Por Guillermo Altares Foto Carlos Rosillo
El País (Es)
Existen pocos escritores en la historia de la literatura española que tengan una obra tan personal, ajena a cualquier moda, como Gonzalo Suárez (Oviedo, 1934). Y existen pocos directores en el cine español de los que se pueda decir lo mismo. Y la cosa no se acaba ahí, porque Suárez, parapetado detrás del pseudónimo de Martín Girard, reinventó la crónica de deportes. Y también es autor de chistes malos buenísimos. Su sentido del humor es tan irreductible como su creatividad, porque Gonzalo Suárez es ante todo, por encima de los géneros, del cine, de la literatura y el periodismo, un creador infatigable. Este jueves recibió en Madrid la Medalla de Oro del Círculo de Bellas por una obra que difícilmente se puede clasificar, pero sí disfrutar. Tras la ceremonia se proyectó su película más célebre, Remando al viento (1987), filmada en inglés con Hugh Grant como protagonista, sobre la que un productor de la BBC afirmó: "La mejor película inglesa es española".
Aunque en los últimos años se han multiplicado los premios y los homenajes —en 2016 recibió unas de las máximas distinciones civiles de España, la Orden de Alfonso X el sabio—, eso no significa en absoluto que se haya retirado a sus palacios de invierno. Actualmente está terminando un libro, La musa intrusa, que publicará Random House. Esta editorial se ha propuesto reeditar toda su obra, que Julio Cortázar definió como "un juego sigiloso de una inteligencia irónica". En los libros de Gonzalo Suárez cabe todo, no en vano el gran crítico Rafael Conte le definió como "el primer incontrolado de nuestra literatura": la novela de espías como Doble Dos, la novela histórica como Ciudadano Sade o libros de relatos como Gorila en Hollywood o El asesino triste que son tan inclasificables como la propia personalidad de su autor.
Lleva más de una década sin dirigir una película, pero en ese tiempo no ha parado de mover proyectos y, sobre todo, de publicar. En 2015 sacó Con el cielo a cuestas, un libro homenaje a París una de las ciudades de su vida, junto a Barcelona, Madrid y Oviedo, y en 2011 El síndrome de albatros. Poco antes, había editado sus memorias, La suela de mis zapatos, donde relata entre otras muchas cosas sus andanzas como periodista, cuando entrevistó a Luis Buñuel, Bergamín, Casona o el exdictador cubano Fulgencio Batista, la única entrevista que concedió durante la crisis de los misiles.
Sin embargo, la ausencia de cine es algo que le pesa. "Echo de menos rodar, siempre lo he dicho y lo repito", explica en una conversación celebrada poco antes de la entrega de la Medalla, un honor que compare con escritores como John Berger, Günter Grass o Salman Rushdie. "Reúne alicientes de plasticidad y poéticos, pero proyectados en una materia viva, como son los actores, y también en un entorno. Es una acción donde te ves inmerso en la propia aventura de la imaginación. Con la escritura, estás sentado y no tienes esa capacidad de ver fuera de ti, no acabas de liberarte del todo. El cine es una proyección que puedes comprobar. En lo que respeta a los personajes, se crean en función de los actores, son concretos, cuando en la literatura son espíritus desencarnados".
Pero eso no quiere decir que se rinda. Puso en marcha dos proyectos que llegaron a estar muy avanzados, El hombre colgado y El manuscrito de Sichuán. El primero no salió adelante por problemas con el productor y el segundo, pese a ser una recreación personal de la vida de Cervantes que se iba a rodar durante el 400 aniversario del autor de El Quijote, se quedó en la cuneta por la falta de apoyo de Radio Televisión Española que consideró que era muy difícil. "Una televisión pública debería apostar por este tipo de proyectos, sean o no comerciales", asegura.
De nuevo, ha decidido saltarse las normas y convenciones e inventar un nuevo género que podría definirse como dibujos no animados... Desde hace un año trabaja en un proyecto titulado El sueño de la Malinche, basado en una investigación de diferentes crónicas sobre la conquista de México, con voces grabadas de actores y dibujos del ilustrador Pablo Auladell, premio nacional de cómic de 2016. "Estuve dando muchas vueltas, incluso a una versión de ballet, con máscaras, pero no me convencía nada hasta que encontré una adaptación de El paraíso perdido con ilustraciones de Auladell. Me acerca a la pintura, porque compongo rodando sobre los cuadros fijos". Como lleva haciendo desde hace décadas, cada nuevo proyecto es un nuevo ejercicio de libertad creadora.
Una labor múltiple
Juan Miguel Hernández León, presidente del Círculo de Bellas Artes de Madrid, recordó que la medalla reconoce “la labor múltiple en el cine, la literatura y el periodismo” y premia “una carrera única, irrepetible y universal”. En un discurso que arrancó varias veces las carcajadas de un público en el que se encontraban actrices como Marisa Paredes o Charo López, Suárez aseguró que “en realidad todos los premios son sospechosos” y agregó que contemplar la lista de galardones le ha llevado a reflexionar sobre lo que le queda de carrera “para poder estar a la altura”. “Uno no hace las cosas, las cosas le hacen a uno. Si vas a meter un gol y lo piensas, entonces fallas”, dijo para describir su proceso creativo. El público recibió sus palabras con una ovación en pie, antes de sumirse en el mundo de lord Byron y Mary Shelley que Suárez reflejó en Remando al viento.