Revista Pijao
'Escribir es la búsqueda de la obra, nunca se alcanza su forma'
'Escribir es la búsqueda de la obra, nunca se alcanza su forma'

Por Laureano Debat

Clarín (Ar)

Un sexagenario apodado Mac decide dar un giro a su vida y ponerse a escribir, después de muchos años de lectura voraz. Como primera tarea se impone la de copiar y mejorar un libro de juventud de Ander Sánchez, un escritor canónico en España. A partir de ahí, Mac inicia un camino de descubrimiento de nuevas maneras de leer a partir de la escritura. Walter y su contratiempo, la novela de Sánchez que el narrador intentará modificar, es un compendio de cuentos, cada uno con el estilo de un escritor diferente: Poe, Kafka, Hemingway, Carver... Un material que surge de una obra de juventud del propio Enrique Vila-Matas, Una casa para siempre (1988), donde se narra el drama de un ventrílocuo que tiene una sola voz y no puede crear más voces para sus muñecos.

El escritor introduce en su nuevo libro la figura del “modificador”, con la que busca romper con el mito de la voz propia y de la obra única e irrepetible. Y el trabajo de modificación que se trama en Mac y su contratiempo (Seix-Barral) tiene que ver, más que nada, con la sustitución de citas: un trabajo de reescritura que parte de proponer, en definitiva, una relectura del original.

Vila-Matas recibe a Clarín en el salón de la casa en donde vive desde 2010. Estamos en la zona de la plaza Francesc Macià, ese “barrio mental” que en su última novela llama El Coyote y que se encuentra en la frontera entre tres barrios barceloneses, sin una toponimia definida.

Consultado sobre la repercusión del atentado yihadista en Barcelona y sobre el referéndum de independencia en Cataluña, Vila-Matas prefiere mostrarse cauto. “Son dos temas sobre los que a cada momento, cada vez que vuelvo a pensar en ellos, pienso algo distinto de lo que pensé en la anterior ocasión. La misma actualidad política se está modificando constantemente y lo que uno dijo ayer no es extraño que al día siguiente tenga que rectificarlo”, dice el escritor.

- ¿Cómo fue trabajar con la reescritura de una novela propia? ¿De qué manera se relaciona con su obra de juventud?

- He trabajado con aquello como si fuera la novela de alguien diferente. Con todo lo que escribo me relaciono así. Al día siguiente de haber escrito folios que pertenecen a una novela, los releo, los veo con cierto distanciamiento y les añado un comentario sarcástico que siempre interviene en la novela. De ahí que en mis libros haya siempre un cierto distanciamiento irónico hacia lo que hago.

- La cita de Natalie Sarraute, “escribir es tratar de saber qué escribiríamos si escribiéremos”, aparece en el primer capítulo y sienta la base conceptual de la novela: la escritura como un intento permanente. Teniendo en cuenta que usted concibe la escritura como un proceso inconcluso y continuo, ¿se puede afirmar que “se ha escrito”?

- Kafka y Valéry dijeron lo mismo que Sarraute. Lo dice Blanchot cuando habla de la desaparición de la literatura: “Escribir, para mí, es un ejercicio”. Entiéndase aquí como ensayo o como intento. Y lo que dice Blanchot y puede ser que lo diga yo también, es que escribir es la búsqueda de la obra. Nunca se alcanza la obra, su forma. Me gusta mucho Macedonio Fernández, fundamental aunque aparezca poco en mi libro, pues en su Museo de la Novela de la Eterna habla de que estamos siempre en la búsqueda.

- En pleno desarrollo de su proceso de escritura, Mac va descubriendo cosas nuevas de sus lecturas anteriores, recuerda fragmentos de libros que leyó hace años y los incorpora a su diario. ¿Es la historia de un lector que descubre, con la escritura, una nueva manera de leer?

- No lo había pensado, pero me parece que así es. Porque, en definitiva, yo creo que todos los que releemos descubrimos que habíamos leído un libro distinto ¿no? Hay autores con los que me pasa siempre. Kafka, por ejemplo, es siempre interminable. Lo releo y pienso ¿pero cómo es posible que ahora vea otra cosa? Y eso es infinito. Y es uno de los placeres de la lectura, que siempre es incompleto lo que lees.

- En el libro se menciona una exposición en Nueva York sobre obras inacabadas, diciendo que el arte contemporáneo funciona porque “las obras no bastan y necesitamos un hueco para completarlas”. ¿Puede pensarse toda su obra desde esa fisura propia del arte contemporáneo para que el lector la complete?

- Sí, sin duda. De hecho los únicos libros míos que han circulado bastante y que han marchado bien, entre los que incluyo éste, han sido completados siempre por los lectores. Y aquí es obvio: el lector quiere continuar el libro para modificarlo, está muy pensado para el propio lector. Con Bartleby y compañía, por ejemplo, llegué a recibir cartas de todo el mundo (cuando se escribían cartas) donde me explicaban los autores que faltaban. Cada país tenía autores que yo no conocía: Corea del Sur, Indonesia... Y eran cartas que coincidían siempre en que, en la segunda parte, me nombraban los autores que faltaban y, en la primera, los que las escribían me contaban sus propias dificultades con la escritura. Era muy curioso que el esquema de las cartas fuera muy parecido en todo el mundo.

- ¿Alguna vez pensó hacer algo con esas cartas?

- Siempre dije que no haría nada porque me parecía horroroso aprovechar el filón del libro. Pero sí, es una cosa que se puede estudiar. Sería como intentar una segunda versión y sería muy divertido, porque saldrían todas las cartas reales. Pero más allá de la broma, no me gusta repetir los libros.

- Cuando habla de Fernando Pessoa, a partir de la cita “no evoluciono, viajo”, Mac dice que se conoce a alguien a partir de lo que desdeña. Usted incorpora en sus libros a aquellos autores que admira. Pero ¿cómo entra en su obra lo que desdeña?

- Entra un poco como le pasaba a Bolaño, con el que coincidíamos mucho en los autores que nos disgustaban. Básicamente, los que pensábamos que no eran escritores, por esa actitud que tenían hacia la escritura. Yo creo que era un residuo de romanticismo, la literatura ligada con la vida. Con esa idea de jugarse la vida, de alguna forma, para escribir. Hay muchísimos escritores a los que no les interesa la lectura ni que les cuentes la historia más atractiva del mundo. Por ahí los vas cazando. La corriente de la nueva narrativa española aportó una colección de autores que se hicieron escritores como también podrían haberse hecho ingenieros, que era la profesión que más gustaba a las madres de las chicas casaderas.

- Hay un juego de citas en el libro en el que aparece Bolaño citando a Faulkner, por ejemplo. El narrador las usa para trazar un paralelismo entre el cielo sin espectadores y los diarios personales que se escriben para no ser leídos. ¿Tiene usted algún diario que haya escrito para no ser leído? ¿Qué relación tiene con los diarios de otros escritores?

- Soy muy lector de diarios personales y llevo mis propios diarios también. Desde 1985 anoto en libretas todas las cosas que hago y los nombres de las personas que veo, sin reflexiones. Acontecimientos y sucesos puros, secos y planos como la vida, sin ningún interés. Esto no se puede publicar, porque es secreto. En el diario con literatura me creo un personaje, que habla por mí pero que no necesariamente tengo que ser yo. En este caso, ¿qué tiene más interés? ¿La vida a secas o la vida con literatura? Es para preguntarlo a las personas que no saben qué es la literatura.


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