Revista Pijao
Dos Novelas de Carlos Orlando Pardo sobre la soledad de la mujer
Dos Novelas de Carlos Orlando Pardo sobre la soledad de la mujer

Cartas sobre la mesa y La puerta abierta dos novelas cortas de Carlos Orlando Pardo, publicadas en otras ediciones, y que para este comentario tomo la edición de 2014 de la colección Maestros Contemporáneos publicadas por Pijao Editores, editorial que dirige junto a su hermano, el también escritor, Jorge Pardo.

Ambas novelas tienen como tema la soledad afectiva de la mujer. En ambas se percibe el silencio de sus contingencias amorosas, de su fracaso sentimental. Con estrategias narrativas distintas los dos textos plantean una pregunta fundamental: ¿Cómo puede la mujer colombiana asumirse como individuo y como mujer en una sociedad patriarcal, clerical, cargada de estrechos valores, donde ser desobediente, es decir, transgredir las normas sociales imperantes, la pueden conducir al señalamiento, a la estigmatización y a ser relegada?. Las dos transcurren en una ciudad intermedia de Colombia, en Cartas sobre la mesa se sabe que sucede en la ciudad musical, en Ibagué. Aunque no está mencionado el momento histórico, por datos que aporta la narración se puede ubicar a principio de la década de los 70s, cuando la situación de la mujer en el mundo había entrado de lleno a la apertura emancipadora: Ya había triunfado la Revolución cubana, Woodstock había transformado a la juventud y había sucedido Mayo del 68.En Cartas sobre la mesa se comparte el silencio que significaba escribir y recibir cartas, recurso que se llevó la irrupción de la internet que nos abocan a escueto E mail. Es una larga carta en la que el autor con juega con la estructura epistolar, que se amplía cuando la narradora se toma licencias como la de incluir diálogos, se rompe el monólogo que caracteriza las cartas. Las voces que intervienen en los diálogos resultan pertinentes y la destinataria, Gloria Susana, ha de ser la depositaria de su larga confidencia. Salir con un hombre mayor, hará de la vida de Catherine un constante preguntarse sobre lo prudente o imprudente de su relación. El hombre mayor es Hernando, un hombre casado, con un matrimonio estable y reconocido profesor universitario, que enamora a sus alumnas con su parla humanista y que ha dejado sumida en el dolor a Martha, su amiga.” Hablaba sin que nadie lo parara engarzando una historia con otra como en los cuentos de “Las mil y una noche” y repartía en una actitud de cínico sonrisas y piropos, recuerdos y aguardiente, (Pardo, p.38) En algún momento Catherine se pregunta: ¿Cuál es realmente mi identidad? ¿Aquella trazada por los arquetipos de la tradición con las nociones impresionadas de conceptos que nos enseñaron a fuerza de repetirlos? (Pardo, p. 47). La desobediente dice: “Y soy feliz. Así sepa que cada vez que alguien me vea junto a su vida, hunda un poco más mi barca en el desprestigio y me vaya a pique, como tocando fondo, y como si no tuviera la más mínima voluntad para salir de aquel naufragio que gozosa he trazado sin poner ninguna voluntad contraria. (Pardo, p.47). Si involucra aunque su frase reiterada: “Hombre casado ni frito ni asado (Pardo, p.33) no se cumple y por el contrario la larga misiva es un constante indagar sobre si vale la pena ese enamoramiento que la ha puesto a considerar su vida pública y privada. Finalmente la misiva termina y el interrogante queda sin responder.

