Ibagué, Tolima (1947)
Se inició en el teatro y el periodismo estudiantil en el colegio de San Simón donde termina la segunda enseñanza. Obtiene el título de abogado en la Universidad Nacional, desempeñándose por algún tiempo como profesor, cargo éste que ocupó en las universidades Inca y del Tolima. Fundó junto a Carlos Orlando Pardo la revista Trinchera Literaria y más tarde con Hugo Ruiz la revista Astrolabio. Fue finalista en algunos concursos nacionales de cuento, obteniendo en 1986 el primer premio en el concurso Enka de literatura infantil, gracias a un volumen titulado El libro cantor. Ha sido incluido en antologías como La violencia diez veces contada, de Germán Vargas y Trece nuevos cuentistas colombianos de Carlos O. Pardo, ambos libros publicados por Pijao Editores. En 1995 publicó el poemario Funerarium.
Fue asesor de la consejería para la paz, coordinador de comunicaciones en el Plan Nacional de Rehabilitación y director de comunicaciones en la Red de Solidaridad Social. Realizó la compilación y el prólogo del volumen Violencia urbana e inseguridad ciudadana, 1995. En el 2008 publicó en Pijao Editores su novela Tiempo sin nombre para la colección que sobre el género hizo la editorial y en 2011 aparece País de locos.
País de locos
Por Benhur Sánchez Suárez
La aparición del libro de cuentos País de Locos honra al género, porque en cada una de sus narraciones hay un aliento de singularidad y de sapiencia que atrapa al lector, porque está escrito con una profundidad que solo logran el humor y la buena escritura. Su título no escoge el de alguno de los cuentos que lo conforman, como es usual, sino que resume la ironía del contenido frente a un lugar imaginario habitado por unos seres igualmente imaginarios, pero cercanos a nosotros en las calles, en las esquinas, en las aceras, o en las salas de cualquiera de nuestras ciudades donde nos agobia la soledad, nos endurece el odio, nos maltrata la indiferencia y nos ablanda la muerte.
Los “aguibotas”, que son los habitantes de estas páginas, son como nosotros: arrogantes, vanidosos, chismosos, mentirosos, alienados, ingeniosos, leguleyos y envidiosos, y sus relaciones con un lugar llamado Aguibe (un anagrama de Ibagué), son iguales a las que mantenemos con la cotidianidad quienes habitamos la realidad. En verdad poco importa el lugar.
Marcados por la historia o por la invención, los personajes de este país resumen la problemática del ser humano contemporáneo, signado por la soledad en medio de la multitud, el anonimato insufrible en medio de las colmenas de cemento que configuran los suburbios actuales, o por la ambición. Las narraciones se tornan, entonces universales, porque las hermanan con el lector la angustia por la existencia, el abandono de la sociedad, la indiferencia ante el drama individual. Álvaro Hernández V, su autor, se erige como uno de los cuentistas más contundentes en el panorama de nuestra literatura. Este libro de cuentos es una muestra seria de su madurez como escritor. País de Locos merece ser leído por la calidad de su escritura y lo ingenioso de sus temas
El país de locos de Álvaro Hernández
Por Carlos Orlando Pardo
Periódico El Público
País de Locos es un obligado punto de referencia, es un regreso a la desaparecida escuela picaresca donde, por ejemplo, la honradez, el honor o el duelo, que tantos discursos suscitan, tienen el rostro burlesco que nos quita la máscara aburrida de la solemnidad. En muchas ocasiones País de locos parece acercarse más a la crónica imaginaria bajo el traje del humor y la ironía, atributos tan escasos en la literatura nacional. Sus historias trascurren, bien en una ciudad supuesta o en un país supuesto que conocemos bajo un anagrama juguetón, porque el autor pretende, ante todo, evitar al lector toda comparación con “la realidad”.
Antes que ser historias contadas al modo tradicional, algunos relatos se detienen en la reflexión alrededor de la conducta de los aguibotas –que somos los colombianos–, ese no lugar donde el absurdo y la vanalidad parecen ser la esencia de su comportamiento; resultando de allí la paradoja de esa provincia no tan ilusoria donde reina la irracionalidad. País de locos, al fin, porque todo parece girar en torno a excéntricos perturbados, no tan lejanos de la realidad que hemos vivido. En este volumen destaco el hermoso y conmovedor relato Epifanía bajo la lluvia, lo mismo que Relación del cautiverio de un ídolo en el Nuevo Mundo, y Una orden para comparecer; tan distintos a otros textos del mismo libro, donde con un lenguaje exquisito e impecable, el autor nos arrastra en reflexivos alegatos que son más una tesis cáustica y humorística que abrazan su universo narrativo, bajo la socarrona mirada de un criticón agudo e ingenioso que nos divierte en cada página.
En no pocas ocasiones, la estrategia narrativa parece ir al ritmo de la crónica donde el esplendor genial despierta siempre una sonrisa. Resulta entonces grata su lectura y nos produce alegría examinar la madurez de un autor que siempre hemos querido y admirado.