Revista Pijao
Memoria de un instante, la novela de los silencios
Memoria de un instante, la novela de los silencios

Por Jorge Eliécer Pardo

Memoria de un instante es la sexta novela de Benhur Sánchez Suárez (Pitalito, Huila, 1946). Como supondrá el lector, pertenece a la generación que le correspondió afrontar el fenómeno de la llamada violencia colombiana, por no llamarla guerra civil de los años cincuenta. Y su voz, junto con la de muchos autores del Tolima, del Valle y la Costa Norte, interpreta este hecho y lo trasciende más allá del periodismo, de loa crónica, de la historia sociológica. Porque la fabulación y la recreación están invadiendo los textos de Sánchez de una inmensa nostalgia y una profunda poesía. Otras de sus novelas son La solterona(1969), El cadáver(1975), La noche de tu piel(1979), A ritmo de hombre(1979) y Venga le digo(1981), y los cuentos Los recuerdos sagrados(1973); también ha publicado los libros de ensayo Arte, música y literatura(1987), y Narrativa e historia, el Huila y su ficción(1987). Este trabajo, como su inclusión en importantes antologías, demuestran su vocación y confirmación como un escritor profesional, con disciplina y talento indudables.

 

La muerte como tema literario

El tema de la muerte siempre ha estado presente en la literatura. El personaje, el ser querido en su lecho de moribundo es, igualmente, motivo de poemas, novelas, películas, documentos. Es este el ámbito que encierra Memoria de un instante, novela del escritor colombiano Benhur Sánchez Suárez. Y a pesar de que no tiene ese tono intimista y existencial, diríamos, de los grandes conflictos del hombre contemporáneo, como podemos leerlos en La muerte de Artemio Cruz, del mexicano Carlos Fuentes, o la visión del siglo XIX en La muerte de Iván Ilich, del inmortal Conde león Tolstoi, rescata la presencia de un hombre elemental, provinciano, que ha luchado por ideales poco comunes en tantas comarcas colombianas: el ser poeta, pintor, soñador, en medio de la sastrería, la bandola y la política.

 

Vida, pasión y muerte de un combatiente

Germán Trujillo, el protagonista, va hacia la muerte. Detrás de su enfermedad, en medio de su vida deteriorada, en el olor a medicamentos, está su familia, su esposa y sus hijos, envueltos en los recuerdos y en la cotidianidad. El posado sustenta la evocación que retoma las sensaciones de esos lejanos momentos en que Trujillo no había dejado de caminar, iba a los cafetines, bailaba bambucos y pasillos y dejaba sus opiniones sobre el quehacer político sin miedo y con entereza. Porque este libro es el rescate de una generación que vivió en el filo de la zozobra, el miedo y la lucha. La historia de los anónimos del país que huyeron de sus pueblos para refugiarse en una ciudad que, como afirma el escritor, les llena de otra zozobra humillante que deteriora sus vidas. Los escondidos héroes que pintara Dostoievski, que retratara Oscar Lewis, transitan por las páginas de Benhur Sánchez como si fueran esa clase media refugiada en un barrio popular, con los sueños de otros tiempos retumbando en la soledad y en el acercamiento al fracaso. Héroes transidos por las derrotas, personajes que luchan pero que finalmente sucumben al doloroso momento de la vejez y el desencanto. Y Germán Trujillo no desea, no quiere luchar contra la muerte, ni contra las palabras de aliento de su esposa y sus hijos, ni contra los medicamentos que le inyectan y las pastillas que le hacen ingerir; no quiere retomar la angustia de los días de la violencia, su aprecio por el líder político Jorge Eliécer Gaitán, las fiestas con sus amigos en Pitalito, no quiere, no se escucha, no resuella, su corazón, no se halla en las páginas, es un Germán Trujillo muerto ya, dolorosamente muerto.

 

Ciudad versus campo: espacios permanentes de la literatura nacional

El desarrollo de nuestras letras ha estado ligado al devenir histórico, como en todos los países; por ello, en estos tiempos, los espacios de la provincia, pequeños poblados, ciudades intermedias o cosmopolitas, forman los escenarios de muchos de los libros de nuestra época. La evocación, elemento fundamental de toda historia literaria, de toda fabulación narrativa sustenta, de la misma forma, muchas de las novelas y cuentos de la generación de los años cincuenta y sesenta. Y Benhur Sánchez, escritor huilense, narrador de procedencia rural, nos relata quizás el pasado más inmediato de su vida, de su vida, de su comunidad: la violencia, el éxodo, el campo y la ciudad, la vida y la muerte determinada no sólo social sino sicológicamente por esta contradicción. Pasará mucho tiempo para que esta situación espacial varíe en nuestra literatura. Porque la literatura urbana que con tanta cantaleta se pregona en Colombia tendrá que ser escrita por la generación que ha visto crecer la urbe y que ha tenido que resistir las implicaciones de la metrópoli, mientras tanto habrá siempre una evocación, una referencia a la provincia. No debe existir esa falsa postura de que todo lo provinciano carece de calidad; bien afirma Cortázar que no hay malos temas sino malos escritores. El rescate de los últimos años de uno de nuestros más sobresalientes escritores, como lo es Tomás Carrasquilla, con sus temas de fincas y de fondas, de aguardiente y música, es una de las respuestas más inmediatas para abordar este tema. Pitalito, Laboyos, Neiva, Cúcuta, son nombrados por Sánchez como escenarios donde la gente vive y muere, subsiste y evoca. Nuestro país es nombrado, no como en las décadas anteriores, en donde no se decía Bogotá sino la Capital, ese falso universalismo no tiene cabida en esta novela porque ella es como es la vida, como es Germán Trujillo, como son sus hijos, sindicalistas, como es la existencia de una generación que ya está en la etapa de la muerte y que se llevará la memoria del pueblo, de la violencia y de su tiempo que ahora los escritores rescatan, recobran.

