Revista Pijao
Berna González Harbour: “Hoy parece que el crimen perfecto es el que se divulga en Facebook”
Berna González Harbour: “Hoy parece que el crimen perfecto es el que se divulga en Facebook”

Por Carolina Isasi

zendalibros.com

Conocer a Berna requiere su tiempo, no digo que yo lo haya hecho pero sí que tras la entrevista me voy con la impresión de saber algo más de ella, con la sensación de compartir su forma de pensar y su defensa de la mujer. Me voy con la sensación de haber estado con una mujer admirable y valiente, a la que no le gusta hacer ruido pero sí aportar su granito de arena para cambiar las cosas en  este mundo tan complicado, y aunque la ficción, ficción es, no puedo evitar ver en la enigmática e introvertida María Ruiz (aunque cada vez lo sea menos) algo de la Berna periodista y escritora: una mujer tierna que hay que conocer, algo tímida, inteligente y muy amena. Hablo de las dos, protagonista y creadora.

“En esta novela vuelvo a Santander” cuenta Berna casi a modo de disculpa. “En mis novelas siempre figura el viaje, el tránsito, el ir a las raíces. En la próxima me he propuesto la firme intención de que sea madrileña porque Madrid, al fin y al cabo, es mi ciudad actualmente. Al final todo está arropado por las experiencias que una ha vivido.”

La experiencia es charlar con Berna sobre literatura, periodismo y la vida.

– Regresas a Santander. ¿Nuestro territorio es la infancia?

– Sí, al final estamos escribiendo sobre nosotros mismos y sobre nuestra infancia; en todas las novelas, me dijo recientemente la escritora norteamericana Ann Patchett cuando le entrevisté, “nada de lo que ocurre en el libro es verdad, pero todo es verdad.”

– La comisaria María Ruiz es una mujer con un cierto halo de misterio aunque en esta novela parece que se está abriendo.

– María nos resulta cercana porque es como cualquiera de nosotras. Es una mujer de hoy, porque eso es lo que yo quería, pintar mi mundo; y es una mujer de hoy en el sentido de que es eficiente pero tiene que luchar en un mundo de hombres y muchas veces ha relegado su vida privada en aras de la eficacia en el trabajo, una característica muy de mujeres de nuestra generación. Hemos tenido que demostrar que somos capaces de hacerlo bien y para ello hemos tenido que renunciar a muchas cosas. Ojalá las siguientes generaciones no tengan que renunciar y sean como los hombres que a las siete pueden dejar el trabajo y decir: “¡Me voy, que hoy juega el Atleti! “Y nosotras nos quedamos diciendo: ¡Ahí va, qué fácil era!

– ¿Crees que pronto llegaremos a la igualdad real entre hombres y mujeres en la literatura y en la vida?

– Antes o después eso llegará. Igual que nosotras hemos conseguido llegar al mundo del trabajo y a la eficacia laboral y eso no estaba en el mundo de Chandler o, por supuesto, en el de Conan Doyle, en mi mundo sí está, y en las novelas que se escriban dentro de cuarenta años se borrará esa diferencia de género, en el sentido de que será igual ser hombre o mujer y no habrá que demostrar nada. Pero de momento nuestra generación sigue teniendo que demostrar muchas cosas.

– Has comentado que esta novela te ha costado algo más escribirla.

– Es cierto, y me ha costado más porque no somos máquinas. Es distinto crear unos personajes desde cero que ir haciéndolos más complejos e ir afrontando cosas que no había afrontado en las dos primeras. En las dos primeras novelas sobre María Ruiz había gente que me decía que querían saber más sobre ella porque es una mujer que se reserva mucho y eso es lo que se va a vislumbrar aquí. Seguramente me ha costado mucho más elaborar la evolución de María que la trama en sí. La trama me encanta, la disfruto, pero es algo más ajeno. El mundo de María me cuesta en el sentido de que siento que me estoy metiendo en la intimidad de alguien que no quiere que sepamos de ella, y por eso a mí misma me cuesta. Para las siguientes novelas ya estoy dándole vueltas a este asunto. Tengo clara la trama pero estoy dándole vueltas a ver qué va a pasar con María.

– ¿De dónde te surgen las ideas de tus novelas? ¿Del periodismo?

– Cada novela me ha surgido de algo que me ha causado perplejidad, que me ha asombrado de tal forma que no he podido comprenderlo. La primera, Verano en rojo, fue a partir de una noticia que dimos en El País sobre un religioso profesor de Educación Física que en el colegio abusaba de los niños y la jerarquía católica le fue trasladando de colegio en colegio cuando surgían las denuncias. En vez de quitarle de circulación le mandaban a otro colegio poniendo en riesgo a otros niños. Eso, que fue real, me sirvió de excusa para profundizar en la novela porque, al final, la novela te permite resolver lo que no puedes hacer en la vida real. En la segunda, Margen de error, fueron los suicidios en cadena en France Telecom, motivados por acoso laboral, lo que me generó tal perplejidad que intenté resolverlo escribiendo. En esta ocasión la mayor parte del libro tiene un origen íntimo, personal, no de noticia, pero en el fondo sí hay un tema turbio y actual que mejor no contamos. Además también hablo de ese mundo tan actual de grabar y compartir casi cualquier delito que alguien comete. Antes el crimen perfecto era el que quedaba impune, ahora parece que el crimen perfecto es el que se divulga en Facebook. Todo eso me genera muchísima confusión y perplejidad y supongo que escribir novelas es la forma de afrontar esa confusión que me genera.

