Por Isabel Peláez
El País de Cali
Novelista pero también poeta, etnolingüista y dramaturgo. Jorge Ricardo Isaacs Ferrer fue el más pirateado de su tiempo en Colombia y en el exterior, y en los tiempos violentos que le tocaron apostó por el amor y el romanticismo. Su beligerancia fue tal que lideró un Golpe de Estado en Antioquia, y la memoria de dicha hazaña quedó consignada en el libro ‘La revolución radical en Antioquia’.
Al igual que el mexicano Juan Rulfo, este autor vallecaucano pasó a la historia con un solo libro, ‘María’, que hace 150 años fue un fenómeno literario semejante al de Gabriel García Márquez con ‘Cien años de soledad’. Al día siguiente de ser publicada la historia de Efraín y María por la imprenta de don Benito Gaitán, el libro se agotó en Santa Fé de Bogotá y, de inmediato, críticos de todo el mundo anunciaron que había nacido un nuevo gran escritor.
El propio Jorge Luis Borges escribió un artículo en la revista El Hogar titulado ‘Vindicación de María, de Jorge Isaacs’, que dejaba sin piso la tesis de que este hubiese sido simplemente el infortunado héroe romántico de novela: “fue un servidor laborioso de su país, un político; es decir, un desengañado”.
Recuerda allí Borges que en distintos periodos legislativos ocupó un puesto en la Cámara de Representantes por los estados de Antioquia, Cauca y Cundinamarca; que fue secretario de Gobierno y Hacienda, y del Congreso; que fue director de instrucción pública y cónsul general en Chile.
Y concluye Borges: “Esos rasgos nos dejan entrever un hombre que tal vez no rehúsa, pero que tampoco exige la definición de romántico. Un hombre, en suma, que no se lleva mal con la realidad”.
Fue nada menos que Miguel Antonio Caro quien revisó y corrigió los manuscritos de ‘María’, cuando Isaacs llegó con estos a Bogotá, en 1866. Según Fabio Martínez, autor de ‘La búsqueda del Paraíso - Una biografía de Jorge Isaacs’, con dicha obra “se inauguró la literatura colombiana y latinoamericana y permitió la irrupción de ‘Cuatro años a bordo de mí mismo’ y de ‘La vorágine’.
Pero no fue ‘María’ la única hazaña de Isaacs. Infortunadamente, su obra no ha sido publicada ni completa ni como se merece, como asegura Darío Henao Restrepo en su compilación ‘Jorge Isaacs, el creador en todas sus facetas’.
María Teresa Cristina ha sido de las pocas que se ha dedicado a llenar ese vacío y durante 20 años recopiló, analizó e interpretó la obra completa de este autor vallecaucano en 12 volúmenes que publican las universidades del Valle y Externado de Colombia.
Son numerosos los escritos de Isaacs sobre temas tan diversos como política, economía, educación, viajes, exploraciones, etnolingüística, acompañados de su obra literaria, su poesía y su teatro.
Del Isaacs dramaturgo se destacan Amy Robsart, Los Montañeses en Lyon y Paulina Lamberti, “cada uno de los tres dramas es sobre una trágica historia de amor en un contexto histórico europeo”, explica Henao.
Pocos saben que, cien años antes de que se escribiera la saga de García Márquez, Isaacs estuvo en Macondo cuando hizo parte de la Comisión Científica durante el gobierno de Rafael Núñez.
Publicó artículos sobre las hulleras de Aracataca y recogió en la Sierra Nevada de Santa Marta un canto de los indígenas (los manuscritos están en la Biblioteca Nacional) y en sus andanzas por la Guajira, cantos Wayúu, además de su Estudio sobre las Tribus Indígenas del Magdalena.
Y lo que falta. Su obra periodística no ha sido publicada ni estudiada. Poco se conoce de los muchos periódicos que dirigió. Son numerosos sus escritos políticos y su correspondencia, según Darío Henao.
El escritor ecuatoriano Raúl Vallejo, presente en la Feria Internacional del Libro de Cali 2017, ha estudiado la vida y obra de Isaacs, que además forma parte de un capítulo de su libro publicado por Penguin Random House, ‘Patriotas y amantes’, y nos explica que aparte de ser Isaacs el autor de la novela clave de la literatura colombiana y latinoamericana en el romanticismo del siglo XIX, hay mucho que contar de él.
