Revista Pijao
Un ejercicio de alto contraste
Un ejercicio de alto contraste

Por Yirima Castaño

Revista Arcadia

Hace tan solo dos meses que buscaba por las librerías del centro de la ciudad los poemarios de William Ospina para preparar la lectura en voz alta que harían algunos estudiantes durante el Festival Internacional de Poesía de Bogotá 2017.

La búsqueda comenzó por las tradicionales Librerías Lerner, Casa de Poesía Silva, Fondo de Cultura y continuó por los anaqueles, pisos y laberintos de las librerías del usado Merlín y la Torre de Babel. El resultado: ensayos, novelas y dos pequeños libros de poemas: Hilo de arena (1984) y El país del viento (1994). El siguiente dato fue aportado por un amigo cercano, quien ubicó un ejemplar de la antología publicada por Arte Dos Gráfico y la revista Número con dibujos de José Antonio Suárez Londoño, en la Librería Prólogo de la novena con 82. La sorpresa fue grande, pues William Ospina es ampliamente reconocido como ensayista, novelista y columnista, pero sus pasos por la poesía son todavía desconocidos para las nuevas generaciones.

Y aunque no pude conseguir todos los libros, la invocación dio sus frutos, pues hace una semana llegó a mis manos el nuevo título de la Colección Lumen, Poesía reunida de William Ospina, que presenta los seis poemarios y un libro en preparación, resumen de los versos escritos por el autor durante 30 años. He coincidido con el poeta en algunas lecturas, encuentros y festivales, pero es la primera vez que tengo el placer de conocerlo de cerca entre sus páginas y despertar con su palabra en voz alta, bien temprano en la mañana.

Y por estos caminos de la lengua, por estas arterias de la memoria en la que los pueblos, las ciudades y los barrios desembocan en los ríos y en los mares, he recorrido con él una nueva geografía con rutas marcadas por la historia. El pasado, el presente y la visión de ese hombre que mira desde la infancia, que crece agazapado en sus esquinas, en las calles de sus viajes y en sus estancias por esos parajes que hoy son parte de un sueño cierto, propio y nítido.

Creo que la lectura de su obra poética, desde sus poemas tempranos, hace descubrir que fue allí donde Ospina construyó su identidad como el ensayista y narrador que hoy conocemos. Un autor que explora con rigurosa pasión el continente de conquistadores y conquistados; los terceros, segundos y primeros mundos de los cuales se desprenden las civilizaciones, las épocas tumultuosas con todos sus personajes y contradicciones; y allí, en el borde, el poema como ejercicio de “alto contraste”.

Hondo el poema, honda la voz, hondas las presencias y ausencias del poeta. El lector de estos versos encontrará de principio a fin la composición de una sinfonía con toda la musicalidad, expresada en sus ritmos y melodías. Preciso en las formas y métricas, desde el soneto, los septetos, octasílabos, heptasílabos, endecasílabos, hasta el alejandrino.

Recorrer esta obra de Ospina es también pararse en la Europa de los ochenta y noventa para recrear, desde allí, a quienes él considera sus míticos héroes y conversar de manera íntima con sus más amadas voces y personajes literarios, aquellos que lo influenciaron y le permitieron construir, repensar y tocar por un momento “el rostro de la poesía”.

La rigurosidad de Ospina incluso lo lleva a reflexionar en sus prólogos sobre la maduración de su arte poética, tesoro de inigualable riqueza para entender que un autor no es un género, sino la identidad y la voz que construye. Recomiendo este libro para un lector, también riguroso, que quiera llegar a la memoria y al corazón del poema.


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