Revista Pijao
El pintor de la vida acelerada
El pintor de la vida acelerada

Por Mariano Dorr

Página 12 (Ar)

Este ensayo sobre el tratamiento del tiempo dislocado –salido de sus goznes– en el arte contemporáneo tiene su punto de partida en una obra de Magritte: una locomotora humeante “sale” de una chimenea de un salón burgués. Sobre la chimenea, un reloj. La forma circular del frente de la locomotora tiene las medidas exactas de la circunferencia por donde las agujas marcan las horas. Speranza señala que La duración apuñalada de Magritte vino a recordarle que “todo el arte es contemporáneo”, y que esa imagen (que el artista pintó en 1938) “en la intemperie del siglo XXI” nos interpela de otro modo. Si en el siglo XX la obra parecía reflexionar sobre los efectos de la técnica y la velocidad, hoy “la imagen es infinitamente más rica y apunta a un futuro más incierto”. Frente a la obra de Magritte, Graciela Speranza piensa en la sugerencia del químico holandés Paul Crutzen, según el cual ya no vivimos en el Holoceno, sino en una nueva era, “el Antropoceno, en la que la humanidad se ha convertido en una fuerza geológica que rivaliza en potencia con las fuerzas naturales, con un poder de devastación que equivale o supera al de los terremotos, los volcanes o la tectónica de placas”, explica la autora. El Antropoceno –según Crutzen, cuya hipótesis data de febrero de 2000– tendría su inicio en 1774, con la invención de la máquina a vapor. La aceleración de la vida, el cambio climático y sus consecuencias destructivas sobre toda la superficie del globo convierten a la obra de Magritte en una imagen de la posible desaparición del hombre de la faz de la Tierra: “puede que el reloj y la locomotora de Magritte se hayan congelado precisamente en el punto de no retorno, y la duración apuñalada sea la del anthropos como artífice de su propio futuro”.

Allí se inicia un recorrido por una enorme variedad de artistas, géneros y formas. Si la pintura de Magritte sirve de punto de partida, el resto de las obras analizadas tienen en común el hecho de constituirse como “cronografías singulares hechas de imágenes, relatos, objetos y presencias”. Obras que, como afirma la autora a propósito del concepto de cairología de Giorgio Agamben, no aspiran a una nueva cronología sino “a una transformación cualitativa del tiempo”. Por ejemplo, Today We Reboot the Planet, del argentino Adrián Villar Rojas, una exhibición–instalación de “ruinas instantáneas” (figuras con arcilla cruda) que funcionó al mismo tiempo como la inauguración, en Londres, de la Serpentine Sckler Gallery en 2013: “Pero, ¿qué significa reiniciar –to reboot– el planeta? El término reboot, apropiado del mundo de la ciencia ficción, el manga y el animé que pueblan la imaginación de Villar Rojas desde sus comienzos, alude al recomienzo de una serie narrativa que descarta la continuidad de una versión anterior fallida a partir de una nueva línea temporal y, sin independizarse por completo de su genealogía ficcional, propone un nuevo origen”. Reiniciar el planeta sería entonces un intento de detener un error que, de persistir, continuaría sus efectos en una reacción en cadena. Las “ruinas instantáneas” de Rojas Villar son precisamente restos fosilizados del futuro. Huellas casi irreconocibles de la cultura contemporánea.

Graciela Speranza viene publicando una serie de ensayos que vinculan arte y literatura de manera sostenida. El primero fue Fuera de campo. Literatura y arte argentinos después de Duchamp, el segundo, Atlas portátil de América Latina. Arte y ficciones errantes. En Cronografías, la literatura está presente a través de autores tan disímiles como Jorge Luis Borges, Joseph Conrad, Don DeLillo, W. G. Sebald, Ricardo Piglia, Karl Ove Knausgård y Pablo Katchadjian, entre otros. Su análisis del “link” entre una novela breve del dinamarqués Peter Adolphsen con otra del argentino Patricio Pron impacta en su modo de detectar nuevas formas de la narración en las que el tiempo como tal parece erigirse como actor esencial del relato. No al modo de Proust en En busca del tiempo perdido o de Thomas Mann en La Montaña Mágica; en Pron y Adolphsen se trata de un “tiempo sin tiempo”, como adelanta el subtítulo del ensayo de Speranza. Machine, de Adolphsen, en menos de noventa páginas recorre la historia de una partícula de materia y sus transformaciones desde el Big Bang hasta convertirse en un cáncer en el siglo XXI. Se trata de una cadena causal que incluye todo tipo de metamorfosis a lo largo de millones de años. La misma partícula que estuve presente en la expansión del universo en sus orígenes es, cincuenta y cinco millones de años más tarde, una gota de gasolina que se convierte en gas de escape. Por su parte, Patricio Pron, en “Como una cabeza enloquecida vaciada de su contenido” (texto que se incluye en La vida interior de las plantas de interior) sigue “los avatares –inviertiendo la dirección de la flecha del tiempo– de una peluca rubia, desde el amasijo de pelos plásticos enredados con conchillas que picotea un albatros en la Isla de Basura del Atlántico, hasta el pequeño caballo primitivo, que cincuenta millones de años más tarde, según el avance lineal de los relojes, se convertirá en petróleo, textil sintético, suéter, despojo plástico y peluca rubia”, reseña Speranza. Los links también se dan entre las artes visuales y la literatura. Es el caso de la artista francesa Dominique Gonzalez-Foerster, cuyas ambientaciones Speranza intenta pensar con la ayuda del filósofo alemán Reinhart Koselleck, que se pregunta: ¿Cómo, en cada momento presente, las dimensiones temporales del pasado y del futuro se remiten las unas a las otras? En Splendide Hotel, Gonzalez-Foerster inserta en su instalación obras de Walter Benjamin, Vila-Matas, Dostoievsky, Beckett y muchos otros autores construyendo una red de referencias que es, a la vez, una reconstrucción de una habitación del pasado, un “espacio transicional “en el que la artista se asume como “escritora fracasada” dando lugar a una “literatura expandida”, espacio-temporal.

Los ensayos de Graciela Speranza son brillantes, pero no fáciles; requieren cierto entrenamiento en el arte de la lectura y en la lectura sobre cuestiones de arte. Por momentos se tiene la impresión de estar perdido en una inmensa galería, trompezando con imágenes y observando, en cámara lenta, la creciente aceleración del mundo.

Cronografías: Arte y ficciones de un tiempo sin tiempo Graciela Speranza Anagrama 248 páginas


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