botánica y de la zoología, Mutis intercambió social y culturalmente con miembros preeminentes de las familias Sicard y Buenaventura.

Tan sobresaliente como la anterior, fue la visita del Barón de Humboldt y Amadeo Bonpland a Ibagué en el año 1801. Aquí se reúne con Mutis elogiando sus herbarios y el trabajo botánico. Sin haber tenido el protagonismo y la trascendencia del grito de independencia de Santafé de Bogotá, los ibaguereños se juntaron en la plaza principal apoyando la revuelta, pero como caso curioso haciendo visible sus simpatías por la Corona española.

Durante las luchas de independencia, son muchos los ibaguereños que caen en su querella por la libertad. Ramón Espina, Domingo Camacho, José María Vesga, José María Melo (chaparraluno de nacimiento pero ibaguereño de crianza), Tadeo Galindo, y el hijo del siciliano Buenaventura. Con las luchas políticas entre los federalistas y los centralistas, Ibagué alberga a Camilo Torres y los defensores del federalismo, en el célebre Congreso de las Provincias Unidas de la Nueva Granada. Ese “Congreso de canapé”, como lo llama Darío Ortiz Vidales, tuvo lugar en la Casa Consistorial dónde hoy está ubicado el edifico de la DIAN.

República

Los nuevos esquemas (constituciones de 1821, Nueva Granada, Gran Colombia) incorporan acontecimientos con sus divisiones político-administrativas, apareciendo Ibagué por esta razón como cabecera y parte integrante del Cantón del mismo nombre.

A raíz de la revuelta artesanal del 17 de abril de 1854 encabezada por el chaparraluno José María Melo quién depone al Presidente Constitucional José María Obando, en la ciudad de Ibagué y por espacio de dos meses se concentran los altos poderes del gobierno constitucional para diseñar estrategias militares que permitan derrocar al dictador. Así mismo Ibagué se convierte en capital de la República hasta cuando el país regresa por los caminos de la democracia de la mano de los más preeminentes jefes del liberalismo.

Esta experiencia positiva, además de la ubicación geo-estratégica de la villa, hizo que el general Tomás Cipriano de Mosquera designara a Ibagué como sede del Congreso Constituyente encargado de expedir la Constitución de 1863. Al no disponerse las edificaciones necesarias para alojar a los legisladores ni un recinto diferente de la capilla del antiguo Colegio de San Simón, la sede recae definitivamente en la población de Ríonegro (Antioquia).

Al margen de ser capital transitoria (por escasos días) del Estado Soberano del Tolima, la ciudad durante las guerras civiles del siglo XIX se convirtió en un objetivo militar dada su situación geo-política y estratégica, puesto que quién se tomara Ibagué controlaba el acceso desde el occidente por el camino del Quindío.

Con la expedición de la Constitución Política de 1886 y por Ley de la República, Ibaguéadquiere en forma definitiva un puesto destacado al ser designada capital del nuevo Departamento del Tolima.

El 21 de septiembre de 1901 por las calles de Ibagué corrió la sangre del líder más carismático de la Guerra de los Mil Días, el general Tulio Varón vilmente asesinado cuando intentaba apoderarse de la ciudad a nombre del liberalismo.

En 1922 con la presencia del general Benjamín Herrera y los más conspicuos jefes de esta colectividad, se reúne el célebre Congreso del Partido Liberal que planteaba temas antes ignorados como el del sindicalismo, la creación de la Universidad Libre y se planteaban los derechos de la mujer, entre otros.

El 9 de abril de 1948 y como consecuencia de los funestos acontecimientos acaecidos en Bogotá, en Ibagué se presenta después de la capital de la república la mayor cantidad de daños materiales, producto de asonadas, asaltos y numerosos incendios que acabaron prácticamente con el comercio, sin contar desde luego con las pérdidas humanas.

El 14 de octubre de 1950 se conmemora sin mayor brillo o relevancia el IV Centenario de la fundación de Ibagué que continúa siendo una aldea de paso con ínfulas de ciudad. Las grandes obras con que se quería conmemorar estas efemérides, se postergan. Paulatinamente y por problemas de carácter presupuestal, el edificio de la alcaldía, el palacio de justicia, el hospital, el estadio de fútbol, las obras de pavimentación y el alcantarillado, por ejemplo, aparecerán en forma posterior.

