Revista Pijao
El alcohol es una patria
El alcohol es una patria

Por Carlos Pardo   Foto Sebastián Freire

El País (Es)

Black out: apagón, desvanecimiento, laguna mental propiciada por el alcohol. El título elegido para sus memorias por la narradora y periodista argentina María Moreno no puede ser más apropiado; ya no lo es tanto llamarlas memorias en un sentido convencional, en principio porque Black out posee una sinceridad que uno suele asociar a testimonios póstumos con menos cocina. También porque es un testamento y, a la vez, una obra primeriza que inaugura posibilidades en un género que los cazadores de tendencias llaman autoficción, etiqueta que también se queda corta en este caso. No obstante, si algunos de los libros más intensos publicados este año en España han sido atípicas memorias escritas por mujeres (novelas de “desaprendizaje” de outsiders en un mundo patriarcal, más bien), y como Vivian Gornick y Mary Karr, Black out merece ser leído con igual interés, pues es una obra mayor.

Una posible lectura arriesgaría que Moreno postula un feminismo de estirpe cínica: “Estaba convencida de que más que ganar la universidad, las mujeres debíamos ganar las tabernas”. En esa dirección, esta escritura del cuerpo de una mujer que sangra, huele mal y pierde el sentido sobrecoge por aquello que los filósofos de la “secta del perro” llamaban Parresía: la franqueza absoluta. Pero ésta sería sólo una lectura, y Moreno explica bien los tres géneros que modulan Black out: el retrato (familiar o generacional), el microensayo (cultural o literario) y el territorio (fenomenología de los bares). Es decir, la emocionante crónica de su infancia, con raptos de estética populista, una madre química y un padre alcohólico; una nueva historia de la literatura argentina desde el siglo XIX con el alcohol como elemento fundacional; y, finalmente, un retrato de la mítica generación de escritores que compartieron barra con Moreno en los sesenta y setenta: Libertella, Piglia, Lamborghini, Fogwill… Entre estos destacan los retratos de cuatro geniales malogrados: Norberto Soares, Charlie Feiling, Claudio Uriarte y Jorge Di Paola, Dipi. Moreno los convierte en complejos personajes de este libro: quiero decir que no es imprescindible haberlos leído para vivirlos con sus claroscuros.

Algunos fragmentos de Black out ya habían aparecido en periódicos y webs, pero su funcionamiento en una estructura mayor muestra la pericia de Moreno para armar una trama refractaria a las progresiones novelescas (que también aplicamos a la vida) durante 400 fascinantes páginas. Sobresale su oído para entrelazar fragmentos sin rigidez genérica, y a mí sólo se me ocurren metáforas musicales para explicar el encanto del resultado, que sería menos una sinfonía y más un coro que a cada rato debe reinventar su partitura. Moreno despliega digresiones en torno a un solo tema: el alcohol. Y sería pertinente señalar cuánta responsabilidad tiene el alcohol en esta forma epifánica, el alcohol como sabia idiotez de quien ve el mundo y no su doble (cito al filósofo Clément Rosset), el alcohol que vuelve imprecisas las fechas, porque es presente perpetuo. El alcohol como patria, escribe.

Moreno también se sirve de las armas del pudor (del secreto, escribe ella) en lo que toca a ciertas relaciones familiares. Esto no es una autobiografía narcisista ni un selfie: es una ocupación de la primera persona como campo de batalla, con la propia Moreno como heterónimo (su “verdadero” nombre es Cristina Forero). La apropiación textual de un cuerpo.

Un viejo debate viciado (de incomprensible vigencia en España) insiste en la distinción entre una literatura de imaginación y otra de hechos. Moreno reorienta el problema a una voluntariosa ficcionalización de la vida, a veces con desastrosos resultados para el interesado: el artista como ready made. La vida sería un lugar más de ciertas obras de “literatura expandida”, escribe citando a Alan Pauls. Y el texto tendría sus derechos de existencia: no como verdad sino como valor, como honestidad. Moreno cita a Borges: “La historia era increíble, en efecto, pero se impuso a todos porque sustancialmente era cierta. Verdadero era el tono de Emma Zunz, verdadero el pudor, verdadero el odio. Verdadero también era el ultraje que había padecido: sólo eran falsas las circunstancias, la hora y uno o dos nombres propios”. La verdad de Moreno es una norma de estilo, de un gran estilo plebeyo; y Black out un libro extraordinario.

Black out. María Moreno. Literatura Random House, 2017. 416 páginas.


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