Revista Pijao
Paulina Flores: 'La literatura es frustración'
Paulina Flores: 'La literatura es frustración'

Por Dulce María Ramos

El Universal (Ve)

Una niña entiende el significado de la palabra "vergüenza" a través de su padre desempleado. Una joven bibliotecaria es víctima de su curiosidad. Por culpa de una decepción amorosa, una chica empieza a escribir un diario y regresa a la casa de su madre. El encuentro de dos amigas está signado por la autoestima femenina y su relación con el éxito. Una mujer enfrenta la muerte de su nana y trata de reconciliarse con su infancia... Personajes cuyas conductas reflejan la relación con sus padres, el miedo al fracaso, la pérdida de la inocencia; sencillamente, la realidad de la clase media en Chile, un país que trata de recuperar su autoestima en la ebullición de los años noventa y la caída de Augusto Pinochet. Todo esto lo retrata la novel escritora Paulina Flores en los nueve relatos que conforman Qué vergüenza.

Flores estudió Literatura en la Universidad de Chile, además realizó varios talleres literarios, entre ellos, uno con Alejandro Zambra. En 2014, ganó el Premio Roberto Bolaño y al año siguiente el Premio de Literatura del Círculo de Críticos de Arte.

Qué vergüenza fue publicada primero por la editorial independiente chilena Hueders, luego por Seix Barral, recibiendo excelentes críticas en España. La autora no llega a treinta años. Su aire rebelde, cabello rubio o rosado según la ocasión y su piel blanca con varios tatuajes, entre ellos un cuervo y el rostro de la nieta de Hemingway en la emblemática película Manhattan de Woody Allen, quizás la hagan pasar desapercibida en las ferias de libros como una estudiante de letras más. Bajo esa imagen se esconde Flores, una mujer que trata de hacer de la escritura un oficio, a pesar del peso literario de su país, y de lo gran lectora de Alice Munro que es. Flores fue una de las olvidadas en la segunda generación de Bogotá 39, pero de seguro es una escritora a la que tocará seguirle sus pasos.

-En sus cuentos está muy presente la figura del padre como un ser fracasado; al contrario de la madre, que es más luchadora.

-En Chile, y en Latinoamérica en general, la figura de la madre es muy fuerte. Una vez un crítico dijo que la presencia de la madre en mis cuentos era enorme, monstruosa, heroica. Pero en realidad las historias y los personajes fueron llegando.

-También hay una imagen recurrente que es la cama como un lugar de protección.

-En el cuento Tía Nana, la niña se esconde debajo de la cama y se protege, en ese relato, además, existe una noticia de unos niños que cuando se incendia su casa se esconden debajo de su cama, cuando la leí pensé: en vez de escapar por la ventana, por las escaleras, por qué decidieron esconderse debajo de la cama. Y claro es un lugar muy íntimo, donde puedes esconder tu vergüenza. Tampoco es un lugar permanente porque salimos a la vida.

-Por otra parte, el hilo conductor de todos los cuentos es la vergüenza.

-Es el universo del libro, son esos errores y secretos que guardamos. La vergüenza como la tristeza son emociones negras, oscuras. En estos días vi la película Solaris de Andréi Tarkovski; al final el protagonista dice: "La vergüenza, ese es el sentimiento que va a salvar a la humanidad". Me parece muy cierto, especialmente en esta época que tenemos políticos tan desvergonzados. Así que la vergüenza debe ser vista como un valor, que también nos puede ayudar a ser fuertes.

-Usted también da clases, ¿qué diferencias observa entre su generación y ésta?

-A veces los admiro mucho y otras me asustan. Yo trabajo con algunos que decidieron no estudiar, irse del colegio. En mi generación si yo no iba al colegio me quedaba sin futuro. Crecimos con ese síndrome de inferioridad. Ahora los chicos con Internet pueden hacer de todo y están conectados, eso les da mucha seguridad y libertad, pero esa misma libertad lleva a una soledad muy grande, a tenerlo todo y quizás no les importe nada. En el fondo soy optimista, hay que darles su oportunidad y que construyan el mundo que ellos quieran.

-¿Cómo fue su relación con Alejandro Zambra?

-Zambra es súper hippie, yo soy más estructurada y cuadrada. Gracias a él, el libro se llama Qué vergüenza, en un principio lo había llamado Crisis, pero él me dijo que el nombre era horrible, muy explícito. Lo que más aprendí de él fue el uso de la estética en el lenguaje.

-¿Es cierto que los premios le sirvieron para levantarse el ánimo?

-En esa época estaba muy mal, me había retirado de la carrera de Literatura, no tenía trabajo, habían rechazado el libro en una editorial. No participaba en premios porque me frustraba mucho no ganar, pero el último año que podía participar en el Bolaño, pues lo hice y gané.

-Entonces, ¿ya no ve la literatura tanto como frustración?

-La literatura siempre será una frustración. Escribir es difícil, siento que no puedo completar lo que tengo en mi mente, por eso sigo escribiendo porque en el fondo busco más.

-Y finalmente, ¿cómo es la ventana por donde mira Paulina Flores?

-Es la ventana de una joven latinoamericana. Eso implica un mundo con muchas desigualdades, problemas políticos, donde las mujeres no reciben el mismo tratamiento que los hombres. Por otro lado, siempre ando atenta a las buenas historias, a hacer cosas diferentes; en cinco años me imagino escribiendo ciencia ficción, por ejemplo. Me gusta ponerme en dificultades.


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