Revista Pijao
 Lo asombroso de la lluvia
Lo asombroso de la lluvia

Por : Estevan Suárez

(Estudiante de 13 años en Montería)

 

¨Me inspiré a escribir esta Crónica luego de leer una noticia de El Meridiano que hablaba de lluvias en Montería, entonces recordé algo vivido tiempo atrás en una mañana lluviosa en el que  padres de familia y estudiantes comenzaban a desesperarse a causa de  un fuerte aguacero que caía en medio de una entrega de notas en el colegio¨

 

Mientras muchos jóvenes no imaginan la vida sin tecnología, centenares de adultos añoran esa vida tranquila y sin complicaciones, sin extensiones tecnológicas en sus manos, sin más selfie que el parpadeo de sus propios ojos capturando lo más simple  de la vida, como disfrutar el teatro, la ciudad de hierro, el circo, o simplemente disfrutar de la libertad en una tarde lluviosa.

La mañana del jueves 22 de septiembre, nos sorprendió la lluvia. Ese día en el colegio había reunión de padres de familia, y muchos, como de costumbre, llevaban prisa. La asamblea general estaba prevista para las 6:15 de la mañana. Pese a que  comenzó a llover una hora después, la excusa por la inasistencia de muchos fue la indeseable lluvia.

Uno de los padres de familia asistentes a la reunión, luego de reclamar las calificaciones de su hija, se quedó largo tiempo pensativo, mirando cómo majestuosamente las gotas de lluvia caían al patio medio anegado y formaban una especie de figuras, lo que él mismo minutos más tarde describió como flores encantadas. Quizás se atrevió a hablarme luego que notó que yo lo estaba observando desde un buen rato. Yo me supuse que estaba pensativo, debido a las malas notas de su hija, pero estaba  maravillado con lo que muchos ya empezaban a exasperarse.

  • Mira qué cosa tan bacana, cómo las gotas de lluvia forman una especie de jardín acuático- me dijo, mientras liberaba su mano del casco, para poder señalar el patio.

Hasta ese momento yo lo pude captar, y  me pareció verse formar girasoles, rosas y bombones en medio del agua que caía.- yo le respondí sí señor, se ve algo chévere la manera como cae la lluvia.

Palabras suficientes para romper el hielo.  El señor acercó una silla, se sentó, acomodó su casco y su chaleco en sus piernas, y me dijo:

-oye pelao, ¡cómo han cambiado las cosas! ¿Ah?, ahora le tienen prohibido a uno mojarse con agua lluvia; ombe si de pelao eso era lo que a mí más me gustaba.

A mí no me quedó más remedio que acercar también una silla y entablar una charla calurosa en medio de la mañana fría.  Es que los médicos dicen que estas lluvias traen consigo una cantidad de enfermedades- le dije. Él me hablaba y yo no podía quedar como un tonto delante de él.

Entonces en medio de un movimiento de manos, y gestos en su cara especialmente en los ojos y cejas, comenzó su relato.

Cuando yo era pelao hacia una fiesta con la lluvia, me iba con mis amigos y nos metíamos en los chorros que caían de las terrazas de las casas, la aventura era ir a esas donde había baldosas. Muy pocas casas las tenían. La mayoría tenia piso bruto, y algunas ni eso. Recuerdo  que nos resbalábamos, caíamos de plancha, uno se sentía como Superman o Acuaman, los superhéroes de mi época. Eran tan grato correr por los callejones anegados como si fueran  pequeños ríos. Desafiábamos las gotas de lluvia que nos abatían como cien mil proyectiles sobre nuestros cuerpos.

El señor estaba tan emocionado contando sus hazañas y parecía que las contaba al ritmo de la lluvia, cuando yo creía que ya iba a terminar nuevamente aparecía otra historia en su memoria que parecía asomarse en sus ojos negros y expresivos, muchas contadas con un tono de misterio acompañado por el sonido incesante de la lluvia y uno que otro trueno.

Una vez hubo una inundación en El Dorado, y mientras los grandes vivían la  tragedia del siglo, uno de pelao no ve eso, para uno todo eso era un verdadero parque de diversiones. Ombe, uno sí se disfrutaba la vida- siguió comentando emocionado, uno no tenía todos esos aparatos que tienen los pelaos de ahora como ¨el guasarapo ese¨,  ni la Tablet, ni internet, nada de eso. Compi, la vida de antes era mejor, ahora cuando llueve yo no más veo a esos pelaitos con la mirada larga queriéndose bañar con agua lluvia, pero las maes no los dejan.

¿Cómo era la vida en su niñez?- le pregunté asomando mi curiosidad en las páginas de ese libro humano que representaba ese señor.

Ombe! Ni para qué te cuento,  uno jugaba al trompo, a la lleva, al escondido, uno salía a conquistar a las chicas, ahora uno ve a los pelaos es pegados al celular o al computador, ni cuenta se dan de lo que pasa a su alrededor.

El señor parlanchín siguió hablándome de esas grandes hazañas de su niñez, yo veía en sus ojos una gran satisfacción, como cuando logras explotar al máximo ese talento que llevas escondido. Este padre de familia era un verdadero narrador de historias,  sus gestos hacían que uno no perdiera el encanto en lo que decía y la pasión que trasmitía su voz lo ponían a uno en ¨la escena de la película¨.

Escena que me fue develada tiempo después, cuando el 7 de octubre en un evento cultural en el colegio, muchos de mis compañeros no disfrutaban del acto por andar pegados en el celular, otros solo grababan, y yo me pregunté: pero, si se dedican a grabar ¿cómo pueden disfrutar del espectáculo?  Entonces me: dije es cierto lo que me decía ese señor, sería mejor dejarse sorprender por lo natural, por la inmediatez del momento. Y comencé a recordar aquellas historias contadas.

  • Antes no había celular, uno hablaba más con los amigos, y se dejaba sorprender por las cosas. Era tan bonito disfrutar de los momentos, que eran únicos y uno hasta se limitaba de parpadear para no perderse detalles de las cosas. No es como ahora que si las niñas van a un desfile de moda por ejemplo, no ha acabado el desfile y ya hay imágenes en las redes sociales, y hay críticas, y uno pierde el encanto de contar, de trasmitir lo que vivió y sintió y lo cuenta tratando de trasmitir esos sentimientos a la otra persona.

 

Esa mañana lluviosa conocí historias fantásticas en la viva voz de su protagonista. Cuando dejó de llover y las gotas de lluvia dejaron de hacer esas inusuales figuras de flores en el patio, también mi nuevo amigo dejó de contar esas grandes historias de su infancia. Cuando ya parecía haberse escurrido todo él se levantó de su silla, tomó su casco y su chaleco y me dijo:- voy a ver si me caen un par de  carreritas, el día está agradable para trabajar. Yo también me levanté de la silla, caminé hacia el salón  mientras presenciaba la agonía de un grupo de chicas de grado octavo, que parecían vivir una gran tragedia porque estaban sin datos, y la señal de Wifi que ¨roban¨ de alguna casa vecina no era suficiente para conectarse con el mundo virtual. Allí permanecieron largo rato, sin cruzar palabra, sin siquiera levantar la mirada, con su rostro anclado a la pantalla  fría y distante como aquella mañana lluviosa.


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