La violencia de mitad del siglo pasado le dio inopinadamente un nuevo rostro a la ciudad. Miles de inmigrantes desplazados por la violencia de otros municipios del Tolima llegaron en busca de seguridad, techo, trabajo y educación, encontrándose sin nada entre las manos además de una paz relativa. La movilidad de estos recién llegados ofrece a Ibagué una dinámica distinta y se da comienzo a la creación de nuevas plazas de mercado, de barrios periféricos con casas humildes hechas en lotes de amplia extensión. Es entonces la década del sesenta a los años setenta la que jalona un cambio brusco en la capital del Tolima.

Por ser sede de los IX Juegos Atléticos y Deportivos Nacionales en 1970, la ciudad arranca su era de verdadero progreso. Con más de 4 mil participantes pudieron estrenar parque deportivo, reforma del estadio, piscinas, coliseos, gimnasios y residencias, al tiempo que se arreglaron muchas de sus calles.

Un año después de la catástrofe de Armero en 1985, se expiden leyes con importantes incentivos tributarios para los inversionistas. Luego llega una época del arribo notorio de desplazados perseguidos por guerrilleros y paramilitares.

Francisco José Peñaloza Castro, durante las seis veces que se desempeña como alcalde, es quien alcanza a darle a Ibagué su verdadera fisonomía de ciudad desde el punto de vista urbano y de servicios con la construcción de avenidas, puentes, centro de convenciones, casa de cultura, pavimentación y trabajo.

Crecimiento demográfico

Poblacionalmente Ibagué sobrepasa en la actualidad el medio millón de habitantes que según los cronistas españoles era de 18 mil indios por los tiempos de su llegada. Su población nunca creció de manera considerable durante la época colonial y el Siglo XIX, hasta el punto que los registros ofrecen apenas 30.255 en 1923. Fue a partir de la década de los años 60 del siglo pasado cuando la ciudad pasó de 100 mil por el desplazamiento de las gentes venidas del campo jalonando un cambio brusco en su composición. Para el año 2000 el Dane registra 365.136 y el último censo de 2005 arroja la cifra de 498.401 habitantes. Es en el período de 1973 a 2005 cuando la población crece en un 138,81%.

Personajes notables

Durante las diversas épocas de la ciudad ha habido personajes notables en el campo de la pintura como los maestros Jorge Elías Triana, Julio Fajardo y Darío Ortiz Robledo; en la poesía Arturo Camacho Ramírez, Juan Lozano y Lozano, Germán Pardo García, Oscar Echeverry Mejía, Luz Stella y Luz Mery Giraldo; en el periodismo Silverio Gómez, Adriano Tribín Piedrahita, Jorge Eliécer Barbosa, y Arnulfo Sánchez; Jorge Alí Triana en el teatro, Gloria Triana en la antropología, Alexandra Cardona en la novela y el cine, y como diva de los años 40 Sofía Álvarez; en la televisión Gloria Valencia de Castaño y Jorge Barón; en la docencia, Amina Melendro de Pulecio, Pina Muñoz de Trujillo, Susana de Castaño, Tele de Arbeláez; en la acción social y la crónica Cecilia de Robledo; en la música Leonor Buenaventura de Valencia y Oscar Buenaventura; en el sector empresarial Jesús María Pinto, Yesid Castaño y Tito Livio Caldas; en la economía Jesús Antonio Bejarano y Carlos Gustavo Cano y en la carrera militar los expresidentes Deogracias Fonseca y Gabriel París.

Festival folclórico nacional

Se cumplen en el 2009 los 50 años de instituido el Festival Folclórico Nacional que le da una señal de identidad en el país, tal como ocurre desde comienzos del siglo XX cuando con la creación de la escuela de música, hoy universidad junto al conservatorio, se le conoce como “Ciudad musical de Colombia”. La celebración de las fiestas de San Juan son claves para esta capital e inclusive el festival nacional de duetos de música nacional.

Los lugares históricos

El sitio histórico más importante es la plaza principal, hoy de Bolívar, trazada con base en la cuadrícula española por el fundador López de Galarza. Fue mercado público, circo de toros, patíbulo en tiempo de la reconquista española y allí funcionaron los inmuebles de mayor importancia como la casa consistorial, la cárcel, la iglesia parroquial, la casa de habitación de encomenderos, notables y terratenientes El segundo es la vieja plazoleta de Santo Domingo, llamada después plazoleta del colegio de San Simón y hoy parque Murillo Toro. Pero no se trata tanto de los inmuebles que fueron arrasados sino de sus espacios abiertos plazas y plazoletas públicas. Desafortunadamente de aquellos aconteceres no queda siquiera una placa puesto que Ibagué es un museo de huellas invisibles.

 

Carlos Orlando Pardo

Director Pijao Editores


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