Revista Pijao
Iván Thays: 'La literatura era mi burbuja'
Iván Thays: 'La literatura era mi burbuja'

Por Juan Carlos Fangacio   Foto Alessandro Currarino

El Comercio (Pe)

En 1992, Nirvana grabó su canción "Frances Farmer Will Have Her Revenge on Seattle", dedicada a la diva hollywoodense caída en desgracia, lobotomizada en un psiquiátrico y fallecida en la miseria. Ese mismo año, por pura coincidencia, un joven Iván Thays publicaba su primer libro, "Las fotografías de Frances Farmer", un conjunto de cuentos inspirados tangencialmente en la actriz. Hoy, 25 años después, se reedita ese título clave en las letras peruanas de la época. La presentación será en la Feria del Libro Ricardo Palma.

— Hay tres tiempos en este libro: los cuentos en sí, escritos en 1992; el prólogo que escribiste en 1997; y un nuevo prólogo, escrito este año. ¿Son tres Iván Thays diferentes?

Creo que el Iván Thays que escribió el prólogo del 97 sí era muy distinto al del 92. Allí había una marca muy diferente, un gran cambio en mi manera de pensar la literatura.

— Que no necesariamente eran arrepentimientos.

No. Lo que pasa es que este libro nace cuando yo tenía 19 o 20 años y tenía una idea de la literatura que ahora no comparto: más que las anécdotas o los argumentos, me interesaban mucho las atmósferas, las escenas, las secuencias donde no se viese mucho la trama sino los movimientos, la prosa, el clima del texto. Por eso hay una tristeza sin sentido ni origen. Igual hasta ahora le tengo un cariño especial a este libro, porque me recuerda el joven que era: uno que vivía en un cuarto muy pequeño, que pintaba en las paredes, sumergido en un estado poético, una vida totalmente lírica.

— ¿Cómo escribiste esos cuentos?

Fue muy frenético. Yo literalmente vivía para escribir, era un proceso muy tedioso, casi no comía. Me pasaba horas tratando de buscar el sonido, la palabra exacta. Cosas verbales y artesanales que me importaban mucho. Y el libro es eso: la producción de una persona que vivía en un estado irreal, a pesar de que estaban pasando cosas terribles en el Perú. Pero la literatura era mi burbuja. Nunca en mi vida he escrito tanto como en esa época.

— ¿Y cómo estalla esa burbuja y pasas de ser ese chico medio emo a un tipo con un programa de TV y muy activo en Internet?

En ese tiempo solo me dedicaba a escribir, no pensaba en publicar esos cuentos. Eso hasta que Ricardo Sumalavia me pregunto si tenía algo escrito, se los di y los publicó. La reacción positiva que recibió el libro me sorprendió mucho. Ya luego asumí la carrera literaria como una profesión: me puse horario, me puse temas, y allí aparecen los demás libros, que son más intelectuales, mientras este es mucho más visceral. Años después vendría un tercer momento, que es el nacimiento de mi hijo, en el 2003. Eso implicó asumir un trabajo a tiempo completo, de saco y corbata. Se redujo mucho mi tiempo de escritura y de lectura y empezó otra carrera para mí.

— ¿Puedes ahondar un poco más en la forma en que te cambia la paternidad?

Lo que pasa es que a mí la paternidad me llegó casi seguida del divorcio. Me casé, tuve un hijo, y cuando este recién cumplía un año y medio, yo me divorcié de su madre. Entonces se mezclaron dos temas: el ser padre y el temor de perder la cotidianidad con mi hijo. Porque de repente tuve que irme a vivir a otra casa, y eso me creó una enorme angustia. Empecé a sentir algo que nunca había sentido, que era el dolor. Y el nacimiento de mi hijo realmente puso las prioridades en otro orden: la literatura y el ser escritor dejó de ser una prioridad para mí.

— ¿Y has vuelto a repetir esa experiencia del dolor? Te enfrentaste a problemas en que te hicieron cargamontones...

Sí, como el de mis críticas a la comida peruana. Pero ten en cuenta que yo administré durante varios años un blog muy leído [Moleskine Literario]. Entonces yo sabía cómo funcionaban esas cosas. Sabía que la avalancha de gente hablando de mí después de un tiempo se movería para hablar de otro tema, cambiarían de interés. Yo sabía cómo funcionaba, no podía afectarme demasiado. Pero el tema de la depresión, el dolor y la pérdida –pese a que nunca me alejé del todo de mi hijo, pues siempre lo frecuenté– han quedado presentes en mi forma de hacer literatura. Me preocupaba más por pensar en qué escribía, de qué manera trascendía mi literatura, qué mensajes podía dejar al lector.

— ¿Sientes que la literatura que se hace hoy en el Perú te da la razón respecto a tus críticas al grupo Narración y a las obras realistas a inicios de los 90?

En esa época lo que había era un consenso en que la literatura debía ser realista. Y yo tuve la suerte de publicar este libro al mismo tiempo que Mario Bellatin publicaba "Efecto invernadero". Fueron dos libros que le daban un camino distinto a la literatura peruana. Lo que creo que pasa hoy es que el realismo ha empezado a tomar la prosa nuevamente, con la diferencia de que quienes no la cultivan ya no son vistos como los raros. Y en eso hay escritores notables como Luis Hernán Castañeda –que me parece extraordinario– o Carlos Yushimito.

— ¿Y no te excediste un poco en el trato a algunos escritores de esa época?

Con Miguel Gutiérrez quizá. No debí mencionarlo tanto porque mi problema no era contra él, sino contra la forma de pensar la literatura que él simbolizaba. Incluso la única vez que hablé con él, fue muy amable conmigo. Nunca hubo nada personal. El tema de Sendero Luminoso, y que no zanjara con el terrorismo, sí me afectó muchísimo y me sigue afectando. Pero ese ya era un tema político, no literario. Y literariamente hablando sí creo que la gran deuda de casi todos esos escritores realistas era la prosa. La mala prosa me hacía mucho ruido.


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