Revista Pijao
Los matices inesperados de Laura Castañón
Los matices inesperados de Laura Castañón

Por Carolina Isasi

zendalibros.com

Citarme con Laura Castañón para charlar sobre La noche que no paró de llover me hacía presagiar que iba a disfrutar de una gran compañía porque me había instalado durante unos días —que fui dosificando poco a poco para disfrutarlos al máximo—, en la vida de sus personajes y en la ciudad de Gijón como no había hecho en mucho tiempo. Cuando Laura se acercó con su sonrisa abierta y espontánea, los enormes ojos verdes que hablan por sí solos y un pelo largo y pelirrojo, la quise como amiga. Intuía que desprendía una simpatía y una empatía fuera de lo común y no estuve equivocada. De ahí que sus historias lleguen tan profundamente.

Pregunta.- Es esta una novela de mujeres. Ellas son las protagonistas absolutas.

Respuesta.- Parece bastante difícil de creer pero es bastante casual que sea un mundo femenino el de la novela. Yo quería contar la historia de Valeria, que empieza con un sobre cerrado que alguien guarda desde hace mucho tiempo. Ese sobre actúa un poco como detonante de toda una búsqueda, toda una indagación en la memoria, en el pasado y en el mal que pudo haber causado esa persona. Hay un perdón y una culpa y los personajes fueron creciendo a su alrededor. Realmente, la historia comenzó una madrugada en la que me desperté sobre las 5 y pensé: si ahora me siento a escribir, la escribo. Fue todo como inmediato, sobre todo el esqueleto principal aunque luego se fue complicando.

P.- Tocas el tema de la homosexualidad de una manera muy natural, sin exageraciones ni aditivos “políticamente correctos” y eso se agradece mucho.

R.- ¡Gracias! Es verdad que todo surgió de una manera muy natural. Lo que sentí es que la interlocutora de Valeria tenía que ser otra mujer y no me digas por qué pero esa mujer, que era Laia, tenía unas sombras que me hacían verla como un personaje no del todo diáfano y sentía que tenía que tener una pareja y allí apareció Emma, sin más explicación y sin que pudiera ser de otra manera. De alguna forma es lo opuesto a Laia, una mujer con muy buen rollo, que siempre se ríe, que es muy intensa, que tiene una ansiedad enorme…, era tan opuesta a la propia Laia.

P.- ¿Y Feli podría haber sido un hombre?

R.- No, tenía que ser una  mujer. No hay una decisión previa de decir: voy a hacer una novela de mujeres sino que hay una historia que pide eso. No te niego que hubo un momento en el que pensé que igual me estaba pasando porque Richy, el hermano de Emma, también es gay pero no había ninguna impostación en ello. Simplemente la vida era así, los personajes eran así y la historia era así.

P.- Hay una generación de mujeres que han tenido que enfrentarse a temas que no pensaban que iban a tener que resolver.

R.- Sí, eso les ha pasado a muchas y en este caso  a la madre de Emma le pasa eso, que no entiende nada. He conocido a muchas mujeres así, de su generación. En cuanto a Valeria, en la novela se intuye que ha tenido una decepción con los curas y eso la incapacita para refugiarse en la religión. Tampoco hubiera esperado acabar en la consulta de una psicóloga pero ella, todos los martes, se arregla y deja la residencia a las afueras de Gijón para ir a la peluquería y de tiendas, y una mañana pasa por el portal donde ella vivió de pequeña y ve una plaquita de una psicóloga en la que fue su casa. Eso tiene algo de vuelta al lugar del crimen y le parece que tiene algo de señal. Valeria no tiene amigos ni familia. Es una gran solitaria. Le ha faltado amor toda su vida. Ha vivido como creía que tenía que vivir, ha cumplido con su deber, ha hecho lo que se esperaba de ella pero no se ha sentido feliz nunca y no solamente eso, sino que desprecia la felicidad.

P.- Al principio cae mal, muy mal. Luego se la va entendiendo.

R.- Algunos lectores me han dicho que soy demasiado “buena” con Valeria. Yo creo que no. Digamos que la miro de cerca, y cuando las cosas se miran de cerca se descubren matices inesperados. A mí Valeria me produce, con todo lo que a veces pueda tener de exasperante, algo que se parece a la piedad. Y no, no me costó demasiado meterme en su piel. Mucha gente me pregunta si existe alguna Valeria en concreto, porque quien más y quien menos, dice conocer a alguien así… No hay referente real en absoluto, aunque Valeria tiene algunas características que son comunes a mujeres de su edad y su condición social… Lo que la hace única seguramente son las circunstancias tan especiales de su biografía. Y su soledad. A mí me apetecía hablar de una mujer que formara parte del bando de los vencedores y que pudiera hablar desde esa perspectiva, pero que también pudiera hablar desde la mirada de la niña que fue.

P.- Ahí hay una falta de comunicación. Hablan mucho pero tienen miedo a profundizar, aunque esta relación evoluciona mucho a lo largo de la novela.

