Revista Pijao
Diálogo con Benhur Sánchez Suárez
Diálogo con Benhur Sánchez Suárez

Por Heider Rojas Quesada

Revista Índice de literatura

Este año, 2017, en la Filbo, lanzó usted el libro de cuentos El buzo negro. Creo que por 1967 había escrito La noche de tu piel, seleccionada ese año en el premio Esso de novela y que publicó en 1979. ¿Es así? ¿Está cumpliendo, entonces, 50 años de actividad literaria?

Así es. El buzo negro es una antología que reúne cuentos de mi primer libro, Los recuerdos sagrados, de 1973, y de mis dos últimos publicados, Cuentos con la Mona Cha, de 1995, e Historias de los malos tiempos, de 2012. Ha sido publicado en formato e-book por Pijao Editores en su colección Cincuenta cuentistas colombianos y dos antologías. Creo que, si tenemos en cuenta que a raíz de la figuración de mi novela en el Premio Esso tuve la oportunidad de publicar en la revista literaria Lámpara, en su número de diciembre de 1967, mi primer texto, La última tormenta, entonces puede decirse que mi carrera literaria empieza ahí y cumple cincuenta años en este diciembre de 2017. Dicho de otra manera, hace medio siglo comencé mi vida literaria pública. Otro dato sería impreciso porque yo pude haber empezado a los 7 u 8 años, pero es una idea solo sostenible por la imaginación. Prefiero acogerme al hecho tangible de una primera publicación en el medio periodístico que mantenía la empresa patrocinadora de aquel premio nacional, que especular con una genialidad de haber escrito algo cuando ni siquiera tenía conciencia del mundo en que vivía. Así empezó mi vida literaria hace cincuenta años. Mi segunda novela escrita, La solterona, que fue mi primer libro publicado en 1969, también está por llegar a los cincuenta, pero ella no fue mi iniciación literaria como lo creen muchos. Si fuera así, estaría por los 48 años.

2. La mayor parte de los escritores sucumben a lo que creen es el deber cumplido, o lo que creen es la obra ya hecha, o sucumben a la tranquilidad. En cambio, a usted en los últimos años lo siento con tanto vigor, sentido terrenal y deseos de escribir [y de pintar] como al comienzo. ¿Es así? ¿Por qué?

Creo que hay autores de un solo libro, aunque la mayoría siguen escribiendo así no publiquen lo que escriban. Son pocos los que expresan que ya no tienen nada qué escribir. En mi caso, pienso que mi oficio es la literatura y en este orden de ideas siento que por ahora no he acabado de escribir, que sólo lo haré cuando se silencie el mundo para mi cuerpo. Además, no estoy completamente satisfecho con lo escrito hasta ahora, sigo buscando aún ese tono, tal vez inexistente, y esa insatisfacción es mi motor y es la que me pone a trabajar como si fuera la primera vez. Desecho muchas cosas, pero sigo acumulando textos y motivos. En la pintura, como en la literatura, me sucede por igual, al fin de cuentas son expresiones artísticas que me permiten comunicarme con los demás. Así que experimento la misma necesidad de transmitir mis sensaciones y pensamientos en cualquiera de los dos géneros artísticos, porque de otra manera no sería lo que soy.

3. En el país la inmensa mayoría de los escritores no vive de la escritura, trabaja en otros campos, y es muy posible que el retiro laboral nunca llegue, o que si llega el escritor se encuentre ya sin savia, moralmente acabado. En su caso, ¿qué impacto tuvo pensionarse, dejar de trabajar por un sueldo, y tener todo el tiempo para escribir [y pintar]?

Tenía mucho afán de liberar mi tiempo para poder dedicarme por completo a la escritura y a la pintura, ejercerlas sin presión de ninguna especie, y por eso el mismo día que cumplí los veinte años legales de vinculación laboral al Banco de la República pedí salir a disfrutar de mi pensión, con la misma alegría de cuando me dieron la oportunidad de ejercer con ellos mi derecho a la supervivencia. Soy agradecido con la institución, qué más da, mi trabajo lo hice con responsabilidad y seriedad. Y es verdad lo que tú afirmas. La inmensa mayoría de escritores tenemos que dedicarnos a buscar la vida en otros oficios, a veces contrapuestos, porque vivir del arte no es tan fácil, sobre todo porque nadie considera que ser escritor o pintor sea una profesión. Este es un país excluyente e ignorante. Lo ideal es que cada uno viva de su trabajo. Sin embargo, tuve la ventaja de haber trabajado siempre en oficios afines al arte o vinculados de alguna manera a él, lo cual es una gran ventaja frente a los que se sacrifican en otras disciplinas. La educación, las editoriales, el periodismo, o las áreas culturales del Banco, por ejemplo. Quizá por esto al pensionarme no me encontré con el agotamiento de otros, es más, en la ansiedad de salir me encontré renovado, con muchas historias para ser contadas. Ese fue mi alimento espiritual, es decir, tenía material para escribir, no me había vaciado del todo. Y aunque no haya escrito y pintado tanto como cuando estuve esclavo con un horario laboral, he hecho a conciencia lo que he deseado. En doce años de pensionado he publicado siete libros, he hecho varias exposiciones de mi pintura, he hecho algunos viajes al exterior, he dictado conferencias, he participado en encuentros de escritores, actividades con las cuales me siento vital y avanzo con generosidad hacia el olvido. Mientras tanto, escribo y pinto como cuando era un niño travieso en el corredor luminoso de la casa paterna en Pitalito, y mantengo intacta mi travesura de vivir.

4. Me parece que hay varios momentos en su obra: uno de tono intimista, al comienzo [como en La solterona, de 1969]; uno de compromiso socio-político, en los setentas y hasta mediados de los ochentas; y luego un retorno al intimismo, incluso en sus incursiones en narraciones de corte histórico. ¿Cómo ve la evolución o las variaciones de su obra en el tiempo? 

