Revista Pijao
La pólvora del dadaísmo
La pólvora del dadaísmo

Por Raúl Limón

El País (Es)

Emmy Ball-Hennings fue dadá. Como el movimiento nacido en el cabaret Voltaire de Zúrich, que fundó con Hugo Ball en 1916 y del que fue la artista principal, su vida fue un camino de destrucción de todos los códigos establecidos, una negación de todo ideal y una reivindicación de la irracionalidad. “En el futuro robaré bancos y escribiré poemas”, contestó de niña a su madre. Fue poeta, pero también prostituta, actriz, cantante, drogadicta y, sobre todo, la musa de una Europa convulsa mientras se desangraba por la Primera Guerra Mundial. El ángel dadá (El Paseo), una novela gráfica del historiador y traductor cordobés Fernando González Viñas con dibujos del alicantino José Lázaro, recrea su historia.

“Emmy Ball-Hennings fue dinamita necesaria para la explosión del dadaísmo”, afirma González Viñas, quien se ha lanzado a la novela gráfica como el mejor medio para dar a conocer una figura poco conocida en España, pese a su relevancia en el movimiento artístico atribuido a Tristan Tzara. Alemania reeditó las obras de Emmy Ball-Hennings el pasado año con motivo del centenario de la revolución cultural dadaísta. "Pero en España era necesario reivindicar su figura y su papel en un mundo donde el caos era la vida”, afirma el autor.

Nacida en Flensburg (Alemania) en 1885, se casa en 1904 con un actor aficionado que la abandonó al morir su primer hijo, vuelve a quedar embarazada del húngaro Wilhelm Vio, se lanza a actuar por los caminos de Europa y vuelve a verse sola con una niña, que Emmy termina por entregar a su madre. Consigue sus primeros contratos como artista y se entrega a la vida, a la droga y a la literatura hasta recabar en un Berlín bohemio donde el arte bullía en cada rincón. Actúa en el Linden Cabaret, publica Las otras estrofas del éter (que ella tituló La última alegría) y conoce todos los tugurios de París, “el ombligo del mundo donde habitan las almas libres”, según escribe González. De vuelta a Múnich conoce a Kandinski, al poeta Van Hoddis, a algunos de sus amantes y a quien sería su pareja final, Hugo Ball, con quien años más tarde fundaría el cabaret Voltaire.

Viaja con Ball a Zúrich, donde el autor colabora con la revista pacifista Der mistral, es detenido por portar un pasaporte que ella robó y sobreviven con la ayuda de amigos alemanes. El 5 de febrero de 1916 abren el cabaret Voltaire, al que acuden Sami Rosenstock, conocido como Tristan Tzara, Georges Janco, Marcel Janco y Max Oppenheimer. González Viñas lo recrea: “Era un teatro con mesas en el patio de butacas donde se combinaba la lectura simultánea de poemas en diferentes idiomas con música de piano, la declamación de versos guturales, debates acalorados sobre arte y política y exposiciones con la menuda y magnética figura de Emmy Ball-Hennings, que abrió el local con la canción Danza de los muertos, a escasos kilómetros del campo de batalla. Por allí pasan James Joyce, Herman Hesse y algunos autores aseguran que también Lenin, que vivió nueve casas más arriba del local.

Pero como el dadaísmo es ruptura, la pareja deja el cabaret en cinco meses y se refugia en Ascona (Suiza), donde una comunidad precursora de lo que después sería el movimiento hippie, clama por el naturismo y el amor libre. Es la comuna de Monte Veritá, en la que se alojaron Hesse, Isadora Duncan y Rainer Maria Rilke, entre otros. Emmy Ball-Hennings murió el 10 de agosto de 1948 en Lugano, después de que un cáncer se llevara a su pareja y la vida le devolviera a su hija.

“Lo más conocido del dadaísmo es la explosión de este movimiento. Pero para que eso sucediera fue necesario el volcán que supuso Emmy Ball-Hennings. Fue la musa de todos y también del expresionismo”, resume el autor de la novela gráfica, que bebe de fuentes documentales y deja solo un escaso margen a la ficción. González Viñas incluso le atribuye la creación de la denominación dadá, que en rumano, origen de Tzara, significa sí sí; en francés, balancín; y en alemán, allí allí, que era la expresión que utilizaba Emmy Ball-Hennings cuando quería salir. “Es una rebelde que se reengancha a muchas vidas. El libro relata en cada uno de los nueve capítulos algunas de ellas. Fue la primera dadaísta y, como tal, fue la primera en acatar la premisa fundamental del movimiento: la ruptura”, resume el autor.

La conexión española

Entre los hombres con los que compartió su intensa vida Emmy Ball-Hennings destaca el español Julio Álvarez del Vayo, a quien conoció en 1917 como corresponsal de guerra. Álvarez del Vayo sería ministro de Estado de la II República española, embajador en México y fundador del FRAP, el Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico que luchó contra la dictadura de Francisco Franco.

El español compartió con la artista los días de gloria de esta en Zúrich, hasta que Ball, según relata González Viñas, le persiguió con un arma por las calles. La joven terminó alejándose de Álvarez del Vayo para volver “con el hombre con el que podía rezar” y que se comportó como un padre con su hija.

Autor: Fernando González Viña.

Editorial: El Paseo (2017).

Formato: tapa blanda (240 páginas).


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