Revista Pijao
La imaginación dialéctica
La imaginación dialéctica

Por Demian Paredes

Página 12 (Ar)

La editorial de la Facultad de Filosofía y Letras (EUFyL) acaba de publicar Iconografías malditas, imágenes desencantadas, de Eduardo Grüner. Allí, el sociólogo, ensayista y crítico cultural reúne y enlaza diversos trabajos entre artículos publicados e inéditos, conferencias y apuntes, intervenciones en mesas redondas, entre otros, revisados y reescritos, desarrollando diversas temáticas: teóricas y políticas, literarias e históricas, culturales y críticas. Todos con un mismo objetivo: interrogar las imágenes ante sus múltiples (re)presentaciones: pintura, cine, literatura, música.

Para Grüner, la cultura (y en especial cada obra de arte) es un campo de batalla. Una zona donde “se juega el combate por las representaciones del mundo y del sujeto, de la Imagen y de la Palabra”. De ahí la posibilidad (propuesta desde el subtítulo) de desarrollar una “política warburguiana” –a combinarse con la “dialéctica negativa” de Adorno–, a partir de algo que halla en el Atlas Mnemosyne, la colección de más de dos mil imágenes (de muy variado origen y características) que Aby Warburg organizó (“a su manera”) sobre tela negra. En el “entre”, en los hiatos, en lo inesperado del espacio “en blanco” (“en negro”, en este caso) que hay entre las imágenes –contiguas pero no unidas–, Grüner ve la posibilidad de hacer emerger nuevas lecturas y asociaciones, de permitir “el retorno de lo reprimido” y explorar así obras como las de Pasolini, Lanzmann y Antonioni, de John Cage (con la “silenciosa elocuencia” de su obra de cuatro minutos con treinta y tres segundos para piano) y, en la literatura, de Kafka y Beckett.

Tomando El nacimiento de Venus, de Botticelli –tema warburguiano si los hay–, Grüner intenta (ensaya) una “filosofía crítica de la cultura” (también llamada por él “antropología conflictiva de las imágenes”), estableciendo relaciones entre esta obra del Renacimiento y “la modernidad”. Encuentra significativo la indócil cabellera de Venus, azotada por vientos de direcciones contrarias, en una interpretación que señala la “anticipación del arte” de épocas venideras. En el mismo sentido, Goya y “El sueño de la razón produce monstruos” alude, ya desde el propio título, a las contradicciones de la “época moderna”, donde la sociedad, que se pretende apacible y estable, alberga su “otro yo”, inescindible y relegado: libros como Drácula y Frankenstein lo expresarían simbólicamente. Grüner tiene por objetivo mostrar –vía ejemplos “indirectos”, comentando distintas obras, polémicas y teorías–  que “la Modernidad consiste en esa indecisión entre el esplendor de sus sueños y el abismo pavoroso de sus monstruos”. A los monstruos ya mencionados se suma “lo kafkiano”: el bicho de La metamorfosis, y la maquinaria burocrática de El castillo; y también la “desolación” y “descolocación” humana ante el (casi) desértico páramo de Esperando a Godot –con sus absurdas y vanas esperanzas por alguien (o algo) que nunca llega. Más que “artísticas” metáforas, podrían ser –es la “trans-esteticidad” de las obras– elocuentes “síntomas” del mundo actual: una “modernidad” en la que, explica Grüner, “cuando se limpia el concepto de idealizaciones y eufemismos, quiere decir capitalismo. Y también colonialismo, imperialismo, etnocentrismo racista, genocidio organizado, y otras lindezas por el estilo”.

Crítica, discusión, polémica: tras las huellas de la Escuela de Frankfurt (Benjamin, Horkheimer, Marcuse), Grüner retoma y reactualiza los planteos de la “teoría crítica”. Hoy, bajo un régimen del “ocularcentrismo”, plantea que la “implicación mutua entre cultura y capitalismo ha creado una nueva ‘máquina’ de totalitarismo visual/informático/comunicacional”. Y que ello forma parte (activa) de nuestra diaria tragedia (“moderna”): el Terrorismo –incluyendo el que ejercen los Estados– y un nuevo fascismo. (Soportamos un “régimen de Terror” global; asistimos a un momento de “guerra civil mundial”.) Recordando una pregunta básica de Lévi-Strauss, se trata del futuro y posibilidades de la especie humana en el planeta o, como hubiera dicho un revolucionario ruso, es la catástrofe que nos amenaza y que hay que combatir.

El recorrido (crítico) de Grüner por la historia y el campo (de batalla) de la cultura se acompaña de una gran cantidad de autores/as (Simmel, Freud, Arendt, Didi–Huberman, Jameson, Eagleton, John Berger, Ernesto de Martino), y pivota sobre conceptos claves de Marx: “fetichismo de la mercancía”, “equivalente general” (el reinado del dinero), “alienación”. Puede retomar la polémica a partir de Shoah y revisar el “cine de poesía” de Pasolini; volver a un cierto Lúkacs (abogando por un “nuevo realismo totalizador” que “recupere la diferencia crítica entre ficción y realidad”) y discutir en qué consiste el montaje cinematográfico; criticar (por utópica) la “transparencia” de la “razón comunicativa” habermasiana y departir con chistes de Borges, entre otras ocurrencias.

Un contenido tan amplio es abarcado y trabajado ágilmente, con inteligencia y sutileza, lejos del “lenguaje académico” –o mejorándolo, en todo caso–, siempre criticado por “pesado”. Grüner aprovecha y desarrolla las formas del ensayo, dialogando sin perder rigor teórico, compartiendo una vasta cultura –donde, pese a la gravedad de ciertos temas no falta el buen humor–, y encarando al lector, explícitamente; abriendo la obra, en una invitación a seguir elaborando, pensando y escribiendo en los espacios en blanco que ofrece el libro.

Retomando el espíritu de las alertas de Benjamin –frente al “estado de emergencia permanente” que se vivía en la década de 1930–, Eduardo Grüner nos propone “leer” un cuadro (o cualquier otra obra), que puede ser también, al mismo tiempo– un “cuadro de situación”. Ante el estado del mundo, ante la crisis actual, opone la imaginación dialéctica, en pos de recuperar la subjetividad y la capacidad crítica, hoy en peligro.

Iconografías malditas, imágenes desencantadas, Eduardo Grüner Editorial de Filosofía y Letras 179 páginas


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