Siempre me ha parecido curiosa la manera como encasillan y clasifican las obras de un autor y al autor mismo. Yo no he escrito por compromiso político, por ejemplo, como lo dicen casi todos los que se han ocupado de mí obra. Mi compromiso es con mi época, con la realidad que me ha tocado enfrentar. Mi preocupación siempre ha sido el ser humano, desde el momento en que decidí desentrañar las conmociones interiores de una mujer, hasta el drama de seres que buscan un mejor vivir. El intimismo que tú mencionas no es otra cosa que la búsqueda en lo más profundo de la condición humana. Mi obra es más de corte psicológico y social que político. Mi evolución la veo más por el orden formal, la búsqueda de la expresión y el tono, como ya te lo dije, el trabajo de establecer la estructura adecuada, aquella que ha de contener esas vidas, unas más imaginarias que otras, algunas más históricas que otras, pero siempre moviéndose en la vida como yo me he movido para sobrevivir en un medio que siempre ha sido convulso, injusto y desigual.

5. ¿Qué lugar ocupa El buzo negro?

Precisamente el lugar de la evolución de mi trabajo. Es un paso hacia la cotidianidad, de dejar de lado un poco las historias de oídas, para desarrollar lo tangible, lo vivido. Es evolución y al mismo tiempo la muestra de lo que he hecho en la narración corta, una temática inicial rural para desembocar en la vida en la ciudad. El buzo negro es una antología con el título de uno de los cuentos de ese libro que significó mi evolución literaria. La integré para cumplir con el llamado de Pijao Editores y hacer parte de la colección Cincuenta cuentistas colombianos, lanzada en la pasada Feria Internacional de Libro de Bogotá, FILBO, como ya lo sabes. Pero debo advertir, a propósito del tema, que mi producción cuentística es bien escasa. No escribo mucho en este género porque no me siento cómodo en este formato. Soy dado a la narración larga, quizá porque así empecé mi vida literaria, pretencioso empecé con una novela cuando aún no dimensionaba en qué compromiso me había metido, y casi que me siento extraño al abordar narraciones breves. Ahí están, de todas maneras, tres libros y dos antologías. Y quizás el más reciente, Cantata en yo mayor, pueda ser un libro de cuentos si se quiere, anécdotas escritas en corta extensión, aunque te suene paradójico, que contienen sucesos importantes que he experimentado a lo largo de mi vida. Claro que en el fondo tiene textura de novela, son como capítulos de un libro interminable. Por ahora.

6. A usted lo publicaron editoriales grandes, comerciales: Planeta [El cadáver, 1975], Plaza y Janés [La noche de tu piel, A ritmo de hombre, ambas en 1979], Oveja Negra [Venga le digo, 1985]. Luego sus libros en general han aparecido en editoriales pequeñas, poco comerciales, de escasa capacidad de distribución. ¿Por qué?

Empecé mi carrera literaria, como ya lo comprobaste, hace cincuenta años, cuando aún se pensaba para publicar en la calidad literaria por encima de otras consideraciones, también importantes, aunque menos artísticas. Ser escogido en España para publicar una novela no sólo era un honor sino una comprobación de que se escribía bien y se iba por el camino correcto. La evolución de la industria del libro se contaminó luego del tema económico, del consumismo, de la publicidad, de la globalización y esto hizo que las editoriales ya no se interesaran en la calidad literaria sino en la posibilidad económica de hacer libros rápidamente para vender en forma masiva. Se vinculaba más el tema con las ventas y el dinero que con el buen escribir. Entonces decidieron desechar a quienes escribimos pensando en la obra de arte, en la calidad literaria del texto, en las temáticas y, además, adujeron que a escritores viejos no los tendrían en cuenta. Sólo nos hubiéramos salvado si hubiéramos escrito obras con los temas que ellos pensaban posicionar rápidamente en el mercado. ¿Escritores por encargo? No seguí ese camino. También los concursos y premios literarios se contaminaron con el mismo síndrome económico. Y no sólo nos replegamos los escritores sino también algunas editoriales, que cerraron su actividad porque no soportaron la competencia brutal que generó el consumismo. Y sucede que la literatura es de paciencia, de la infinita espera de lo adecuado y lo correcto y no el morbo de lo inmediato, lo fungible y transitorio. Por eso no volví ni a mostrar mi cara en esas grandes editoriales. La última vez que lo intenté en alguna de esas me contestaron que mi libro no encajaba en ninguna de sus colecciones, como si una novela no pudiera publicarse con otras novelas, la respuesta más idiota que he recibido en mis cincuenta años de vida literaria. Pero como necesito mostrar lo que sigo escribiendo, lo hago en editoriales que conservan el deseo de la trascendencia, pequeñas e independientes de las multinacionales, y ahí van montados mis libros con iguales ventas que cuando me publicaban los ahora grandes consorcios editoriales, dueños de los medios, arrogantes en la difusión de sus autores, protegidos por el Estado. Así lo he hecho con Migema Editores, Thalassa editores, La Serpiente emplumada, Caza de libros y ahora en Pijao Editores, porque en ellas ha habido siempre un compromiso ineludible con el arte, con la calidad literaria, con la buena literatura.

7. ¿En qué ha cambiado el mundo editorial desde los años 70?

Gran parte de los cambios se han presentado por lo que te acabo de comentar. Pero la evolución editorial ha sido prodigiosa y visible en la parte tecnológica. La era digital ha facilitado mucho el proceso para la producción del libro. Son fascinantes las herramientas con que se cuenta hoy para la producción editorial. Eso me parece maravilloso. Ya no se embodegan miles de ejemplares, sino que se imprime el número de ejemplares de acuerdo a la demanda. Es más, cualquier autor puede producir su libro con la ayuda de un computador. En eso hay mucha improvisación, pero se decanta o se decantará, por supuesto. Y, claro, la influencia notoria de la divulgación instantánea del libro, la aparición de los e-books, las redes, los programas de autoedición, que enriquecen el universo del libro y de la literatura, son muestra hoy en día de la dinámica de las editoriales. Lo cierto es que, a pesar de todos esos avances, el escritor siempre será aquel ser que se conmociona con algo, concibe la idea, piensa el texto, lo escribe, lo revisa, lo reescribe, y para ello es necesaria la paciencia de la creación, la mesura en la búsqueda del arte de la palabra. Pero el tiempo decantará tanta basura que se publica hoy con el morbo de la venta rápida y la fama instantánea, esa que obnubila a muchos escritores que no saben que pasan por la vida como cualquier detergente que se ha tomado a los hogares y hoy no se utiliza. Ni se acuerdan de él.

8. ¿Han perdido presencia las revistas y magazines literarios como vehículos de difusión de autores no publicitados por las grandes editoriales?

