Por Lilian Contreras
El Espectador
“En los últimos años, por no decir en este siglo XXI, el documental se me hace más importante que el cine de ficción”. Así es como Luis Ospina refleja la pasión por este género cinematográfico al que siempre ha dedicado su trabajo y que en los últimos dos años le ha dado grandes satisfacciones gracias a Todo comenzó por el fin, un trabajo que estrenó en septiembre de 2015 y que desde entonces no ha dejado de proyectarse, y que mañana sábado representará a Colombia en los Premios Platino del Cine Iberoamericano, única película nacional que compite, pues las otras nominadas son las actrices Juana Acosta y Angie Cepeda y la serie La niña.
Ospina se atreve a dar esa calificación al documental porque, para él, el cine de ficción “cayó en el camino trillado”, sobre todo el que llega a nuestras salas y abarca todas las salas del mundo, que es el de Hollywood.
“El desgaste de la ficción ha sido grandísimo. Ahora sólo hay películas que son remakes (nuevas versiones) o de superhéroes, y no hay películas originales o para adultos. No hay cineastas del tamaño de Luis Buñuel o Michelangelo Antonioni o Federico Fellini o Akira Kurosawa, o tantos grandes directores que ha tenido el cine”, dice con cierta nostalgia.
Como si fuera poco, piensa que la forma como se narra la ficción ha llegado a una crisis, pues las historias actuales no narran nada, no pasa nada. “La gente no habla, se quedan como quietos… A veces pasa hasta con el cine latino. Nosotros que somos tan habladores y gregarios, nos vemos en la pantalla como si fuéramos personajes de una película rusa”, agrega.
En cambio, el documental ha podido adoptar un lenguaje que se desarrolla tan rápido que en el momento hay muchas categorías. “Antes se pensaba que el documental era un ladrillo, aburrido. El documental puede ser divertido, conmovedor, se puede hacer como un ensayo, un diario, una investigación. No lo considero un género o un tipo de cine”.
Para el director caleño, la decadencia del cine de ficción es en parte responsable de que la gente hoy en día no acuda a las salas y prefiera encerrarse en su casa para ver televisión o películas piratas en el streaming.
En cambio, el documental vive un gran momento, porque “es la vida”, mientras que la ficción es un simulacro de la vida. “El documental es una cosa viva, trata con gente de verdad, no con personajes escritos en un guion o personajes derivados de la literatura. En el documental trabajamos con fragmentos de la realidad objetiva”.
Debe ser por eso que Todo comenzó por el fin cautivó tanto a la crítica como a la audiencia. El filme participó en los festivales de Toronto, Yamagata (Japón), Morelia (México), Mar del Plata (Argentina), Nueva York (EE. UU.) y Cartagena, donde obtuvo el premio del público y el premio a mejor director en la competencia oficial cine colombiano.
El público también respondió bien a una película que dura más de tres horas, por lo que los exhibidores decidieron tenerla en salas más días de los previstos. Todo un fenómeno en una industria en la que el primer fin de semana de proyección es definitivo si no recauda millones y el documental casi no tiene espacios de recepción.
Pero, como dice Ospina, él no hace documentales, hace películas. Esta, en particular, es una historia sobre la amistad y la fidelidad a los amigos, aquella que forjó desde los años 60 con Andrés Caicedo (de quien fue amigo durante seis años, hasta que se suicidó) y Carlos Mayolo (una amistad que duró más de 50 años, hasta que murió), con quienes después integró el conocido Grupo de Cali. Pero la historia trasciende porque de esta historia personal se deriva una universal.
“Carlos Mayolo hablaba de la provincia universal o del universo de provincia. En el caso de Todo comenzó por el fin, algunas personas pensaron que se trataba de un grupo de amigos en una ciudad muy específica (Cali), pero mi intención era que esa película tuviera una trascendencia más allá”.
Por eso, quienes ven el documental pueden ver reflejada la generación de los años 70 y 80, aquella que vivió el mayo del 68, porque en esa época, dice el realizador, la juventud estaba conectada.
“Lo que pasaba en California pasaba en París o en Praga o en cualquier ciudad del mundo. Es una paradoja que la juventud estuviera más conectada antes que lo que está ahora a nivel global. También porque era una época en que la juventud creía que podía cambiar el mundo. Era un momento de la historia muy particular”.
Nostalgia y muerte
Cuando habla de la Cali de los años 70, Ospina siente nostalgia, pero no autocomplaciente y sosa, sino crítica. Siente que su trabajo está enfocado tanto en la ciudad como en sus amigos, a quienes presenta, desde la actualidad, con sus virtudes y sus defectos. El filme es la perspectiva de un “hombre de cierta edad” que ve cómo era la juventud de ese entonces.
La nostalgia se mezcla finamente con la muerte, un tema recurrente en el trabajo cinematográfico de este director. Una de sus películas, Nuestra historia, trata sobre los últimos días del pintor Lorenzo Jaramillo, pero en Todo comenzó por el fin la muerte toma un carácter diferente, pues por primera vez no habla de la muerte de otro sino la propia.
Durante el rodaje, Luis Ospina se enfermó, “por lo que el curso de la película cambió. Ya no era una película sobre el pasado, sino también sobre el presente que estaba viviendo”. El documental, entonces, es un documento “testamentario” que, además de ser la prolongación de un trabajo realizado a lo largo de 47 años, es la culminación y el cierre de temas que ha trabajado: la cinefilia, la ciudad, los amigos, la fidelidad, el trabajo en conjunto, la destrucción y la autodestrucción.
“Una película casi hecha por mí en la tumba”, dice entre risas, y enfatiza que es un recuento de su vida, una historia sobre el paso del tiempo y los cambios que van afectando las caras del Grupo de Cali.
También es la forma de recordarles al país y al mundo lo que fue Caliwood. No hay que olvidar que en Cali se rodó la primera película colombiana de ficción (María), la primera con sonido (Flores del Valle) y la primera a color (La gran obsesión). Luis Ospina fue el primer docente de cinematografía de la Universidad del Valle y sus alumnos se volvieron profesores y realizadores. El ejemplo más claro es Óscar Campo, quien fue docente de Jorge Navas, Óscar Ruiz Navia y César Acevedo (Cámara de Oro en Cannes por La tierra y la sombra), algunos de los encargados de llevar el nombre de Colombia a los mejores festivales de cine del mundo. Esto es, para Ospina, la transformación de Caliwood. “En los años 70 tiramos la primera piedra y otros la recogieron y la siguieron tirando…”.
Un documental entre muchos iberoamericanos
Todo comenzó por el fin compite por el Premio Platino a mejor documental y se enfrenta a 2016, nacido en Siria (España), Atrapados en Japón (Chile), Cinema Novo (Brasil) y Frágil equilibrio (España). Esta nominación la recibe con satisfacción, pues “el documental es mi vida y para mí el cine siempre ha sido mi vida, y esta película lo es. Casi doy mi vida para hacerlo”.
Actualmente, Luis Ospina se dedica a planear la novena edición del Festival de Cine de Cali, a preparar un DVD de Todo comenzó por el fin, que incluirá muchos extras, y a restaurar su obra, que consta de más de 35 títulos, porque algunas que tienen más de 40 años están desapareciendo.