Revista Pijao
Escribir en la era Trump
Escribir en la era Trump

Por Jan Martinez Ahrens   Foto Joe Raedle Getty Images

Babelia (Es)

Trump no usa metáforas. Dispara. En Twitter, en sus mítines, en las entrevistas, en sus comparecencias en la Casa Blanca emplea el lenguaje como una metralleta. Otea, aprieta el gatillo y luego mira quién ha caído. No es cierto, como piensan muchos, que viva ajeno al poder del lenguaje. Lo utiliza masivamente y le sirve a sus fines. Principalmente a uno: su propia gloria.

Y no se trata solo de hablar en público. Desde hace 30 años, Trump es un prolífico productor de best sellers (escritos por otros) y nunca le ha sonrojado hacer públicas sus recomendaciones de lectura. Una lista que ofrece una radiografía bastante exacta de su pensamiento. Aparte de los recurrentes El arte de la guerra, de Sun Tzu, y El Príncipe, de Maquiavelo, abiertos a cualquier interpretación, entre sus consejos figuran El amateur, una destructiva obra de Edward Klein contra Barack Obama; Iacocca, la autobiografía del exitoso directivo automovilístico Lee Iacocca, y el suculento manual El talento está sobrevalorado, de Geoff Colvin, y cuyo subtítulo en inglés (Lo que realmente separa a los líderes de primera clase del resto del mundo) destila la esencia ideológica del presidente de Estados Unidos.

En la lista no hay literatura ni poesía. No es algo raro en quien ha medido durante años a sus rivales por su chequera. A fin de cuentas, la eficacia empresarial (y ahora la electoral) es el gran canon de Trump. El mundo de la cultura le resulta ajeno y, aunque evita exteriorizarlo, lo desprecia.

El sentimiento es recíproco. Enormes masas de escritores, pensadores, historiadores y poetas le rechazan. Esta polaridad ha tenido un efecto práctico. Ha desatado una reacción en cadena que, mucho antes de su victoria electoral el pasado 8 de noviembre, ya llenó las librerías de ensayos sobre su vida y pensamiento. En su mayoría estaban escritos bajo el signo de la advertencia y acababan casi irremediablemente tratando de avizorar el porvenir.

Ahora, a punto cumplirse un año de su triunfo, el futuro ya está aquí. El fenómeno Trump ha superado la fase larvaria. La transformación se ha completado. Tiene el botón nuclear a su alcance y su figura se mueve a velocidad constante. Viaja, habla y gobierna. No es una entelequia, sino un presidente que igual se despierta atacando a la prensa que se acuesta lanzando un aterrador pulso contra Corea del Norte.

La producción generada para explicar a este Trump real todavía es incipiente, aunque ya han surgido pequeñas obras maestras del descontento. En la cresta figura Sobre la tiranía (Galaxia Gutenberg), del historiador y catedrático de Yale Timothy Snyder (Ohio, 1969). Su opúsculo es rápido y directo. Toma el pasado como una lección y alerta sobre Vladímir Putin, el Brexit, el Frente Nacional y, por supuesto, Trump. Para el discípulo de Tony Judt, todos ellos son “demagogos que aprovechan la libertad de expresión para erigirse en tiranos”. Una experiencia bien conocida en el Viejo Continente. Y que nunca debe ser olvidada: “La historia europea del siglo XX nos enseña que las sociedades pueden quebrarse, las democracias pueden caer, la ética puede venirse abajo, y un hombre cualquiera puede acabar plantado al borde de una fosa con una pistola en la mano”.

Es el terror de la fosa. Pero también el del muro. La gran metáfora de la era Trump. La obra que separa y compartimenta. El odio a la globalización y, por ende, a la diferencia. El nacionalismo en estado puro. “Cuando Trump habla de musulmanes o inmigrantes, se acerca a la política que se practicó en Alemania en 1933. La idea básica es que no son tus vecinos, sino parte de una amenaza internacional. Para Trump la globalización no es un desafío objetivo, sino un enemigo exterior, una conspiración a la que ha puesto cara y que está en casa”, ha señalado Snyder a EL PAÍS.