Por supuesto. Sobre todo, los magazines o suplementos literarios dominicales de los periódicos que llegaron a ser lectura obligada los fines de semana en cualquier rincón de la patria. Yo me formé con Lecturas Dominicales de El Tiempo. Ahora son magazines de farándula con espacios mínimos para anunciar un libro o un autor, autores publicados por las editoriales que son parte del consorcio del periódico. Ni tontos que fueran para hacerle divulgación a obras que no son producidas por ellos. Son la cultura del espectáculo, como lo dijera Mario Vargas Llosa. Las revistas son otra cosa, van destinadas a un público específico, tal vez avisado o académico, su periodicidad es variable y siempre están supeditadas a la financiación que no todas las veces está asegurada. A pesar de eso, todavía los escritores tienen la ambición de crear su revista para promocionar su obra. Hoy están los blogs y portales de Internet, las redes sociales como el Facebook o el Instagram, pero también para públicos cautivos, tu círculo de contactos. Responden a esa necesidad de divulgar el trabajo, de posicionar el libro frente al bombardeo publicitario de las grandes compañías que no dan respiro, dictan arrogantes lo que se tiene que leer o hacer como si fuera de ellos no hubiera salvación.

9. ¿Cómo era la crítica literaria de entonces y cómo es la de ahora [si existe]?

La crítica literaria siempre ha sido muy escasa, casi inexistente. Algunos autores fueron importantes por sus comentarios, pero no hubo una sistemática investigación de nuestro oficio literario, salvo las contadas excepciones que ya todos conocen, la mayoría se engolosinaron con los autores de otras latitudes para ganar nombradía y respeto académico. Expertos en Man, Shakespeare o Borges. Son muy pocos los autores nuestros que cuentan con un estudio profundo de su obra, Gabriel García Márquez dentro de las contadas excepciones, algunos tratando de robar inmortalidad a costa del maestro. Reseñistas muchos, algunos por amiguismo, la rosca de los elogios, lo que hace de la historia de la literatura una colcha de retazos sin la seriedad de la ciencia, sin la profundidad de la lectura y motivados más por el afecto que por el conocimiento. Además, la mezquindad y tal vez la envidia, hacen del análisis la posibilidad de acabar con el otro y es cuando se erigen falsos profetas con marañas teóricas capaces de enlodar el trabajo de autores que no son de sus simpatías. Difícil encontrar un estudioso, porque eso debe ser el crítico, en medio de la banalidad en que se ha convertido el ejercicio del oficio literario. Y mucho más en una sociedad que ni siquiera reconoce la escritura como un oficio digno. Para esta carencia de crítica también influye la poca posibilidad de difundir el trabajo crítico, la falta de estímulo a la investigación, salvo las publicaciones académicas que son de escasa circulación y se mueven en un círculo bastante cerrado, muchas veces inaccesible al escritor.

10. Los booktubers reseñan libros en canales de Youtube, ¿qué piensa de ellos?

Cumplen su papel en la sociedad del espectáculo.

11. ¿Qué opinión tiene de la autoedición?

Cuando no se tiene la posibilidad de una empresa editorial que nos publique y avale nuestro texto con su sello, surge en primer lugar la publicación por cuenta del autor, que en el fondo es una forma de la autoedición. Hoy en día es muy usual este procedimiento, incluso en editoriales de bastante reconocimiento. Pagas y te publican. Con las nuevas tecnologías se abrieron infinidad de posibilidades para la comunicación, entre ellas que el autor edite su propia obra en su computador, que es lo más cercano a la autoedición. Eso significa que el autor puede ser editor de su propio libro. En principio una genialidad. Maravilloso que un autor pueda producir su edición en una cantidad que su capacidad se la permita. Yo lo hice. Engolosinado con el computador, un programa de diseño y una impresora, hice un libro de cuentos en largas trasnochadas para vender en una Feria del Libro. Inventé el sello editorial para darle credibilidad al libro. Llegué hasta los quinientos ejemplares solicitados. Fue un éxito, en realidad. Pero me cansé. Para lograr algo similar el autor tiene que olvidarse de escribir porque el trabajo de imprimir, compaginar, cortar, pegar, encaratular, divulgar y vender es supremamente dispendioso y agotador. ¿Y escribir? ¿Luego mi oficio no es escribir? No se nos debe olvidar que editar también es un oficio, un hermoso oficio, regido por conocimientos que escapan a la formación del escritor, guiado por principios estéticos que lo convierten en un arte. Con la autoedición se violan muchos de estos principios. No se trata de hacer libros por hacer, sino que el libro sea un objeto de arte y como tal debe ser producido. Conocimientos como el diseño, que atañe a la belleza de la página incluida su letra, su tamaño, su espaciatura, sus márgenes, el formato de sus páginas, sus proporciones estéticas, etc., se deben respetar para tener un objeto agradable a la vista, que invite a la lectura. No se trata de imprimir y pegar hojas para entregar a un círculo reducido de nuestra familia o de nuestras amistades. No, eso no es así, aunque se sepa que la principal causa de proceder por cuenta propia son los costos del libro, la política de publicación de las grandes editoriales y la carencia de recursos que, por lo general, tiene el escritor. No hay que olvidar que el libro, dentro de sus múltiples cualidades, debe ser una obra arte que producen los artistas del diseño y la impresión.

12. ¿Qué piensa del e-book?

Claro que existe la posibilidad de hacer los e-books, cómo no. Sin embargo, ellos también requieren del conocimiento de una tecnología que escapa a nuestro control. Para ellos también hay especialistas. Pienso que los e-books solo son otro soporte del libro, otra forma de divulgar la obra de un escritor, de poner en las manos del público el trabajo del autor. Su éxito depende del lector. Hay quienes estamos todavía en la cultura del papel y nos es difícil concentrarnos en un texto digital. Existen otros que se mantienen apegados a la pantalla de su equipo y se les facilita más acercarse al texto en esta forma. La verdad, los libros debieran hacerse en ambos soportes para que sea el lector quien elija el soporte que mejor se acomode a sus necesidades. Yo, por ejemplo, tengo mi Kindle y he comprado libros en Amazon de autores que no consigo en mi medio, como las novelas de mi paisano Mario Bahamón Dussán, los he leído más lentamente porque se me fatiga la vista con facilidad. Por eso prefiero el papel, no hay duda. Perfectamente se puede convivir los dos soportes, tanto el papel como el digital, con sus propios mecanismos de producción, y el lector sabrá elegir con cual se siente más a gusto o cual satisface mejor su necesidad de goce y conocimiento. El tiempo dirá si alguno de los dos soportes desaparece, solo sé que el libro seguirá existiendo por encima de ellos porque es uno de los inventos más importantes de la humanidad a través de su historia. A lo mejor volvamos a la piedra o al pergamino. ¿Quién dice que no?