“Era un intelectual preocupado no solamente por concebir una literatura y una tradición propias, también por contribuir la construcción del Estado colombiano. Participa activamente en las luchas políticas del siglo XIX, dedica su vida y sus esfuerzos a la instrucción pública, laica, popular y gratuita. Explora la realidad colombiana y recoge coplas populares”, nos cuenta Vallejo.
Pero además, dice, “Isaacs tuvo una actuación —poco afortunada— en términos políticos en la Revolución Radical en Antioquia en 1880. Descubrió las hulleras en el Atlántico, lo que se convirtió en El Cerrejón”.
Y quién lo creyera, nos habla de un Isaacs que se anticipó a la lucha contra la discriminación racial. “En ‘María’ incluye la historia de Nay y Sinar, que se inicia en África, y denuncia la crueldad de las luchas tribales y el tráfico de esclavos. Esa presencia de esos tres capítulos en ‘María’ en 1867 es disrruptiva, novedosa, da cuenta de las preocupaciones de Isaacs respecto a la esclavitud, que si bien se había abolido en Colombia por ley en 1851 y entraba en vigencia para 1852, no es menos cierto que para la década de los años 60 todavía no tenía plena realización en el imaginario social”.
Además de esta, libró otras luchas, como el derecho a la educación laica, gratuita, popular. Como superintendente de educación de Popayán, se enfrentó al poder religioso, que se oponía a que los hijos de los campesinos fueran a la escuela pública.
Abogó por el derecho de las mujeres a la educación normal, como se aprecia en sus anotaciones: “Notará usted que hablo siempre de maestros y maestras: prescindir de las últimas sería hoy una imperdonable barbaridad. Todavía hay quienes creen cándidamente que para honor de un municipio y en servicio de la educación popular, basta establecer escuelas de varones: es un resto de la ignorancia e imprevisión que han regido hasta hace poco en el Cauca, al tratarse de la enseñanza primaria”.
Sus enemigos lo arrinconaron para doblegar su ímpetu y cobrarle su cambio de las filas del conservatismo al radicalismo liberal y su desapego a la dictadura; le desconocieron sus derechos cuando firmó contratos para explotar las fuentes de carbón que descubrió en la costa Caribe, tuvo que defenderlo el abogado Rafael Uribe Uribe, pero los fallos favorables se produjeron tras la muerte del escritor, que fue arrinconado por sus ex amigos y enredos económicos.
Rico en tragedias
Son muchos los lectores de ‘María’ que se preguntan si es Efraín el alter ego de Jorge Isaacs. Para María Cristina Restrepo, autora de ‘Verás huir la calma’, en cierto sentido sí es así: “‘María’, que es una novela de evocación y nostalgia de un mundo desaparecido, se escribe después del derrumbe económico de la familia Isaacs. Efraín recorre por última vez ese paisaje entrañable para el narrador, que escribe desde la selva, el exilio, y que ya no podrá regresar. Efraín toma la voz de Isaacs para hablar del dolor de verse expulsado de El Paraíso, presta sus ojos para mirar las tierras que ya son de otro. Es debido a ese sentimiento de pérdida que el paisaje en ‘María’, aquel que Efraín recorre a caballo, a pie, en champán, como hijo de un señor feudal, está expresado de manera tan perfecta en la obra”.
Poco se sabe de los romances de Isaacs, hay que entender, según el escritor ecuatoriano Raúl Vallejo, que “él fue ante todo un escritor dedicado a su palabra y a sus ideas, y que siempre pasó apuros económicos, desde cuando heredó las tierras de su padre, pero, especialmente, las deudas, que hacen que finalmente se convierta su hacienda en una suerte de circo de quiebra, tiene que hacer frente a todos los acreedores, que terminan extorsionándolo, ejecutándole garantías, no dándole aire ni respiro. Y terminan por quitarle La Manuela, hoy un famoso ingenio azucarero, en un proceso judicial que Isaacs pierde”.
Relata Vallejo, además, que “Rafael Uribe Uribe, en 1908, es el abogado de los herederos de la familia de Isaacs, que batalla para que el Estado le reconozca de alguna manera la concesión que le hizo de las hulleras del Atlántico y defendiendo a los herederos de la incautación que le hicieron de una edición de la novela ‘María’”.
A los 17 años se unió a los conservadores que luchaban contra la dictadura del general Melo. El hermano mayor de los Isaacs fue administrador de la quiebra y pérdida del ‘Paraíso’, o mejor, de las haciendas Manuela y La Rita, que fueron rematadas y compradas por Santiago Eder.
