Revista Pijao
Asedios verbales, una muestra del cuento colombiano actual
Asedios verbales, una muestra del cuento colombiano actual

Por Hugo Hernán Aparicio Reyes

La Crónica de Quindío

Su mesura repele la lisonja, la vana percusión. No obstante, si de un panorama del relato joven en Colombia se trata, el lector querrá saber, con razón, quién, desde qué otero, a través de cuáles filtros, se observa el paisaje expuesto, para apreciar así el criterio aplicado. Ángel Castaño Guzmán ha sido, es, será, ante todo, un comprometido con la lectura y la expresión escrita. A punto estuve de anotar “apasionado” o “literatura”, más el nivel y ámbito de su interés los rebasan. Comunicador social–periodista, de la Universidad del Quindío, con maestría en Estudios Literarios de la Universidad Nacional, promotor y ejecutor desde la temprana academia de proyectos editoriales, publicaciones periódicas, certámenes y programas culturales, de trascendencia regional y nacional; entre otros, Concurso regional de cuento Humberto Jaramillo Ángel, Revista Santo & Seña, miembro del colectivo realizador del Encuentro Nacional de Escritores Luis Vidales; columnista y colaborador habitual de El Espectador, Arcadia, Revista de la universidad de Antioquia, Crónica del Quindío, Bacanika, en formatos de reseñas, opinión general, reportajes a escritores, acopios textuales o crítica literaria; siempre al día en cuanto a actores intelectuales y a su producción. Él mismo, con brillo, como volante creativo de la selección literaria del Quindío, hace parte de nuevas promociones contribuyentes al quehacer de la literatura colombiana, a las cuales se refiere en sus consideraciones introductorias: “…una hornada de escritores con estudios profesionales, egresados de procesos formativos en talleres literarios o de posgrados de escritura creativa… Generación de letrados inmersa en una vida cultural condicionada por las nuevas tecnologías: las revistas de la web, los blogs y demás mecanismos de intercambio virtual… el ágora de la internet.”

Al grano con el libro. Catorce textos narrativos de sendos autores nacidos entre 1974 y 1993, en los departamentos de Cauca, Valle, Risaralda, Quindío, Caldas, Antioquia, Atlántico, Bolívar y en el Distrito Capital; una cuartilla introductoria, anotaciones de varios autores acerca del cuento, de su poética, y breves reseñas personales de los autores, ocupan las 100 páginas, salvo ineludibles máculas ortográficas, de sobria presentación e interesante contenido. Pijao Editores, el sello tolimense con más de cuatro décadas, tozudo empeño de difusión literaria de los hermanos Carlos Orlando y Jorge Eliécer Pardo, albergue de escritores al margen del gran circuito comercial del libro, ha auspiciado la edición y difusión del trabajo de Castaño Guzmán.

Los cuentos: de disímiles temáticas, extensión, urdimbre narrativa y destrezas en el manejo del lenguaje, conforman una significativa y alentadora muestra del cuento joven del país, de autores aún en proceso constructivo de singularidad, unos; otros con trayectorias cumplidas, afirmadas en la brega, varios de ellos con premios obtenidos en concursos, publicados en medios regionales y nacionales. ¿Rasgos comunes? Ante todo claras evidencias de afán creativo, de jugársela en denodadas búsquedas, en fintas evasivas de tópicos, formas y lugares comunes, sin extraviar el norte. Armar una historia y contarla bien seguirá siendo el reto esencial del narrador. A partir de tal condición, adopta el clásico decálogo de Quiroga con o sin variantes o, en legítima insubordinación, opta por pautas alternas, como lo hace Gabriela Alemán y Marco Tulio Aguilera en notas anexas, a la espera de cuanta teorización filosófica, semiológica, y de cualquier orden, hagan luego los analistas. Otros factores comunes: predominan, el  narrador en primera persona, cierto intimismo en la elección del suceso a relatar, en su manejo y exposición; el lenguaje coloquial, a tono con nuestro lector corriente; por suerte, sin recurrir al truco enredador, a la ultraficción, a la trajinada atmósfera borgeana, a introspecciones o elucubraciones metafísicas o esotéricas, entre otros artificios distractores. Cuentos, buenos cuentos, aunque en apego a cuanto decálogo se esgrima, el relato “Noches de Hiroshima”, de excelente factura, quizás el más extenso, corresponde más bien al género crónica; para el caso, se trataría de la crónica de una crónica. “Cuento con personaje”, es otro cuento. Tampoco es un cuento, muy a pesar de la propuesta extendida al siempre pasivo lector, de seguro renuente a involucrarse con el experimento.

No discrepo de la anotación introductoria del compilador: “concebir al fenómeno literario como una variable intrínsecamente unida con la vida comunitaria, con los sueños y pesadillas sociales, nos permite superar una nociva e ingenua mirada esencialista e inmutable”; sin embargo, présbite de mí, no hallo en los textos una clara correspondencia con lo expuesto. Desde luego, tendríamos que llegar primero a un acuerdo acerca de cuáles son nuestros sueños y pesadillas sociales; pero las editadas en “Asedios Verbales”, salvo excepciones, son historias urbanas, clase media, no tocadas por dramas colectivos actuales o pretéritos, por angustias generalizadas, por las latentes frustraciones y polarizaciones que amenazan la cohesión social. Tiendo a apreciarlo como virtud.


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