13. Usted es oriundo del Huila, de Pitalito. ¿Cree que su obra es conocida en el Huila?

No, en absoluto. Mi obra es totalmente desconocida en mi pueblo natal y en el Huila. Tal vez algunos hayan oído hablar de La solterona, quizá la hayan leído, pero no más. También son pocos los que saben que yo existo y, si lo saben, guardan con celo ese secreto.

14. ¿Las nuevas generaciones de huilenses saben de su obra? ¿Por qué?

No, tampoco saben. Si mis contemporáneos me desconocen ¿cómo se puede pretender que enseñen a las nuevas generaciones la existencia de un escritor de su región? Es motivado por una apatía muy grande que les evita el compromiso de leer. En mi caso prefieren las referencias porque carecen de sentido de pertenencia. Quienes pudieran dar a conocer mi trabajo se evitan la molestia porque para hacerlo tendrían que leerme, y esa es una actividad poco atractiva para ellos, de ahí que les sea mejor hablar mal de ella que conocerla. También me desconocen olímpicamente para cualquier actividad relacionada con la literatura.

15. Usted parece un exiliado del Huila. ¿Lo es?, ¿por qué?

Porque siempre he sido rechazado, sutil o abiertamente. Es difícil que mi nombre se incluya en invitaciones, en publicaciones o en conferencias sobre determinado tema en los que se supone tengo ciertos conocimientos y pudiera compartirlos. Y, como he dicho, mi obra es desconocida por los huilenses por la mezquindad de quienes tienen la oportunidad de hacerme visible y niegan mi trabajo. Cuando alguien indaga por mí he oído a muchos sacar la disculpa de que yo ando perdido, imagínate, cuando en verdad soy bastante estable en mis domicilios, llevo, por ejemplo, veinte años en Ibagué, viviendo en la misma dirección, mi correo electrónico ha permanecido el mismo desde que conocí esa tecnología, mi celular siempre ha sido el número que ya conocen. Este desprecio latente hace que viva alejado, al punto de que mi desarraigo sea ya casi total. La última vez que estuve en mi pueblo natal encontré una ciudad desconocida, donde se arrasaron los símbolos de mi identidad con ella, donde hasta el paisaje es distinto, donde creen que encementar el valle es símbolo de progreso. Cuando siento que me da igual ir a Pereira o a Neiva o a Pitalito, me parece que estoy desarraigado, es decir, que mi sentido de pertenencia se ha borrado casi por completo. Las mismas calles con los mismos almacenes, los mismos letreros luminosos, idénticos supermercados y centros comerciales, hasta las mismas vulgaridades en las calles. Pero, fíjate Heider, ante ese desconocimiento de lo que soy, pienso que es de elemental cortesía y afecto entregarme a la región y a la ciudad que apoya mis esfuerzos y me siente como suyo. Salvo personas como tú, que me incluye en tus trabajos para historiar de algún modo mi presencia en la literatura del Huila, los demás son el rostro de mi exilio.

16. En el 2005, cuando el Departamento del Huila cumplió 100 años, se editó por encargo oficial la Colección Centenario. ¿Por qué cree que no incluyeron a ningún autor vivo?

Es curioso lo sucedido con esa colección. Algunos años antes, tal vez dos, presenté la propuesta de publicar una colección de doce títulos y dos antologías, con las obras que, con base en los estudios que hice desde la década de los años setenta, me parecieron meritorias y representantes de la evolución de la literatura en el departamento. No me importaba si estaban vivos o muertos, me importaban las obras y su representatividad histórica. Nunca me contestaron. Luego conocí algo de esa colección ya publicada. Ediciones desastrosas, valga decirlo. Ni siquiera tuvieron la precaución de editar los textos, limpiarlos de las malezas que ostentaban sus ediciones iniciales. La vorágine, de José Eustasio Rivera, fue quizá la mejor editada. Y ante tanto panorama de envidias, mezquindades y tráfico de influencias, los directores de esa colección optaron por la que creyeron la vía más sana y fue no publicar autores vivos, por lo “vivos”. De esta manera privaron a la colección de obras significativas, que hubieran dado claridad al desarrollo de las letras huilenses, como El retador de Vivaldi, de Antonio Iriarte Cadena, vivo en ese año, al lado de obras de otros muertos como El trabajo, de Waldina Dávila de Ponce de León, Ellos estaban solos frente al monte, de Luís Pérez Medina, o Raspa, de Antonio Palomar Avilés. También la selección que hicieran fue precaria, mínima, tal vez, como siempre, por razones económicas, y dejaron por fuera obras fundamentales, incluso de sus apreciados muertos. Caso aparte es La vorágine. Siempre he tenido un profundo respeto y una gran admiración por esta novela, vital en el desarrollo de la literatura latinoamericana, pero he estado en desacuerdo con la reiterada edición de la obra porque los que necesitan difusión y publicación son otros y La vorágine se consigue en ediciones variadas, unas de importantes editoriales, otras ediciones institucionales y las más en ediciones piratas que se venden en cualquier puesto de revistas en el país. Y el departamento ha invertido una buena cantidad de dinero en hacer ediciones de ella, cuatro que yo conozca, que quedan en bodegas y no han incrementado su lectura o por lo menos es poco cuantificable ese resultado. Y no es que esté en contra de Rivera, por el contrario, aplaudo que haya que homenajearlo, es nuestro único y más grande escritor nacido en la región, pero el dinero de las ediciones bien hubiera podido servir para estructurar una auténtica biblioteca de autores huilenses en su honor, con condiciones precisas, y no motivada para satisfacer el ego de los sabios en estos menesteres. Por un pedido tan claro se me ha encasillado como antiriveriano, lo cual no es cierto. Yo sí he leído la novela y la defiendo en cualquier escenario que se presente. No soy envidioso de su gloria, como lo insinuara un cura riveriano en algún momento de mi defensa de los escritores huilenses en uno de esos aniversarios memorables.

