Revista Pijao
Paul McCartney. La biografía
Paul McCartney. La biografía

Por Josh Tyrangiel (New York Times Book Review) Foto Linda McCartney

Philip Norman (1942) reconoce todo esto, pero insiste en que “en apariencia la más abierta y accesible de todas las grandes estrellas, en realidad es una de las más huidizas”. Al menos, así es en su experiencia. Norman es famoso por ¡Gritad! La verdadera historia de los Beatles, una historia imprescindible del grupo publicada en 1981, en la que aparecía un destacado inconformista llamado McCartney. ¡Gritad! contenía un ligero exceso de mordaces digresiones sobre el ansia de dinero de Paul y una referencia muy hiriente y arbitraria sobre la superioridad del talento de John. McCartney se sintió dolido y se aseguró de que Norman se enterase de ello haciéndole el vacío.

Este libro empieza con la confesión del autor de que, visto en retrospectiva, los fragmentos ofensivos de ¡Gritad! los alimentaba un caso de envidia perpetua a Paul: “Los años que pasé deseando ser él habían hecho que sintiese oscuramente que tenía que desquitarme”. Estamos en territorio extraño. Y más extraño todavía cuando Norman, que también tiene 73 años, detalla la muy lenta y muy británica distensión que desembocó en la aprobación tácita del presente libro por parte de McCartney. El prólogo reúne algunas páginas atestadas de tópicos, pero el desorden es tenso y emocionante. Es el señuelo de una biografía preparada para saldar cuentas con una vida de codependencia entre el icono y sus codiciosos admiradores.

El relato que sigue es, con mucho, más convencional. Paul McCartney es un tocho de 853 páginas en el que nos enteramos de que al joven Paul le gustaba la leche condensada y toda clase de carne excepto la lengua. Las primeras cartas y los deberes del colegio se han extraído y reeditado para la ironía futura. Salen a relucir los gatos. Hay extensos capítulos sobre la vida sexual y las drogas favoritas de McCartney, y otros igualmente extensos sobre transacciones inmobiliarias, disputas administrativas, vegetarianismo, y por lo que parece, todos y cada uno de los ensayos de Wings. Hasta las indagaciones de mamá y papá sobre las cacas del pequeño Paul tienen su mención.

Su exhaustividad es aburrida, pero Norman es un buen entrevistador, y el libro es simpático cuando su autor deja que sus fuentes de Liverpool hablen de la época que precedió a la inevitabilidad de los Beatles. Colin Hanton era el batería de The Quarrymen, el primer grupo de Lennon, cuando McCartney llegó a la audición en julio de 1957. “Tocó de maravilla. Alardeó, desde luego, pero sin engreimiento. Saltaba a la vista que John estaba pensando que él era la persona”. Iris Caldwell cuenta a Norman que, antes de que Paul descubriese la marihuana, se relajaba después de los conciertos con un ritual especial: “Le gustaba que mi madre le peinase las piernas. Tiene bastante vello, y por lo visto, le relajaba que se las peinasen. Le decía: “¡Ei, Vi, ¿me pasas el peine por las piernas?”.

En conjunto, las personas que lo conocieron recuerdan a Paul como un adolescente dulce y centrado, mucho más decidido que sus compañeros de grupo. Cada vez que la inmadurez amenazaba el futuro de los Beatles, McCartney sacrificaba su comodidad y su ego. “Había un orden jerárquico”, cuenta Joe Flannery, que dejaba que los chicos se colasen en su apartamento. “John siempre se quedaba con el sofá, mientras que Paul se las arreglaba con dos sillones puestos juntos”.

Cuando los Beatles conquistan el mundo y McCartney es aclamado como un genio, los puntos débiles de Norman saltan a la vista. El autor es capaz de contar que Hello, Goodbye se creó sobre la marcha cuando un ejecutivo preguntó cómo escribía McCartney las canciones, o que Good Day Sunshine se inspiró en River Deep, Mountain High, de Ike y Tina Turner.

Las cosas se le ponen más cuesta arriba cuando describe la música y su significado. Una vez compara las armonías de Lennon y McCartney con la vinagreta, y otra, con el aceite y el vinagre. Cuando la aceitera de metáforas se queda vacía, echa mano de los juegos de palabras. De las contribuciones del músico al Álbum Blanco, dice: “Su talento solo muestra plenamente sus brillantes alas y su pico dorado en ‘Blackbird'”. Graznido. Las descripciones de la vida amorosa de McCartney no son mucho mejores. (“Con una antena sexual tan aguda como la cultural, siempre era capaz de predecir quién iba a ser”), pero la mala literatura sobre sexo al menos sigue teniendo el sexo a su favor. Otros biógrafos han dejado constancia de la infidelidad de Paul durante su compromiso con Jane Asher, pero Norman destapa una multitud de novias, groupies y alarmas de embarazo digna de las que Brian Epstein, representante de los Beatles, se convirtió en experto en ocultar. En determinado momento, en la mansión de soltero de McCartney convivían tres novias distintas hasta que la llegada de Linda Eastman desbarató la competición.

Cuando los Beatles se disolvieron y Paul emprendió una trayectoria menos relevante en la cocina vegetariana, la hípica y la composición clásica, Norman sigue soltando hechos sin criterio. Le interesa tanto enumerar los instrumentos que tocó McCartney en Off the Ground, su memorable álbum en solitario, como los detalles de la estrategia de imagen de su segunda esposa, Heather Mills, tras el divorcio. En sus últimos años, McCartney es generoso, pero el autor no soporta omitir un solo acto de amabilidad, incluida la ocasión en que “vio a una mujer mayor en el andén cargando a duras penas una pesada bolsa e insistió en llevársela”.

En este punto uno sospecha que las antiguas ofensas de ¡Gritad! han vuelto al autor excesivamente reverente. He aquí otra muestra de compensación excesiva. En 2008, Norman escribió una matizada biografía de John Lennon. En cambio, en este libro Lennon resulta ser un niño pedorro, aficionado a la masturbación y a pedir caviar Beluga. Al comparar las reacciones de uno y otro cuando los Beatles llegaron a su fin, el autor se vuelve incluso cruel: “A diferencia de John, no se puso en manos de ningún terapeuta a la moda, sino que aguantó”.

Paul McCartney está lleno de cosas que le pasaron a su protagonista, y a base de una fama absurda y de unas cuantas tragedias, da la impresión de que es un hombre de una respetabilidad fuera de lo normal con poco de lo que arrepentirse. Pero hechos no equivalen a revelación, y los lectores no se llevarán una idea real de qué ha supuesto vivir una de las vidas más asombrosas de nuestro tiempo. Al menos en ese sentido, el protagonista de Norman sigue siendo huidizo.

Traducción de Eduardo Hojman. Malpaso. Barcelona, 2017. 912 páginas.


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