 

La presencia de Germán Trujillo: la conciencia del tiempo y la muerte

Tornó a mirar hacia el vacío”, “volvió a sonreír, sin motivos aparentes”, frases que hacen del presente de la muerte la presencia del personaje, el mismo que habla con la voz del narrador en diálogos de otros vivos o de otros muertos, como si lograra el hálito que Rulfo imprime a sus personajes. Es la densidad de la muerte atrapando el pasado. El escritor no quiere dejarlo escapar, Germán Trujillo quizás sí, para él ya nada importa, a los demás, congregados en la sala, en la habitación, quizá tampoco, quizá el amor referido no es tan grande y tan intenso como pretende la narración, como busca el autor, como si la vida misma se lo negara, y eso aporta a la historia literaria, a la novela, a la Memoria de un instante.

La memoria de un tiempo abúlico, de unos años inmersos en Pitalito, entre la política, se adentra en la respiración del lector para luego, entre descripción y descripción, entender que la vida del campo no es la mejor sino que ella misma contiene un comportamiento que se traga, como la ciudad, a los hombres.

El instante final se anuncia en todo el libro; Germán Trujillo va a morir, sus hijos esperan que muera, sus familiares comentan el pasado, como si desde ya lo revivieran en sus niñeces o adolescencias, pero Germán sigue sin importarle, a veces ríe, otras se queja. ¿En qué lugar de la novela, de la vida-muerte se halla Trujillo-padre mientras los demás recrean su enfermedad y su muerte? ¿En qué páginas del texto se hunde la conciencia del que muere y recuerda con la fuerza de la vida derrotada? Porque el narrador desconoce los secretos y el lector los intuye, en el silencio de los intercapítulos. No hay respuesta de Germán Trujillo… “¿Por qué tuvo que tenderse en esa cama?, se preguntaban inconformes, dispuestos a no aceptar esa derrota”.

Es la angustia del lisiado, del viejo, del enfermo… es la angustia de molestar a los demás: a los hijos… es la terrible ansiedad de no volver a trabajar… a pintar, a escribir… en últimas, es el reproche a los hijos, a la suerte… porque a pesar de que pareciera una novela del amor familiar, es la novela de la contradicción individual de cada uno de los personajes que están presentes pero que desean partir. El deseo no necesariamente debe hallarse escrito, también lo no escrito está en la novela.

 

La novela de denuncia social

Es Memoria de un instanteuna novela de denuncia social. En ella se muestra la represión de dos épocas que pueden convertirse en una, comparadas ambas con el momento social que vive el país cuando el libro se publica. Pero como es la vida y la muerte de un hombre viejo, la historia socio-política es la de su momento, la de los años cincuenta que transcurren de igual forma por los años presentes del país. Si Germán Trujillo fue perseguido y desterrado por los políticos de su pueblo, su hijo, el maestro sindicalista, es encarcelado por los políticos de su tiempo. Así, la parábola hace su recorrido y Colombia desenmascara su lamentable rostro de eterna represión.

 

La estructura narrativa

Toda novela debe tener una estructura, un soporte donde repose la narración. Benhur empleó para hacer su libro la división del mismo mediante capítulos que se entrelazan por el hilo conductor de Germán Trujillo, el agonizante. Hay un narrador que parece que estuviera fuera de las escenas pero que en determinados momentos nos damos cuenta que está metido, como todos, en el argumento. Toda historia literaria debe usar un lenguaje que identifique el estilo de su autor. En Memoria de un instanteel lector encontrará un discurrir de ese lenguaje que va desde la descripción clásica, colores, formas, sabores, hasta el fluir de conciencia, los pensamientos de los personajes, la evocación, la voz interior. Emplea Benhur Sánchez una serie de figuras poéticas que hacen que la novela tenga en algunos pasajes un sabor lírico. El libro entra a reñir con el lector y termina imponiéndose no por convencimiento sino por omisión, esto es, porque los silencios de Trujillo, porque su presencia teatral, son una burla para quienes reconstruyen en su pasado y en su referencia con él. Finalmente, es el lector el que gana la batalla porque Trujillo sigue riéndose, casi sin motivo, de lo que los demás desentrañan.


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