17. ¿No era una buena oportunidad de confrontar a los vivos con los lectores?

Si, aunque vivos se confrontan solos, es más, como el fin último de la literatura es la comunicación, las obras recorren su propio camino. Lo que es inequitativo y discriminatorio es el escenario de la divulgación y de la puesta en manos del lector de las obras publicadas. Un libro que no consiga lectores no existe. Y en este campo es donde se presentan los peores desconocimientos, las humillaciones sutiles, las impugnaciones falaces, en fin, la hipocresía rampante. La peor persecución es la indiferencia. Así que para que esa confrontación sea enriquecedora, edificante, es necesario que las obras de los autores sean divulgadas por igual, de tal suerte que sea el lector quien las acoja o las rechace y de esta manera haya una dinámica natural en el conocimiento del autor y de su obra. Suena a una utopía, es cierto, porque hoy en día influye el factor económico y hasta la divulgación se compra o se paga y así se torna complejo el mundo en que el lector sabe de la existencia de las obras y decide su compra y su lectura.

18. ¿No será que los que manejaron la colección solo creían en los muertos, o les resultaba más cómodo seleccionar a los muertos para no complicarse la vida estableciendo méritos y corriendo el riesgo de dejar amigos por fuera?

Es posible. Y te aclaro, por las dudas, que no sé quiénes fueron. A mi entender asumieron la posición menos comprometedora de todas. Incluir un autor vivo en una colección tan importante, por la connotación de centenario y esas cosas, implica defenderlo y conocer a fondo su obra, cosa que no quisieron enfrentar los que tuvieron en sus manos la decisión. O jugarse su supuesto prestigio con discusiones desgastantes. Demostraron que no conocen nuestra literatura. Para el segundo centenario ojalá haya más conciencia y más conocimiento. O más muertos ilustres. Y más recursos. ¿O será que el departamento ha de ser menesteroso de por vida? ¿Algún día entenderán que las letras son más importantes que el cemento?

19. Julián Motta Salas y la mayoría de los poetas incluidos en la Antología Poética, de la Colección Centenario, me parecen faltos de originalidad y caducos, a mi modo de ver era impresentable exhibirlos ante las nuevas generaciones como la tradición literaria del lugar, ¿usted qué piensa?

Estoy de acuerdo contigo. Aunque no conozco bien esa Antología, creo que obedece a un fenómeno que he planteado en algunas ocasiones y que sólo ha servido para que me estigmaticen y ahonden mi desarraigo. Antes de Silvia Lorenzo y de los Papelípolas, los poetas eran riverianos, no hay duda, eran sonetistas a la manera del ídolo en que se convirtió José Eustasio con Tierra de promisión. Eran epigonales y por tanto monótonos en sus temáticas y en su tratamiento. Eran paisajistas y telúricos. Creo que Julián Motta Salas no aparece en esta antología, sino que es parte de la colección centenario con su novela epigonal Alonso Quijano, el bueno. Pero, como decía José Martí, el vino es malo, pero es nuestro vino. Quiero decir, esos fueron nuestros poetas y es importante conocerlos. Hay que mostrarlos porque son parte de esa evolución que es la que nos justifica hoy en día y justificará lo venidero. Parece que también el criterio de los muertos influyó para esa selección con idénticos resultados de desconocimiento y mediocridad.

20. ¿Por qué cree que la Universidad Surcolombiana nunca se ha interesado en la literatura del Huila [con excepción de Rivera, por obvias razones]? ¿O sí se ha interesado?

Por el arribismo de nuestros intelectuales y maestros, que es proverbial. Creen que están a la altura de lo universal con autores de todas partes menos con los de su entorno porque se sienten empobrecidos. Se sienten minusválidos en su elocuencia, pero hablan de la identidad y esas pendejadas. Les da vergüenza porque sienten que los van a considerar también provincianos como a los escritores que niegan. Ridículos. Aquí cabe recordar una anécdota que tuve con unas chicas prestas a graduarse como licenciadas en literatura y que acudieron a mí para que las orientara en su proyecto de tesis sobre la narrativa del Huila. Se me acercaron porque, como algo insólito, sabían que yo había publicado algo sobre ella. Pues su proyecto fue negado porque les dijeron que era mucho mejor que trabajaran sobre la literatura alemana o la francesa porque eso sí valía la pena. Esa actitud se repitió por mucho tiempo. Y fíjate Heider que yo puedo darme el lujo de no haber sido ni siquiera mencionado en tantas revistas y publicaciones de esa universidad, porque tampoco existo para ellos. Aquí para los dos nomás, esa virginidad quiero mantenerla mientras viva. Y no porque yo me crea importante sino porque he publicado libros, así los consideren malos (¿los habrán leído?), y eso debe contar en algo para un estudio mínimamente serio. Yo existo por encima de esa universidad. Entiendo que hoy en día hay un cambio de actitud (¿cambiarían los profesores?) y he respondido cuestionamientos de estudiantes sobre La Venturosa y sobre Waldina Dávila de Ponce de León, por ejemplo, porque hay estudiantes empeñadas y empeñados en leer esas obras, estudiarlas y analizarlas con las herramientas que les ha dado la carrera. Eso es positivo. Lo malo es que las obras no se consiguen y ahí es cuando se nota la carencia de una Biblioteca de Autores Huilenses de verdad, seria y responsable.

21. Creo que en su larga carrera literaria solo en un par de ocasiones el Fondo de Autores Huilenses le ha publicado obras. La solterona, en 1969, e Identidad cultural del Huila en su narrativa y otros ensayos, en 1994, si no estoy mal. ¿Por qué no ha tenido más presencia en ese Fondo?