Frente a esta amenaza, el historiador estadounidense intenta vacunar al lector contra la tentación de pensar que el legado democrático basta para protegerle. Por el contrario, la historia recuerda que hay que salir a defenderlo. “No ser obediente, no permitir que lo excepcional se vuelva normal”. Pasar a la acción. “No somos más sabios que los europeos que vieron cómo la democracia daba paso al fascismo, al nazismo o al comunismo durante el siglo XX. Nuestra única ventaja es que nosotros podríamos aprender de su experiencia. Ahora es un buen momento para hacerlo”, concluye en su libro Snyder.

Y si el autoritarismo se ha vuelto en la era Trump un poderoso estímulo a la desobediencia, también lo es el supremacismo. Crímenes de odio como el de Charlottesville en agosto pasado y la ambivalente postura del mandatario republicano han abonado la tesis de la Presidencia Blanca. La denuncia con precisión Ta-Nehisi Coates (Baltimore, 1975). En Estuvimos ocho años en el poder. Una tragedia americana (editorial Large Print / Random House), este afamado escritor y periodista negro ofrece una recopilación de ocho artículos que diseccionan desde el ángulo racial el mandato de Barack Obama.

Coates ejerce escritura de tesis. La suya es diáfana. Obama ganó las elecciones porque parecía el Buen Negro. Su aspecto, sus modales, su educación eran “un anuncio andante del modo en que los negros pueden integrarse sin amenazar la cultura, la política y el mito americanos”. Y ese fue el problema. Si a algo teme el racista más que a un mal gobierno negro es a un buen gobierno negro. La reacción fue la victoria de Donald Trump, “un hombre blanco que no sería presidente si no fuera por este hecho”.

“El poder simbólico de la presidencia de Obama y su demostración de que la blancura no era ya suficientemente fuerte como para evitar que los criados ocupasen el castillo atacó las más enraizadas nociones del supremacismo blanco e instaló el miedo en sus defensores. Y fue este miedo el que dio a Donald Trump los símbolos que le hicieron presidente”, escribe Coates.

Su obra, como la de Snyder, no se reduce a un posicionamiento intelectual. El análisis busca la movilización. Más que un presidente, Trump es visto por estos pensadores como una aberración del sistema. Un colapso democrático al que hay que poner freno.

No es un fenómeno meramente libresco. Tras las elecciones, Estados Unidos ha comenzado a vivir un excepcional resurgir de los movimientos sociales. Dispersos durante décadas, han formado un frente común llamado La Resistencia. Colectivos feministas, obreros y raciales se han unido contra la Casa Blanca y han surgido obras colectivas como ¿Qué hacemos ahora? (editado por Dennis Johnson y Valerie Merians), donde 27 pensadores y políticos progresistas de primera fila dan su receta para “defender los valores” en la América de Trump. Incluso se ha vuelto un best seller una Guía para sobrevivir a Trump (editorial Dey St.), obra de Gene Stone, que explica con calma pedagógica qué medidas tomar si alguien se ve afectado por las decisiones presidenciales en educación, finanzas, migración, seguridad…

Es un universo en ebullición del que Coates, corresponsal nacional para The Atlantic, es consciente y al que no duda en apelar. “La elección de Trump no fue inevitable y, aunque ha hecho un gran daño, no es el fin de la historia. Lo que se necesita ahora es una resistencia intolerante a la autoexculpación y que no pierda de vista el mal”, clama al final de su libro.

Esa llamada contra la presidencia, aunque referida al universo americano, trasciende las fronteras. Populista y patriotero, Trump ha pisoteado no sólo a los negros, sino a los inmigrantes. Lo foráneo no tiene lugar en su mundo. América es lo primero. Al resto hay que ponerle freno. Expulsar a los sin papeles, limitar los refugiados. En las tierras que durante siglos acogieron a los perseguidos y pobres del mundo, Trump se ha erigido en el amo de la plantación y, según estos autores, ha triunfado azuzando los miedos del blanco. Él es el orden, él construirá la gran muralla contra los bárbaros. El muro con México.