Mientras iniciaba la escritura de ‘María’, en la presidencia de Tomás Cipriano de Mosquera, para sostener a su familia, lideró la construcción del camino a Buenaventura. En la selva del Pacífico contrajo el paludismo, que lo acompañó de ahí en adelante con sus fiebres intermitentes.
Fue diplomático en Chile, donde conoció los avances de la educación pública, logrados por Andrés Bello, e intentó aplicarlos como secretario de Educación del Cauca. Fue un combativo congresista y maestro de escuela converso al liberalismo radical, tras convencerse de que el conservatismo dogmático, centralista y clerical no iba con él.
El gobierno desconoció el contrato que había firmado con Jorge Isaacs, por medio de Resolución 27, de enero de 1908, que declara que la concesión estaba caducada desde 1897. Se refiere a la explotación de carboneras, fuentes de petróleo en la Sierra Nevada y en el Golfo de Urabá. Así la Dictadura de la Regeneración le cobró su radicalismo, su lucha contra el independentismo o contra los poderosos de la época, Tomás Cipriano de Mosquera y Rafael Núñez, su temperamento político en defensa de la libertad en Colombia.
Hasta Caro, quien corrigió ‘María’ le tomó fobia y le hizo la guerra. Según el escritor Germán Arciniegas, este “no se contentó con desacreditar a Isaacs en su país, lo hacía también escribiendo a sus amigos al exterior”.
Ilusión que terminó por frustrar del todo Caro a través de una carta que envió a figuras mexicanas, para impedir su nombramiento como Cónsul de México en Colombia, lo cual iba a ser su salvación, ya que no conseguía retribución alguna por derechos de autor. En la carta, este le dice al abogado, periodista, crítico y escritor mexicano Victoriano Agüeros: “Isaacs es hijo de judío converso, y él tiene mucho de tornadizo. Ha sido realmente un hombre desgraciado, por su culpa y su mal carácter. En 1868 era conservador; sus partidarios lo enviaron al Congreso. Entonces escribió ‘María’, que yo ayudé a corregir en pruebas, y sus primeras poesías. De la noche a la mañana se hizo liberal y masón, y desde entonces se esterilizó por completo su entendimiento. Sin motivo alguno se declaró enemigo de la Iglesia, y hace gala de darwinista”.
Aún después de muerto, en un informe que adoptó el Consejo de Ministros, se difamó la memoria de Isaacs. El pleito, que adelantó Lisímaco —uno de sus nueve hijos— y cuyo apoderado fue el jurista Rafael Uribe Uribe, se resolvió a favor de la familia Isaacs, pero ya era demasiado tarde.
Jorge Isaacs murió pobre, el 17 de abril de 1895, en Ibagué, Tolima, y sus restos fueron enterrados en Medellín, en el Museo Cementerio —en lugar del paraíso vallecaucano de su niñez y su juventud, plasmado en su novela—, espantado y casi que desterrado por sus enemigos conservadores y convertido su edén en un interminable sendero de caña.
El duelo por ‘María’
María, la amada de Efraín, sería, según Enrique Anderson Imbert, “una síntesis lírica de las experiencias de amor de Isaacs, la cifra ideal de sus primeros años, el foco imaginativo a donde fue a concentrarse esa gran luz difusa de recuerdos y ansias verdaderamente vividos”.
Asegura él que “María se revistió con los rasgos exteriores de su prima judía. La hizo judía en parte porque él mismo tenía una tradición judía”.
María Cristina Restrepo, en su libro ‘Verás huir la calma’, invitó a la esposa de Jorge Isaacs, Felisa González, a que se sentara, poco antes de morir su marido, en el jardín de la casita en Ibagué, y le diera una mirada retrospectiva a su vida. “Es ficción la parte íntima de Isaacs, de la familia, de las personas que lo rodearon, esa que nunca podremos conocer, aunque sí imaginar. Traté de interpretar cómo sería la vida de esa mujer enfrentada a la soledad, cómo la de un hombre acosado por la pobreza, por la incomprensión y la envidia, por la enfermedad, porque desde el momento en que contrae malaria, vivirá enfermo. Así recorría el país. Son ficción algunos espacios interiores, no solo físicos, sino morales. Es ficción la voz de Felisa, de quien solo sé que se casó a los 14 años con Isaacs y lo acompañó hasta la muerte. Es ficción el carácter de sus hijos. El temperamento de su padre, el orgullo aristocrático de su madre.