Porque me desconocen o, como te lo he repetido, no me reconocen. O porque consideran que no necesito porque he sido publicado profusamente en otros lados. Algunos dicen que soy rico, como si publicar fuera una limosna. Aquí quiero aclarar que La solterona, avalada por haber sido finalista del Premio Esso de Novela, tuvo varias ofertas de publicación en editoriales nacionales y extranjeras, pero yo, todavía montañero, por un patriotismo quizás irracional o un arraigo que todavía habitaba mi espíritu, quise que la publicación se hiciera en el Huila. Nunca me arrepiento, por supuesto, pero esa publicación en provincia retrasó mi difusión, pocos entendieron mi actitud. Esa colección se acabó, creo que por el incendio de la imprenta departamental o por el retiro de Gentil Fajardo, su acucioso director. Posteriormente se intentó otra colección, en tiempos de Olmo Guillermo Liévano, y para ella sí me llamaron y fue cuando decidí que debía publicar una recopilación de ensayos sobre la literatura del Huila que, como es obvio, pocos saben que existen o casi nadie conoce. De esta publicación sí me arrepiento porque fue hecha con los pies, no se diseñó como lo merece todo libro, lo imprimieron con el mismo tipo de letra de máquina de escribir que lo envié, lo cosieron con unos ganchos horrorosos y es el libro peor editado de cuantos he publicado en mi carrera cincuentenaria. Parte de esa edición la doné en una buena cantidad para apoyar la biblioteca de Pitalito. Era tan feo que nadie lo compró. Creo que terminó en la basura. Hoy lo que existe es un fondo de autores, que no es lo mismo que una biblioteca de autores porque es menos rigurosa la selección y permite abusos que es bueno que se evidencien algún día.

22. A mí me han publicado un par de libros, sin enchufes, lo que no obsta para preguntar ¿el Fondo de Autores Huilenses cumple adecuadamente su objeto?

No, no lo cumple. Y no lo cumple porque no hay una política editorial en el campo cultural. O si la hay es secreta y los libros aparecen sin justificación real, salvo los premios departamentales que, por obvias razones, han pasado por las manos de un jurado calificador. Creo que eso es lo que sucede. He visto algunos títulos y autores que se repiten año tras año sin saberse quién decide su calidad ni quienes aprueban esa publicación. Habría que ver si se justifica tamaña inversión en obras de un mismo autor, con tantos a la espera de una oportunidad. Pero una colección de autores es indispensable, es una manera de mantener la memoria literaria y estimular las nuevas propuestas que asoman de cuando en vez y no tienen apoyo.

23. Si Wikipedia no miente, usted fue director del Instituto Huilense de Cultura entre 1972 y 1974. Por esa época escritores, pintores y gestores culturales llegaban a dirigir ese Instituto. Luego se lo tomaron los políticos [y no lo han soltado, lo convirtieron en Secretaría, con menos independencia], incluso ha sido premio de consolación para políticos perdedores. ¿Cree que es así, y en caso afirmativo qué opinión le merece esa situación?

Tienes razón. Me parece que estuve tres años en Neiva en esos menesteres. Y, sí, los directores eran artistas e intelectuales de algún renombre. Prácticamente yo fui el primer director de ese Instituto, porque estaba recién creado y Viviana Molina, que fue artífice de su creación, se retiró no bien se constituyó la institución. Luego se creó la Secretaría y, como tú dices, se convirtió en un fortín político porque hizo parte del reparto burocrático de los partidos políticos. La que era una oscura oficina de extensión cultural y luego el nombrado instituto, pasó a ser cuota burocrática y política. Es preocupante, porque eso avala la existencia de roscas, cambios de rumbo, diferentes prioridades de acuerdo al político de turno, inestabilidad en las acciones, improvisación por aquello de que “cada alcalde manda en su año”, en fin. Por esta costumbre se ha arrasado con iniciativas valiosas porque cada uno cree que con él empieza el mundo, tienen el complejo de Adan, y desconocen olímpicamente lo edificado hasta entonces. Y en este caso porque no hay una política cultural definida, que sea cumplida sea cual fuere el secretario de turno. Además, no sé si has notado, pero los mandos medios han sido casi los mismos desde hace mucho tiempo y preocupa que no orienten al nuevo que llegue e, incluso, no le exijan cumplir el rol que debe tener una entidad gestora de cultura, incentivadora del arte de la región. Es poco lo que puedo agregar, a lo mejor estoy equivocado porque desconozco muchas dinámicas en curso, soy un desarraigado, exiliado y desconocido artista en el entramado de esa dinámica cultural que se maneja allá, lo que digo lo hago con base en lo que me cuentan sin que yo haya pedido que lo hagan, es el rumor que corre, quizás el chisme, pero información al fin de cuentas. Tal vez sea irresponsable, pero es el clima que percibo y mis respuestas a tus preguntas son sinceras. Pero creo que las cosas comenzaron a ser así porque existe una dependencia desmedida por los políticos, que llega a la adoración. Y fíjate que para los medios y los periodistas los personajes son ellos siempre. Cada vez que se presenta la exaltación de huilenses, los primeros son los políticos. ¿Qué podemos esperar en el apoyo y estímulo de las artes si los recursos son para ellos?

24. La Filbo de este año es ejemplo, en el Huila, de la toma del pequeño escenario literario por los políticos. Para el Día de la Huilensidad [donde sintomáticamente se ha vuelto costumbre que los libros cedan protagonismo a los himnos, las danzas, las alpargatas, los raboegallos] la parte central de la publicidad la acapararon obras relacionadas con políticos y gamonales. ¿Por qué ocurre eso en el Huila?

Yo no voy a esos actos, perdóname que me vuelva reiterativo y cansón, porque no me invitan y no me tienen en cuenta, así tenga libros nuevos en el marco de la Feria. Escuché en alguna ocasión a una flamante secretaria de cultura que yo no podía participar porque no estaba en el programa. De risa, claro está. Sin embargo, pienso que los institutos o las secretarías no existen solo para apoyar la literatura. No. Tan importantes como ella son la danza, el teatro, el cine, las artes visuales, incluso las artesanías. Pero si en el Festival del Bambuco no se hacen exposiciones de pintura ni conferencias de literatura so pena de fracasar en el intento, porque el tema es el folclor, así también las ferias del libro debieran ser sólo para autores y sus libros. Eso debe quedar claro. Hay que dejar de pensar en actos escueleros para darle a cada género la importancia que se merece. Claro que también la vida de los políticos se escribe y se publica, también son libros y, como es obvio, necesitan un espacio que debe ser igual al dedicado a los demás títulos porque es una feria del libro. Que no abusen, como lo hacen con sus puestos burocráticos. En cuanto a libros sobre políticos, esos abundan, hay más panegíricos publicados que novelas, más biografías ensalzadoras que libros de poemas, sin demeritar que algunos de ellos se lo merezcan porque el hecho de ser políticos no los priva del gusto por el arte, por el conocimiento de la historia de la cultura, del deseo de apoyar estas manifestaciones, sean de la corriente política y de pensamiento que sean. Debemos preguntarnos es si ellos merecen ese libro escrito, porque sólo han trabajado para su beneficio y de sus familias, han medrado en la burocracia toda la vida sin mayores ejecutorias y no es justo tanto boato para vidas tan mediocres. Lo angustioso y reprochable es que sólo ellos, únicamente ellos, ocupan por unos pocos días un cargo cualquiera y ya tienen ganado el puesto en el cielo de los inmortales. Claro que también la gloria en el más acá porque son únicos en recibir las bondades de la ley y el perdón y olvido cuando se roban el erario y duermen el sueño de los justos cuando son parlamentarios. Que es otra manera de robar. Benditos sean.