En La puerta abierta, vista desde un narrador omnisciente, Paula, la protagonista, es una solterona, que a sus cincuenta y dos años, se quedó en la casa ocupada en los oficios domésticos, atendiendo a su hermano y a su sobrina María Victoria. Reproduce la antigua condición de la mujer que ha existido desde la antigüedad clásica imperando la idea, también replicada en Colombia, de una identidad femenina asociada por naturaleza al hogar, la maternidad y al ámbito doméstico. Es una mujer que no tiene derecho a una voz propia dentro del ambiente opresivo que habita, su hermano es la figura patriarcal que continúa coartándole su posibilidad de libertad: “Sólo una tarde del último agosto experimentó la grata sensación de acordarse, por encima de sus trajes o su ropa interior, su maquillaje o su comportamiento cotidiano, que era una mujer. Su hermano la había mirado con un poco de lástima, con un poco de gratitud, tal vez, y en un acto poco usual, “no te saco a ninguna parte porque corres peligro”, la invitó a oír cantar a un amigo.” (Pardo, p.105). Solo con su amiga Margarita encuentra solaz, ella es la que la anima a buscar un matrimonio que le de “seguridad” sobre todo después de su fracaso con Gonzalo, que resultó ser un aventurero metido en líos judiciales en el extranjero. Lo que se cuenta de Paula es una historia tristísima, mucho más triste de lo que ella misma se da cuenta. Es una mujer enajenada del poder y de cualquier participación determinante en su historia, que ni siquiera se reconoce como la víctima que es.Recuerda a Catalina, la heroína de Arráncame la vida, novela de la mexicana Ángeles Mastreta; “Pero nada fue gratis en su historia. Aprendió a ignorarse para probar que amaba a su familia, para saberse útil cada día, convirtiendo en propios los proyectos del futuro inmediato y lejano de su gente pero olvidad de su propio porvenir.” (Pardo, p.93). Pasarían décadas antes de que la mujer fuera sacada del viejo concepto de que las mujeres son solo emociones, son pasionales y con un instinto innato de cuidar a la familia.

La posibilidad de encontrar un esposo, se lo ofrece Margarita a través de una agencia de matrimonios y se inscribe y le empiezan a llegar cartas de proponentes, que va desechando por distintas razones. La figura patriarcal de su hermano, que la limita al punto que Paula hace la transferencia de la opresión a desatar un erotismo que en su intimidad la libera: “Aquella sensación de querer ser tocada y de tocarle hacía percibir dilatación en los senos y en el cuello, un ansia de ser friccionada con ternura y una exquisita tensión que llegaba a dolerle, que alcanzaba al cosquilleo delicioso de una excitación inicial conduciéndola radiante a un despertar gradual que sólo colmaba con la plenitud de humedad, olor a bienestar próximo y un deseo creciente de estar cerca, rompiéndose el encantamiento cuando casi en la cumbre soñada, las palabras de los demás la regresaban al lugar real de los aplazamientos…” (Pardo, p109) “El tiempo inmóvil –las horas no importaban-, el cuerpo alerta, la espera flotando, el descubrimiento de una parte de ser que habitualmente no advertía sin culminar, sin saborear la gracia por el tacto, sin poder dar rienda suelta a su impulso fuerte, al anhelo vehemente, al éxtasis casi insoportable”. (Pardo, p 109) El erotismo, según George Bataille, es antes que todo un ejercicio o intento de comunicación” Porque como la arrinconaba su hermano con frases como “Hay gentes para las cuales no fue hecho el amor, le decía su hermano. Y no es que haga falta, concluía, nos tienes a nosotros.” (Pardo, p.123) así mismo se sentía defraudada por el trato que le daba su sobrina, se evade en el reconocimiento de su cuerpo y el ansia de verse colmada cuando decide irse con el hombre que la convence: “Estaban en el cielo, realmente, distanciados del pánico a la edad por la que ninguno se rechazaría, emocionados de empezar a descubrirse cada vez para evitar la rutina, reencauchando los encantos, estimulándose, dejando las prácticas gratificantes de la intimidad como una golosina pero no acelerada. Todo esto tenían como meta. Una historia común los esperaba. Y con la puerta abierta.” (Pardo, p.143-144).

 

Sonia Truque Vélez

Especial pijaoeditores.com


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