Conjeturas en las que estoy segura de haber acertado más de una vez”.
No se sabe nada de los romances reales de Isaacs, fue su amor de ficción, el de ‘María’, el que lo llevó a la fama de inmediato, al publicarla en 1867. Traducida a 31 idiomas, contó con 14 ediciones en México y tantas más en distintos países.
Sin embargo, en 1918, Max Grillo se sorprende ante el hecho de que un hombre tan grande como lo fue Isaacs, carezca de una biografía. Una falta que se justifica porque al día siguiente de ganar las elecciones Rafael Núñez, al escritor del Gran Cauca se le quiso separar del camino, como sucedió y aún pasa en un país dividido y profundamente excluyente. Perseguidor de curas, guerrero intolerante y soberbio, sus amigos se convirtieron en sus detractores.
Pero Isaacs también tuvo sus contradictores, los nadaístas. La serie de repudios, burlas y rechazos espectacularizados de ‘María’ por parte de estos se reiteraron entre 1959 y 1967.
En el acto conmemorativo de los 100 años de María, en el homenaje a Isaacs, Eduardo Carranza retó a los nadaístas: “A ‘María’ no la van a borrar y de ello estamos absolutamente seguros, ni con un motín de obscenidades ni con melenudas asonadas. Por eso es bueno repetir que Isaacs es un héroe de la inteligencia colombiana y ‘María’ una vena azul de la patria”.
Contó una vez el escritor Jotamario Arbeláez que “Gonzalo Arango tuvo la peregrina idea de convocar, en un Festival de Arte de Fanny Mikey, la Exposición Nacional del Libro Inútil, en el parque de la María: “ser enemigos de esa obra nos daba buenos dividendos. Nos permitía elaborar bromas apaches a la virginidad, a la castidad, a la enfermedad, al romanticismo y al pájaro negro dentro del paisaje bucólico. Todos los poetas de la parroquia y de la nación fungían de defensores a muerte de la historia de Isaacs. La juventud en cambio comenzaba a deshipotecarse de semejante influencia”. Y Eduardo Carranza desafió a los escritores nadaístas: “Les doy 30 años de plazo a partir de hoy, para que escriban una obra mejor que ‘María’ o que se callen”.
Al día siguiente los periódicos titularon: “Nadaísta Jotamario acepta el reto de Carranza, pero a muerte”. Y subtitularon: “Que él escoja las armas, yo escojo el sitio: Hacienda El Paraíso, 12:00 p.m. Domingo de Resurrección”. Como Carranza no llegó, se le declaró “técnicamente muerto”. “Y como no hubo cadáver por lamentar ni por levantar, procedimos a bañarnos en bola en el mismo sitio donde lo hacía María en levantadora”.
Para Raúl Vallejo: “La sensualidad de su lenguaje poético marca la permanencia de la novela hoy en día”. De ahí que el presbítero Pablo Ladrón de Guevara llegara a señalar, en su época, a ‘María’ como “obra de pecaminosas escenas”. Hoy en día, para sus seguidores son esas imágenes poéticas, esas descripciones del paisaje, esa contemplación del otro, ese juego de la seducción a través del lenguaje de las flores, ese descubrimiento del cuerpo que hacen tanto María como Efraín del otro, que muchos retornan a las páginas escritas por Isaacs.
Origen de Jorge Isaacs
Jorge Ricardo Isaacs nació el 1 de abril de 1837, en El Cerrito, República de la Nueva Granada. Su padre, Jorge Enrique Isaacs, fue un judío inglés que se estableció en Colombia para trabajar en las minas de oro del Chocó.
A los 11 años de edad, Isaacs fue enviado a estudiar a Bogotá, donde permaneció cinco años. A su regreso a Cali se alistó en las fuerzas del general Tejada para luchar contra la dictadura del general Melo.
Más adelante
Isaacs recibe una muy buena educación en Popayán, en el colegio Lorenzo María Lleras. En su casa en el barrio El Peñón, por otro lado, había una buena biblioteca, lo mismo que en la hacienda El Paraíso. Su familia se daba el lujo de importar de Europa no solo artículos para la casa sino también la cultura literaria de Francia. En 1861 murió su padre, suceso que le obligó a dejar a un lado su afición por a anatomía.