25. ¿Los escritores huilenses actuales lo permiten? ¿Se han vuelto clientela de los políticos?

En realidad, no sabría responderte con propiedad esta pregunta, justamente porque estoy desarraigado y, repito, desconozco el contexto en que se mueven los escritores allá hoy en día. Tal vez estén vinculados a las universidades o tengan algún puesto público concedido por la intervención de algún gamonal de turno, no lo sé, hay que entender que vivir de la literatura no es una opción y es necesario trabajar en otras cosas para sobrevivir. Yo no sé si los apoyan o los critican, si practican sus políticas o las contradicen, si ellos les pagan para que vivan o han ido a la cárcel por su culpa. Quizá se han quedado herméticos en su torre de cristal. Sin embargo, por lo general los escritores poco han sido tenidos en cuenta por los políticos, precisamente por el desprecio y el escaso conocimiento que tienen sobre ellos. Pareciera que no les sirven de nada, los ven como los bufones del reino, salvo aquellos que han abrazado el trabajo periodístico porque ahí si medran en sus campos necesarios. Intentan comprarlos, es lo que sé. Y si alguno llega a sobresalir quieren salir en la foto con el agraciado, pero después del baño de popularidad siguen dándole el trato de desechable e innecesario. A la hora de la verdad, creo que el desprecio es mutuo. Allá cada quien con su conciencia.

26. ¿Había allí en décadas anteriores mayor consciencia del poder de la escritura y de su independencia?

En apariencia siempre la ha habido. Lo que pasa es que, en esa época, digamos la primera mitad del siglo XX, la palabra constituía un mandato y su poder era ilimitado. Por ejemplo, Reynaldo Matiz escribió un artículo contra los Perdomo por la masacre de Los limpios, y eso decretó su muerte porque los políticos influyentes de entonces no perdonaron su irrespeto a sus más queridos gamonales. Augusto Angel Santacoloma, por su parte, era implacable con su revista El Bronce contra sus contradictores políticos, aunque defendía con encono y fanatismo a sus copartidarios, que eran tan escoria como los otros. Hoy en día hay menos posibilidades de publicar en los periódicos, pero la misma amenaza que pesó sobre Reynaldo sigue pesando sobre los que piensan distinto del establecimiento o se ubican en orillas opuestas a los politiqueros de siempre. Y muchas veces las consecuencias son las mismas. Un cura o un expresidente señala que alguien es comunista y es como si dieran la orden para que los desaparezcan. La palabra sigue siendo un poder muy grande que, bien utilizada, puede dignificar al hombre.

27. ¿Cuál es su mejor novela y su mejor libro de cuentos?

No lo sé. Lo que sí sé es que hay unos títulos mío más leídos que otros. Claro que tu pregunta la puedo tomar también desde el punto de vista de lo íntimo, de cuál novela me significó más trabajo, más entusiasmo o más tristeza, por decir lo menos, para lograrla. Desde el primer punto de vista La solterona aún se sigue leyendo, casi cincuenta años después de haber sido publicada, lleva en su soltería varias ediciones; Buen viaje General ha tenido mucho éxito entre mis lectores, completa dos ediciones y ha sido reconocida como muy interesante; Venga le digo es mi novela con mayor número de ejemplares publicados y también ajusta tres ediciones y varias reediciones; Victoria en España va por su tercera edición, esta última en una editorial española, que se lanza este año en la Feria del Libro de Madrid. En fin, mis libros se leen, no puedo negarlo. Desde el segundo punto de vista creo que Memoria de un instante es la novela que más quiero, no sólo porque es la vida de mi padre sino porque me costó mucho lograr el tono y la actitud de escritor frente a su personaje, tuve que escribirla diez veces, duré diez años escribiéndola y, quizás, estas dificultades hayan permitido que la quiera más que a las demás. Es la hija boba de mi familia literaria. Y, para que te des cuenta, es una novela totalmente desconocida, casi es inédita. Pero no creo que ninguna sea mejor que las otras.

28. ¿Cuál es su mejor cuento?

Ninguno, Heider. Realmente no nací para la narración corta, me estrené en la vida literaria con una novela y eso marcó mi curso en la escritura. En resumen, creo que mis cuentos publicados son como una novela. De hecho, muchos de ellos fueron el origen de una novela, como El cadáver del cual surgió la novela del mismo nombre, o Todo empezó con el hastío, que dio origen a mi novela A ritmo de hombre. Mi cuento más conocido y más traducido, publicado en alemán y en francés, fue Hasta mañana, tío, incluso publicado en dos antologías en Alemania, una de cuento colombiano y otra de cuento latinoamericano. También fue incluido en dos antologías en Colombia. Mi cuento, Fórmula contra la soledad, fue traducido al italiano y publicado en la revista Il-Cibo, un número dedicado a narraciones que tuvieran que ver con la cocina. Curioso, ¿no? Es un cuento insólito porque se trata de una receta para preparar un pescado pero que causó gran impacto. En realidad, es un cuento de amor. Primero se publicó en italiano y luego se conoció en español. Como ves, mis cuentos más famosos no son sobre la violencia, como han dicho muchos de mi literatura y han estigmatizado mi cuentística, si es que ella existe. Y tampoco mis novelas.

29. ¿Con qué escrito piensa que puede atraer a su obra a quien no haya leído nada suyo o haya leído obras sueltas?

