José Andrés Ardila, periodista egresado de la Universidad de Antioquia, es el editor de Angosta, el sello literario independiente del escritor Héctor Abad, que cuenta con cinco libros editados hasta el momento. A propósito de la Fiesta del Libro de Medellín, que se celebra el mes entrante, hablamos con Ardila sobre los retos y sueños de la editorial antioqueña, que ya empieza a esbozar su camino.
¿Cuál fue el origen de Angosta? ¿Por qué se decidió que a Colombia y a Medellín les hacía falta otra editorial independiente?
Héctor Abad, el director de Angosta, venía desde algún tiempo con la idea de fundar una editorial, porque sentía que era uno de los oficios relacionados con el libro que todavía no ejercía. Nos conocimos en un taller de creación literaria en la Universidad Eafit. Él era el director del taller y yo era uno de los asistentes. Y el año pasado, por una especie de impulso, decidió que era momento de fundar esa editorial en la que venía pensando y que yo era la persona adecuada para ser el editor. Me llamó, me propuso la idea y dije que sí. No hubo mucho que pensar, en realidad. Acepté con el mismo entusiasmo que Héctor Abad tuvo para hacer esa llamada. Decidió también que Alexandra Pareja, su esposa, sería la gerente y que Ana Carmona, otra asistente del taller, sería la encargada de las comunicaciones de la empresa, aunque Ana en este momento ya no está con nosotros.
De manera que no creo que pueda decirse que Angosta haya nacido de una necesidad que hayamos identificado en la ciudad o en el país. O esa necesidad no era muy clara entonces. No decidimos crear Angosta porque sintiéramos que algo faltara. Angosta partió de una serie de entusiasmos comunes. Fundar una empresa con las necesidades claras en la cabeza es una decisión inteligente, desde luego, pero tal vez tenga que ver más con la mercadotécnia que con el arte. Un estudio de mercado quizá nos hubiera dicho que en Colombia no era necesario que nadie más hiciera libros porque los estudios, por lo general, dicen que los colombianos no leen. Había, sí, cierta sintonía de gustos, cierta intuición de los libros y autores que nos gustaría publicar: autores nuevos (jóvenes o viejos), talentosos, pero invisibles; libros clásicos para armar una biblioteca esencial, que Héctor describe como la biblioteca que hubiera querido tener cuando era joven… Mejor dicho: teníamos la intención de compartir con los lectores los libros que nos gustan. Los libros que nosotros leeríamos.
En líneas generales, ¿qué hace singular a Angosta en el mercado del libro de Colombia?
La singularidad de Angosta parte de esa sintonía de gustos. Creo que, con todo lo bonito que puede ser este oficio, la labor de un editor es, en buena medida, una labor egoísta. Como son los libros que yo leería, que Héctor leería, que Alexandra y los otros dos miembros del comité editorial leerían, todo se reduce al gusto de unas pocas personas. Confiamos en que haya lectores que coincidan con ese gusto y nos alegra cada vez que recibimos un mensaje de un lector agradeciendo la publicación de uno de nuestros libros o compartiendo un entusiasmo muy parecido al de nosotros, pero la acción de publicar esos libros ya nos da una satisfacción enorme.
Queremos también apostar en serio por los autores nuevos. Cuando digo en serio, me refiero a que cualquier persona puede enviarnos propuestas de libros a través de nuestra página web y revisamos todo lo que nos llega. Por supuesto, la mayoría no tiene el nivel necesario para ser publicado o no se ajusta a esa cosa poco definible que llamamos “criterios del catálogo”, pero ya hemos seleccionado dos libros por este medio: Criacuervo, de Orlando Echeverri, que ha tenido una recepción increíble, y un libro de cuentos de un autor caleño que publicaremos a fin de año. También leí hace poco un libro de poemas interesantísimo de un autor completamente desconocido. Creemos que lo mínimo es darle a cada uno de nuestros autores un anticipo por los derechos de su libro, aunque lo cierto sea que nos cuesta anticipar cuántos libros se pueden vender de un autor que nadie conoce, y hacemos el trabajo que sea necesario para que el libro no solo llegue a librerías sino que sea reseñado y conocido por los lectores.
Nuestra ambición es que los lectores quieran los libros de Angosta, en primer lugar, porque son de Angosta. Que tengan la confianza en que, aunque no conozcan los autores, son libros de gran calidad literaria porque nosotros los hemos seleccionado.
El catálogo de una editorial está muy unido con las preocupaciones intelectuales y literarias de su editorial. ¿Cuál ha sido su apuesta en los libros que lleva editados? Como editor ¿qué tipo de libros cree que le hacen falta al mercado?
He estado pensando últimamente, aunque no es algo que hubiéramos premeditado, que en Angosta, en vez de un catálogo de libros, estamos armando un catálogo de ciudades de papel. La corriente es un libro de cuentos que suceden en Medellín y París; En Quisiera que oyeran la canción que escucho cuando escribo esto aparece además Bogotá como protagonista. Lo mismo en Vagabunda Bogotá, desde luego. En Criacuervo aparecen Cartagena y Berlín. Tenemos también Ciudades al final de la noche, de Santiago Gamboa, cuyo título hace lo que estoy diciendo un poco obvio.
