La obra del profesor Álzate es múltiple. Poeta, ensayista, novelista, y por supuesto un cronista de nuestra cultura nacional, de esos autores que muy pocas veces se dan en ese género del periodismo, donde han cabalgado los grandes de la literatura universal, tales como Hemingway, Walt Whitman, y su admirado Gabo, a quien el profesor Álzate le dedica uno de sus más reconocidos libros: Para conocer a García Márquez.
En ese texto encontramos a un investigador detallado, de la misma categoría o mejor, de aquellos que se pueden pasear por la obra de Gabo con autoridad, como lo hacen esos estudiosos, tales como Gerald Martin o mi amigo Ariel Castillo, o también con la categoría de un investigador del Caribe colombiano, como ese monstruo: Jacques Gilard.
En esa línea de observadores detallados sobre la obra de Gabo y de nuestro Caribe, está José Miguel Alzate, un maestro de la palabra escrita. Un modelo de pensar propio. Y es que para ser un observador detallado del Caribe y de una obra, como la de nuestro nobel de literatura, se necesita disciplina. El examen detallado, cuando enfrentamos a una obra como la de Gabo, me la imagino, para un pensador del eje cafetero, debió ser algo novedoso, me lo imagino, también, arrancando con una serie de situaciones, que para él eran quizá desconocidas y por ello, atractivas. Para llegar a desbrozarlas, debió abordar algunas técnicas, lo que los sociólogos y los antropólogos denominan: un trabajo de campo.
Por lo regular, el primer obstáculo a superar, por parte del investigador de campo que busca lo nuevo, no está situado en el objeto que mira y observa, está ubicado en las dificultades y los límites que se hallan en su propia mente. Las barreras iniciales de una investigación de campo no están en la entidad que busca, sino en el entendimiento que trata de desentrañar. Reconocer los obstáculos que generan nuestras limitaciones es, quizá, el buen inicio para que provengan las primeras letras en un nuevo escenario que era, antes, desconocido, y con ella el nacimiento de una manera diferente de comprensión del mundo.
Así me imagino el arranque del profesor Álzate en la obra de Gabo. El hizo una detallada observación. La observación como abrebocas de una investigación, es el teatro donde se presentan las etapas sucesivas que nos llevan al conflicto primario de las facultades de nuestro entendimiento con lo investigado. Una observación adecuadamente encaminada, desestructura los esquemas cognitivos del observador, sobre todo, sí ese observador entra a una nueva nación, como es la de nuestro Caribe.
Y de esa forma inició, Alzate, el conocimiento de un nuevo mundo, el cual le regaló, a través del diálogo permanente con Gabo, una pasión, esa pasión que lo dejaría marcado para toda la vida, una pasión que lo ha llevado hasta buscar los secretos de la escritura de Gabo, que lo ha llevado a desenmarañar las claves que delatan la obra de Gabo en su integridad. Para llegar a una observación de este calibre, se necesita la existencia de un campo de trabajo fértil y motivante. La obra de Gabo lo es.
Pero este diario de campo en sí mismo, no es el puro diario del etnólogo, sino del poeta que busca al poeta. La observación aquí busca lo impuro, por darnos esa otra esencia de la obra de arte literaria: la sorpresa. Si lo observado ya es conocido, no es observación como tal, es recuento de lo que hemos visto, y entonces deviene es la reiteración. La observación literaria, no, ella busca es agrandar el asombro de una obra, tejer nuevas perspectivas de lo ya visto por el autor original, a través de una percepción detallada del mundo que le sucede, de manera que la obra se rehace en el comentarista.
El yo se vuelve a sí mismo cuando observa apasionadamente a ese otro que le dio una obra de arte al mundo. Alzate no partió desde cero, partió de un nuevo mundo, como Colon. Macondo. No hubo tabula rasa. Tampoco a priori. Para entrar en él tuvo que superar la observación positiva, y tuvo que superar también los prejuicios, esos mismos que en el interior del país se tienen de la Costa Caribe. Es por ello que Alzate es un digno ciudadano de nuestra región-nación. Es tan caribe como Gabo.
Volvamos a la observación, a esa observación que hace el maestro Alzate de nuestro caribe a través de la obra de García Márquez. Al estilo de otro nuestro, mi maestro y mentor, Orlando Fals Borda. Una verdadera observación desmorona lo prejuiciado y, al hacerlo, coloca en tela de juicio la idea que teníamos de lo observado. Esos prejuicios que se tienen del costeño en el interior fueron un obstáculo inicial para el maestro Alzate.
