Revista Pijao
Los duelistas
Los duelistas

Por Darío Capelli

Página 12 (Ar)

“Oxímoron”: palabra trillada. “Trillada”: también. ¿Qué palabra no ha sido frecuentada innúmera cantidad de veces? Pero eso no nos impide seguir usándolas. Para el caso, los términos que, como imanes, se repelen y se atraen cada vez que se menta el nombre de Manuel Ugarte, son los que forman el oxímoron “izquierda nacional”. En su último libro, Horacio González construye el mapa de ideas que fueron la fragua en la que Ugarte proyectó y concibió esa identidad que hoy perdura, mucho más que como pieza en el museo de las ideologías, como núcleo de debates sobre los posibilidades concretas del socialismo en el contexto de las economías periféricas. En este sentido, la serie de pensadores que abre Ugarte llega hasta Ernesto Laclau, pasando por Jauretche, Hernández Arregui y Jorge Abelardo Ramos Ramos. Proyectada al nivel de “la patria grande”, la serie se vuelve mapa, se extiende hasta García Linera e incluye de manera ineludible los nombres de Mariátegui, Aricó y Zavaleta Mercado, a los que se dedican otros títulos de la misma colección. 

Ugarte, pues: nacionalista entre los socialistas y antiimperialista entre los nacionalistas; laico pero “deísta”; siempre prudente pero capaz de retar a duelo. Será constante en Ugarte no tender sólo hacia un polo. A esta postura vital, González la llama “el drama de Ugarte”, que consiste en determinar ese punto de encuentro entre conceptos que se buscan y, a la vez, se combaten; punto nunca estable sino en permanente deslizamiento “que es oficio de honor encontrar”. Si la cuestión del honor modulara ahora el conjunto, la serie que gira en torno a Ugarte sería otra, no simple sincronía o diacronía de nombres afines. Este otro tipo de series es un componente fundamental del estilo de escritura de González, que, en lo fundamental, sigue el esquema de “Kafka y sus precursores” de Borges: tal idea de Aristóteles brillaría menos si Kafka no hubiera escrito El Castillo. Bajo esta lógica, el modo en que se juega la cuestión del honor en “el drama de Ugarte” vincula a éste, hacia atrás, con Mansilla; hacia su propia época, con Lugones e Yrigoyen; hacia adelante, con David Viñas. Ugarte está en todos ellos pero no se parece a ninguno.

La equidistancia lo caracteriza, pero no le quita el arrojo. ¿Neutralista? Sí. Fue su postura frente a la Gran Guerra, como la de Jean Jaurès. Lo mismo: si como hombre de honor Ugarte se emparentaba con otros hombres sin parecerse a ellos, su neutralismo coincide con el de Jaurès pero por otras causas. En Jaurès, el neutralismo derivaba de su pacifismo; en Ugarte, de una comprensión de que Alemania e Inglaterra, ganase una o la otra, aflojarían sus tentáculos favoreciendo a América latina, destinada a ser una gran nación continental. Jaurés fue también el numen temprano de su permanente tendencia a buscar el tercer término entre extremos engañosos. Ugarte asiste a una conferencia suya sobre las relaciones entre el arte y el socialismo en París. La comenta en sus Crónicas del boulevard, prologadas por Rubén Darío. Si éste lo vincula a la renovación estética y el modernismo, Jaurés lo liga a la renovación política y el socialismo. González afirma que ese desplazamiento del joven Ugarte contenía ya al que, cuarenta y cinco años después, se suma al gobierno peronista como embajador en México, Nicaragua y Cuba. De Jaurès a Perón.

Manuel Ugarte murió en Niza en 1951. En 1954 sus restos son repatriados y Ramos organiza una ceremonia en la que hablan Cooke, Puiggrós, el socialista Carlos María Bravo y el propio Ramos, en un salón porteño hoy inexistente, que González describe así: “Un salón de reuniones con su raro aspecto arquitectónicamente mixturado, tenuemente tudor, bizantino y morisco, pasado por el art nouveau y lejanísimas sugerencias barrocas”. No sabemos si alguien lo ha dicho alguna vez, pero González es un expresionista: la sensibilidad de una época puede deducirse de cualquier punto que nos circunde. La descripción del Prince George’s Hall donde Ugarte yace inerte es una muestra del modelo de pensamiento gonzaleano. La arquitectura del salón es reflejo de la argamasa ideológica que representa la concurrencia y también espejo del derrotero de la conciencia de Ugarte o -acaso- de la suya misma. La de González. Ugarte y González. Ugarte y sus sucesores. González y sus precursores.


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