Quizá lo que quiere decir esto es que buscamos autores con voces muy auténticas. Y que esa autenticidad pasa por los lugares a los que pertenecen los autores. Por ejemplo, en Vagabunda Bogotá, que es una historia de ciencia ficción con claras influencias surrealistas, la ciudad donde ha vivido su autor es casi que la novela misma (el título no es gratuito). Incluso la estación espacial que aparece en la novela puede interpretarse como una proyección cyberpunk y psicodélica de Bogotá. En el mismo nivel de importancia, aunque suene contradictorio, están los lugares a los que no pertenecen los autores. En el caso de Orlando Echeverri esa especie de no pertenencia a ningún lugar (es cartagenero, pero ha vivido mucho tiempo en varias ciudades del mundo) define claramente su estilo. Su narrativa está llena de personajes que parecen no pertenecer a ningún sitio. Que habitan los espacios con esa incomodidad del extranjero. Las dos situaciones (pertenecer y no pertenecer) pueden encontrarse en La corriente, de Juliana Restrepo, y Quisiera que oyeran la canción que escucho cuando escribo esto, de Manuela Espinal. En La corriente, hay una nostalgia permanente por un lugar, por una vida en ese lugar (París o Medellín). Y un sentimiento muy parecido puede percibirse en la narradora de Quisiera: extraña una vida que su madre le ha obligado a dejar en Medellín.
No sé muy bien qué libros le hacen falta al mercado. En Colombia hay cada vez más editoriales con catálogos muy particulares, como Tragaluz, con sus bellísimos libros ilustrados o su colección Lusitania, o Laguna, que tiene un sello dedicado exclusivamente al comic. Las editoriales grandes también tienen su lugar en esa oferta vasta. Como dije antes, no me gusta pensar mucho en el mercado del libro. Quizá lo que haga falta no sean libros propiamente sino editores tercos que se arriesguen a publicar los libros que les gustan. Lo que he comprobado en Angosta es que un trabajo honesto en la selección casi siempre es recompensado con lectores.
En su experiencia, ¿cuáles son los principales desafíos que enfrenta una editorial independiente?
Son tres: sostenibilidad, circulación y difusión. Angosta depende del aporte de los socios. Esto nos da cierta libertad. Podemos, por ahora, no hacer muchos servicios editoriales, por ejemplo. Pero la editorial, por ser una empresa, tiene la obligación de ser sostenible y toca aprender pronto a hacer malabares, a conservar el equilibrio entre el catálogo y la supervivencia. Respecto a la circulación y la difusión, son una gran ayuda ahora las redes sociales y las nuevas tecnologías: permiten una relación más directa con lector. Tenemos nuestros libros en casi todas las librerías de Medellín, Bogotá, Cali y Cartagena y buscamos la ayuda de periodistas y medios de comunicación para la difusión de nuestros libros, pero también tenemos una campaña permanente en redes sociales y despachamos libros a cualquier parte de Colombia gracias a la tienda virtual de nuestra página web.
¿Qué le puede aportar el trabajo de un editor a la agenda de discusión nacional?
Espero que no mucho. O por lo menos, a la hora de publicar un libro, en Angosta no nos importa mucho la agenda de discusión nacional. Esto quizá nos obligaría a publicar libros que mueran con la agenda. Para eso están los diarios, creo. Sin embargo, si un día nos llega un libro sobre el proceso de paz que además es buena literatura creo que seremos muy felices.
Ya no sé si era Onetti o García Márquez el que decía que el único deber de un escritor era escribir bien. La misma lógica aplica para el editor: su único deber es publicar buenos libros.
¿Cuáles son los ingredientes que debe tener un libro inédito para que le llame la atención y le interese publicarlo?
Buscamos voces únicas. Libros que no hubieran podido escribir otras personas. Ese criterio de selección nos facilita poner una novela de ciencia ficción como Vagabunda Bogotá al lado de una historia de un tono tan realista como Criacuervo. Los dos libros tienen voces inconfundibles. Lo mismo puedo decir de La corriente y Quisiera, que pertenecen a la misma colección. En el caso de la narrativa, estoy un poco cansado de esas novelas y cuentos estériles que suenan a traducciones del inglés, muy por la línea de Raymond Carver. Amo a Raymond Carver, pero odio a sus copias. No sé de dónde salen, pero es increíble la cantidad de textos escritos por autores de este tipo: impecables, con las comas y los puntos bien puestos, sin un solo error ortográfico o gramatical, sin oraciones subordinadas ni frases de más de media línea, todos los verbos en la voz activa, porque parece un crimen de un tiempo para acá decir “ha dicho” cuando se puede decir “dijo”, y todos, sin excepción, absolutamente genéricos.
¿En qué trabaja la editorial por estos días? ¿Qué nuevos títulos publicaran?
Hay tres libros próximos a salir, que presentaremos en la Fiesta del Libro de Medellín: el segundo de la colección Ébano, dedicado a la narrativa de no ficción, Niebla en la yarda, que reúne cuatro crónicas sobre la vida de presos colombianos en cárceles estadunidenses, escrito por Estefanía Carvajal, una periodista paisa muy joven. También publicaremos los dos primeros títulos de la colección Delta, que es la colección dedicada a esos libros clásicos que mencioné antes. Esta es una colección donde Héctor Abad tiene mucha participación: desde la selección de los títulos hasta la edición misma. Incluso, uno de esos títulos es una traducción hecha por él. Iniciamos Angosta con un libro de cuentos y creemos que es un género que merece más protagonismo. De manera que cerraremos el año con el lanzamiento de dos libros de cuentos de autores colombianos.