Pero él los derrumbó. Bajo esta perspectiva la observación buscó destruir la neutralidad prejuiciada, pues una sinuosa neutralidad, niega sus propias falacias. La observación seria, como la de este trabajo, busca el detalle y la ubicación de los matices. Busca el claro y oscuro, mezclado. Una lógica de lo blanco y lo negro sólido, no es ente de observación. Los matices dan el registro de lo que ocurre, y esa es la antesala para descubrir lo que nos ha sorprendido. El detalle mismo exige que sea registrado, que se lleve una bitácora en un actuar. De ahí que la observación demande la descripción de los datos de lo que vemos, oímos, vivimos o sentimos. La tarea inicial de la observación es la descripción cruda de lo que se percibe.
Al generar el detalle la observación nos lleva ante sí el objeto, y lo pone hablar con nuestro entender. Lo observado produce entonces un lenguaje, el que muchas veces puede generar conflictos en el observador, porque para observar hemos tenido que partir de nosotros mismos y eso significa llevar al objeto observado parte de nuestro mundo y de nuestra personalidad, también de nuestros conflictos. El hombre no observa con los sentidos sino con su entendimiento, con su cultura, con su identidad, con su conciencia, con su razón, por eso es inevitable el juicio de valoración que construye en cierta forma la percatación de un fenómeno, y como tal es él, el primer obstáculo que debemos traspasar para poder detallar una cosa.
Esta observación minuciosa, esta percatación, es la que logra realizar el maestro Alzate en su obra sobre Gabo. Hay detalles llevados con exactitud. El caso de Luis Alejandro Velazco, ese hombre, que después de ser un héroe de la república, se convierte en un villano, recibiendo un castigo por haber tratado de desmoronar la ficción que Gabo había hecho en su novela Relato de un náufrago. Un suceso que ocurrió, realmente, no en el mundo de la ARC Caldas, ese destructor que nunca destruyó a nadie en nuestras costas, sino que aconteció en la mente del Nobel. El personaje real, Luis Alejandro Velazco, quiso imponer su aventura histórica por encima de la literaria y recibió el castigo por haber violado las reglas mínimas del arte literario, matar la ficción, contaminarla.
Esa otra historia, también novelesca, no está en Gabo, lo encontramos en Alzate, algo extraordinario. Violar el arte tiene sus penalidades. El artista es un hacedor de mitos. No podemos ir en contra de esa ley que es mas fuerte que la de la gravedad. En Gabo hay un mitólogo. Él recoge de nuestro caribe su cosmovisión y la lleva al mundo. Con la literatura, nos dimos a conocer como Nación de intelectuales, antes de Gabo éramos solo una república bananera, y luego solo narcotráfico. Con Gabo, vino lo otro, la inteligencia, el espíritu para el mundo. Vino el arte hecho palabra. Eso es lo que quiere resaltar Alzate. Gabo hace mitografía. El mito ha sido un bien de los pueblos. Gabo es su traductor en nuestro caso. Pero un mito comienza por alguien. Ese alguien por lo regular es anónimo.
El verdadero arte de los pueblos no tiene un autor reconocido. Es la condición general de todas las culturas. Pero la mitología se alimenta del hombre individual, del artesano mental. Del artista. La ficción llega a nuestra comunidad en forma primitiva en los mitos que estuvieron en la mente de un individuo. El poeta, en este caso Gabo, es el más excelso de los creadores míticos de nuestro Caribe. Alzate nos los recuerda. Al artista le corresponde varios deberes, aunque él sea un productor estético, y algunos piensen que es un anarquista, aunque Platón lo haya expulsado de su Republica ideal, el artista, todo artista, sigue normas para poder sacar su obra adelante, normas y reglas de vida que son de su responsabilidad personal.
Muchas veces esas normas no son coherentes con lo que está haciendo el vulgo, en un inmediato presente, muchas veces no lo comprende, entonces a él le toca rebelarse ante situaciones. El artista se gana así oposiciones gratuitas, enemigos sin causa. Gabo iba a ser victimizado con el desaparecimiento forzado, en 1981 por el DAS. La embajada mexicana lo salvó enviándole una limosina y pagándole un avión expreso. La literatura le debe a México, ese acto heroico. Un año después de ese atroz crimen de persecución contra nuestro Nobel, llegó Estocolmo y lo redimió. Sobre Gabo se puede hablar indefinidamente. Y eso es lo que quiere decir Alzate, nuestro amigo. Un poeta que nació en Aránzazu Caldas, pero que nació con un alma de sanjacintero, es decir de costeño, que puede con ella y mucho mas. A su honor, mis respetos.
Tomado de Bruno Elías Maduro
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