Tampoco lo sé. Quiero decir que yo no he escrito algo para atraer lectores, simplemente escribo novelas, cuentos y textos poéticos con los cuales he consolidado en el universo literario un espacio propio. Y deseo que sean leídos de la forma más natural posible. También he practicado el periodismo cultural en la medida en que uso mi columna de opinión para destacar el trabajo cultural y literario de la región que habito, libros de autores universales y regionales, eventos de carácter regional y nacional. Quizás con ello logre llamar la atención sobre mi trabajo y talvez algún lector quiera ir más allá y se interese por conocer mis novelas y mis cuentos. Pero no es algo que haga de manera intencional o premeditada. Tampoco es comprobable que suceda. Como te dije antes, los libros se promocionan solos, su vida es impredecible y cuando menos se piensa los piden de otros países por razones que no están cerca de nuestro conocimiento.

30. ¿Cree que ha escrito lo que soñó escribir y como lo soñó escribir cuando era un adolescente?

Yo soñé con ser escritor y pintor y creo que lo he logrado. No soñé un libro específico ni una temática especial. Vi el mundo como narrable, mi mundo, y lo he ido narrando en la medida del tiempo y mis necesidades de expresión. Sin eufemismos, me siento realizado.

31. ¿Tiene alguna novela, cuento o libro que ha querido escribir y no ha podido?

No. Si así fuera sería un hombre amargado o frustrado. Como te dije, soñé con contar mi mundo y en la medida en que he sido consciente de ese narrar y de este mundo, he ido cumpliendo con mis expectativas. Tengo sí, dos libros engavetados, pero no porque no los haya podido escribir sino porque no me satisficieron del todo y esa insatisfacción me hizo comprender que eran temas ya obsoletos y por tanto era mejor no dejarlos salir de ese invernadero.

32. Cervantes escribió hasta sus últimos años, y creo que buena parte de lo mejor de su obra se materializó finalizando su vida. ¿Aún quiere escribir algo mejor, más total, que lo que ha escrito?

Sigo escribiendo y, por supuesto, no porque Cervantes lo haya hecho sino porque soy un escritor que siempre ha querido ser mejor con cada nuevo trabajo. Y porque ese es mi oficio. Así que aún exploro mi expresión, mi manejo del lenguaje, mi manera de estructurar los relatos, me sorprendo estudiando el lenguaje de mis contemporáneos, leo mucho para gozar y enriquecerme y escribo porque, como te fije al principio, este es el estado anímico en que me mejor me encuentro. Lo haré hasta que las fuerzas me lo permitan. Manuel Mejía Vallejo decía que la novela es un producto de la experiencia, que no podía ser escrita por alguien que apenas empieza la vida. Sin embargo, muchos escritores escribieron su obra siendo jóvenes y no volvieron a escribir o se murieron. La genialidad existe, por supuesto, pero esa no toca a la inmensa mayoría de escritores.

33. Sin querer matarlo, ni espantarle admiradoras, usted, que es un hombre de 71 años, o algo así, ¿qué percepción tiene actualmente de la vida?, ¿y de la muerte?

Sí señor, ya cumplí mis segundos treinta y cinco años y pasé de largo. Intensa vida la mía, pero ha valido la pena vivirla. Soy agradecido porque he cumplido con cada reto que se me ha presentado y en cada uno pienso que he salido bien librado. La vida ha sido generosa conmigo en oportunidades y en realizaciones. Y como me siento realizado, la muerte no es el azaroso recorte de un proyecto sino el transcurso normal hacia otro universo, que no por desconocido es menos evidente. He estado al otro lado dos veces y en las dos la vida me ha dado dos oportunidades más. Puede ser un privilegio. Pero es un resultado que me ha servido para explicarme muchas cosas sobre las relaciones humanas, sobre las ambiciones de lucro que agobian a muchos contemporáneos y aceptar que la vida tiene sus propios mecanismos ocultos que se accionan cuando debe ser y no por el afán de conquistar estados que no nos pertenecen. El día en que me lean sabrán si he cumplido como escritor o no, si he sido un escritor a carta cabal o no, pero, sobre todo, si he sido un ser humano en todo el sentido de la palabra. Y ya sé que uno vive mientras otros lo recuerden.

34. Recomiéndenos unos narradores y poetas de Colombia poco conocidos, de cualquier edad, y que sus obras merezcan ser leídas.

Todo escritor merece ser leído. Sería injusto de mi parte nombrar a unos y olvidar a alguien que deba ser mencionado, o que privilegie por amistad a otro habiendo tantos merecedores de mi estima. A los que puedo los promociono en mis columnas para que los conozcan, en la seguridad de que siempre menciono obras de calidad, según mi criterio, claro está. Si me leen en esas incursiones periodísticas encontrarán mi criterio en ese aspecto. Quiero también advertir que hoy por hoy no leo todo lo que me llega. Leo lo que me gusta y los libros que más me conmocionen son los que comento para mis lectores. No escribo por amistad, pero sí escribo sobre las obras de mis amigos con base en mis conocimientos y no en mis afectos.

35. Usted también es pintor, durante muchos años ha pintado, y en los pocos cuadros que veo, usualmente colados en Facebook, siento cada vez más claridad, sencillez y fuerza. Pero en usted la pintura pareciera una actividad poco visible frente a la escritura, ¿por qué?

No es verdad, querido Heider. Soy tan desconocido como pintor como invisible como escritor. Lo digo en el sentido de que son muy pocos los que se han acercado conscientemente a mi trabajo literario y a mi desarrollo plástico. Lo cual ya no me preocupa en absoluto, es la verdad. Pero cada vez amo más lo que hago y tal vez eso me da más claridad y solvencia a la hora de resolver la elaboración de la obra. En realidad, hoy en día no me afana publicar como tampoco pinto para exponer. Pero he hecho tantas exposiciones como libros he publicado, quizás más, porque de todas maneras el fin último del arte es la comunicación. Un libro se escribe para ser leído y un cuadro se pinta para ser observado. Y ambas cosas se han dado en mi carrera, quizás con profusión inmerecida. El arte es una actividad de élite, de pocos, así que no pretendo que el país entero conozca mi trabajo. Me basta con saber que alguien lee una novela mía y otros observan con fervor un cuadro de los que he pintado en mis tardes cálidas en mi apartamento de Ibagué.


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