La humillación se ha hecho sentir al sur del río Bravo. El vendaval ha unido fuerzas dispares. En el caleidoscopio mexicano se ha creado un enorme frente de rechazo e ira. “Ha provocado una resistencia cultural. En una sociedad tan dividida como la mexicana, al menos artistas y escritores compartimos la misma lucha”, explica a este periódico Jorge Volpi (Ciudad de México, 1968), autor de Contra Trump (editorial Debate), un “panfleto urgente” que recoge 30 artículos escritos desde la victoria del republicano y que culmina, como Sny­der y Coates, llamando a la acción.

“En tanto siga en la Casa Blanca, el Rey Zanahoria continuará siendo quien es: un animador televisivo cuyo principal objetivo es conservar a toda costa los reflectores. Habrá, de seguro, más salidas de tono, más tuits insultantes, más descalabros, más burlas y más contradicciones de su parte. También, para nuestra desgracia, más violaciones a los derechos humanos, más racismo, más autoritarismo, más sexismo y más demagogia. Más posibilidades de guerra”, escribe el autor de En busca de Klingsor.

La batalla, coinciden estos pensadores progresistas, será larga. De momento, el mandato del republicano no ha hecho más que empezar. Los elementos en su contra aún se están agrupando y el resultado es incierto. “No creo que Trump vaya a tener éxito, la fuerza del multiculturalismo es muy superior al aislacionismo. Eso no quiere decir que no obtenga logros importantes; entre ellos, marginar la cultura mexicana y latinoamericana, y el español como lengua”, explica Volpi.

Pero gane o pierda, Trump ya ha dado un vuelco a la historia americana. Su victoria ha catalizado fuerzas que muchos creían enterradas. La derecha radical es más fuerte que nunca y hasta las antorchas del Ku Klux Klan marchan otra vez orgullosas. En este escenario oscuro, el fantasma de la desconfianza se ha despertado. Una mayoría ha comenzado a temer el futuro. Para ellos, la Tierra ha vuelto a ser plana con Trump. Y al final del recorrido, nadie sabe lo que aguarda.

El proceso no ha sido inmediato. Empezó paradójicamente hace casi 10 años, cuando el país experimentó con Obama la esperanza de un cambio profundo. Pero pasado el tiempo, la ilusión se ha desvanecido y la tierra del Yes, we can, ha acabado votando a un showman catódico, populista y xenófobo. Ese viaje a lo largo de un decenio vertiginoso tiene en Otoño americano (editorial Elba), de Marc Bassets (Barcelona, 1974), una crónica de excepción. Profundo conocedor de EE UU, como corresponsal entre 2007 y 2017 de La Vanguardia y posteriormente de EL PAÍS, su obra recorre la médula de una nación perpleja. Sus historias, ejercitadas desde el periodismo de calidad, sitúan al lector ante granjeros cristianos, yonquis y carceleros, ante Obama y Trump; lo llevan desde el suelo oscuro de Ciudad Juárez hasta las luces de Nueva York; desentrañan el ruido y la furia de una campaña electoral que pasará a los anales. El resultado es una magnífica mirada al interior de Estados Unidos. Una “crónica íntima” en la que afloran los signos de declive, pero también de vitalidad.

Quizá sea esa la mejor forma de responder a las preguntas que suscita la era Trump. Ir y mirar. Darse cuenta de que Estados Unidos es mucho más que su presidente. Inagotable, vital, desgarradora y visionaria, la nación que lideró el siglo XX aún mantiene su capacidad para reconstruirse y escapar de sus propias trampas. Los contrapoderes funcionan, los medios denuncian, los intelectuales critican. Al igual que le ocurriera con la guerra de Vietnam, América ha entrado en un formidable debate consigo misma. Nadie sabe cómo terminará ese pulso interior. Pero no hay duda de que marcará el siglo XXI.


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