– ¿Qué sabías sobre los cuáqueros?

– He ido aprendiendo. Los cuáqueros trabajan por las víctimas de la guerra en silencio. Es una comunidad discreta que no hace proselitismo y eso me conectó bien con mi historia de silencio y vulnerabilidad.

– Apetece visitar el cementerio de los ingleses de Santander que describes en la novela.

– Es muy pequeñito, casi nadie lo conoce, hay que pedir cita para visitarlo y tiene ciento y pico tumbas,  pero es una curiosidad que tuve desde hace años y que me encajaba en esta novela porque efectivamente, yo soy medio inglesa, mi madre es inglesa, Claire Jones es hija de ingleses. Claire Jones siente esa desafección de toda persona con origen extranjero, que parece que tienen fortalezas por hablar otro idioma y un glamour distinto, pero en el fondo sientes  vulnerabilidades porque de alguna forma eres un poco coja con respecto a los demás, eres diferente y eso lo comparto con Claire Jones. Ella es el grado máximo de vulnerabilidad y por eso el cementerio protestante me encajaba muy bien porque simboliza esa desafección de los extranjeros, es decir, gente tan integrada como para morir aquí pero tan desintegrada como para ser enterrada aparte.

– ¿Cuándo sacas tiempo para escribir las novelas con el ritmo tan vertiginoso que llevas en el periodismo?

– Siempre arranco mis novelas en verano. Nunca podría arrancarlas en noviembre. En verano es cuando puedo pensar sólo en la novela y no en el trabajo, y al volver, la tengo suficientemente desarrollada para que pueda vivir los fines de semana, en Navidad… Dos años es un plazo bueno para escribir y terminar una novela.

– Supongo que la documentación es una parte importante en la creación. ¿En quién te apoyas?

– Me asesoro. He contado con un jefe de Policía de Santander con el que en verano me tomo un café, y luego con varios mails soluciono las dudas. También estuve con una forense de Santander a la que le hice miles de preguntas, después escribo y no me entretengo demasiado en la precisión, y ya al final les paso los capítulos correspondientes. Tuve la suerte de que me hicieron algunas correcciones pero fue todo bien. De hecho tuve que cambiar el lugar del hallazgo del cadáver que en la primera versión era en el aeropuerto y el policía me explicó que entonces intervenía otra policía y que por protocolo no hubiera sido posible, pero son pequeñas cosas, detalles que no cambian demasiado la historia.

– Eres crítica con nuestro gremio. Eso es bueno.

– El terreno de la novela negra es el terreno de la crítica, no de la alabanza. Igual que he sometido a crítica a la jerarquía católica, al mundo empresarial de las multinacionales, en esta ocasión tocaba el policial y también el periodístico que siempre lo he metido porque es mi mundo. Obviamente hay que retratar los achaques que estamos sufriendo en el periodismo y los achaques incluyen una fisura generacional entre la gente analógica y la digital, la carrera loca por la audiencia que se superpone a la calidad y eso lo estamos viendo en tantas noticias falsas que se están abriendo paso. El periodismo está sometido a presión.

– El periodismo está pasando por una etapa de transformación.

– Sí, es así. Luna, mi personaje, representa el periodismo de antes, el periodismo de las fuentes, de las exclusivas, es víctima de esa pelea nueva en la que él se sabe defender porque rápidamente se pone a hacer reportajes de viajes con chicas tetudas y ha sabido darle la vuelta a su situación.

– La amistad es importante en la novela. Amigos de los de verdad, de los que no fallan en los momentos duros.

– Por eso es el libro en el que más se desnuda María, ella que era tan reservada. Su vida personal estaba tan relegada a un segundo plano que en esta novela va a descubrir que al final lo único importante en esta vida es que alguien te cuide y que tú cuides a alguien.

– María Ruiz tiene un pasado como psicóloga del cuerpo.

– Sí, y lo dejó después de sufrir un episodio en su carrera, que sale en esta novela. María sufrió, cometió un error y entonces vio que era demasiado vulnerable aunque parece una mujer dura; es demasiado vulnerable para sentar a las personas en un diván y optó por ser policía porque, como ella suele decir, es más fácil medir la trayectoria de una bala que el subconsciente de la gente. Ella se siente más segura en el terreno policial que en el psicológico pero me pareció interesante darle ese perfil porque en realidad  tiene las herramientas de la psicología. No las quiere utilizar como psicóloga pero sabe comprender los contextos, sabe empatizar, preguntar y eso le da un papel interesante, es alguien que tiene una formación y eso es muy real, eso cada vez ocurre más.

– La literatura  ya es imparable para ti.

– Llevo ya unos años y tengo muy claro que quiero una carrera de fondo. No somos máquinas y es cierto que entre la segunda y la tercera novela me bloqueé mucho y sin embargo, ahora tengo muy clara la siguiente. Cada novela ha sido distinta y tiene su ritmo y su momento y ahora que he cogido carrerilla, veo la cuarta muy bien y me siento muy segura pero luego no sé qué más voy a hacer. Sé que siempre escribiré.

Autor: Berna González Harbour. Título: Las lágrimas de Claire Jones. Editorial: Destino. Venta: Amazonm y Fnac


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