R.- Hablan mucho, están todo el día al teléfono pero no hablan de lo importante, aunque esta relación, como tú dices,  evoluciona a lo largo de la novela. A mí, la madre de Emma me divierte.

P.- El tema de la maternidad es sustancial también. Vemos como un catálogo de madres.

R.- La maternidad, sí, es uno de los temas presentes en la novela, aunque a primera vista no parezca el más sobresaliente. Las relaciones madre-hija como un catálogo de posibilidades, porque son muchas y muy variadas las posibles maternidades. Las que son, las que pudieron haber sido, las que desean ser, las que sustituyen los afectos, las que nunca pensaron que iban a serlo y luego se entregan totalmente, el conflicto madre-hija cotidiano y el conflicto sordo, oculto de la maternidad que se ejerce de forma diferente con las dos hijas… Supongo que construimos nuestra personalidad en una tensión continua entre la madre como referencia ineludible y la rebelión y el intento de diferenciarnos. Y también lo contrario. Creo que en general la relación entre madre e hija siempre es conflictiva, aunque también es verdad que en muchas ocasiones ese conflicto se resuelve sin grandes problemas y la relación es feliz. El que sigue ahí, anudado, además de provocar malestares y problemas diversos, también es un fantástico material novelesco.

P.- Otro tema importante en la novela es la redención.

R.- La redención viene de la mano de la palabra en este caso. La palabra es en definitiva el mecanismo que sirve para lograr esa redención. Superar la culpa convirtiendo el daño causado en palabra escrita puede llevarnos a la redención y a superar esa culpa.

P.- Aunque hayamos dicho que es una novela muy de mujeres, hay dos hombres muy importantes en la historia, el padre de Valeria y Onel. Tienen una amistad muy especial. Supongo que para ti la amistad es fundamental.

R.- Lo es, sí, es una relación muy especial, aunque solo queda apuntada a través de la visión de Valeria. A mí me importan mucho mis amigos y ocupan un lugar importantísimo en mi vida. Mis amigas me dan esa sensación de red, la familia que una elige…

P.- Gijón es un personaje más en esta novela. Sus calles, su mar, la lluvia…

R.- Gijón empezó siendo escenario. Yo quería que la historia se desarrollara aquí, porque esa fue la primera imagen: el personaje de Valeria y su historia apareció en mi cabeza una madrugada de insomnio (y llovía), y lo hizo con todos sus complementos: supe desde el principio cuál era su casa y que su vida se desarrollaría en esta ciudad. El Gijón que aparece en la novela es mi Gijón, las calles que yo pateo a diario: La casa de Emma y Laia podría ser mi casa (al menos las ventanas y el mar), los cafés, las librerías, incluso las figuras humanas que aparecen como parte de ese paisaje son en gran parte personas reales (que están disfrutando muchísimo cuando se encuentran en las páginas). La historia está unida a todo ello, y supongo que eso es lo que ha terminado por convertir la ciudad en personaje. Me alegra muchísimo que sea así.

P.-  Y esa lluvia que da pie al título.

R.- Sí, aquí, la lluvia, además de algo atmosférico, es un estado de ánimo. Hay lluvia interior en esta novela…

P.- Arrancas muy fuerte. Eso me gusta mucho.

R.- Sí, quería empezar de esta forma. Al principio no sabes bien quién lo dice, pero lees y piensas: aquí hay un crimen, hay una muerte. Desde el punto de vista puramente técnico, escribir una novela es como pasearte por un alambre, un ejercicio de funambulismo. Mantener el equilibrio, encontrar la dosis adecuada. Yo creo profundamente en que la historia que una quiere contar te suministra las pistas acerca de cómo hacerlo, pero eso tal vez tenga que ver con el hecho de que trabajar durante décadas con talleres literarios, me permite tener interiorizadas determinadas técnicas… No sabría decirlo, en serio. Me creo las historias, vivo en ellas, miro a los personajes de cerca y trato de escribir desde esa mirada. Y en cuanto al equilibrio es muy sencillo: trato de mantener una fidelidad absoluta a los personajes, a sus visiones. Y no pierdo de vista que las cosas son mucho más complejas de lo que parecen y que no puedes contar una situación, ni presentar a un personaje con brochazos. Si miras de cerca, todo tiene muchos matices. Como lectora detesto que me traten de colar una historia maniquea, y como me molesta mucho intento por todos los medios no incurrir en ello cuando escribo. Me gusta escribir como lectora. No me gusta que me engañen ni engañar.

P.- Ser perdonados es muy importante en esta vida para poder seguir adelante.

R.- Mucho, es imprescindible en muchos casos para morir en paz. Valeria sabe lo que ha hecho, el mal que ha causado, y ella intuye que la persona que ha escrito esa carta en ese sobre la perdona porque siempre ha sabido lo que ha hecho, pero las cosas no son siempre como parecen y ese perdón que te crees que te van a dar no es siempre así.


Más notas de Reseñas