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Victor Hugo, ¿hablaba con espíritus?
Victor Hugo, ¿hablaba con espíritus?

Por Diario Clarín (Ar)

Que el espiritismo se puso de moda en la era victoriana es algo sabido. Se convirtió en un pasatiempo de las clases altas británicas y, entre sus ilustres practicantes se contaron Arthur Conan Doyle, Charles Dickens... y hasta Victor Hugo (Francia 1802-1885) , que pasó largas temporadas en Gran Bretaña. Lo que hasta hace poco permanecía vedado al lector en castellano era la transcripción –realizada por el mismo Victor Hugo– de las comunicaciones que el autor de Los Miserables creía haber mantenido con los espíritus de Shakespeare, Platón, Galileo, Jesucristo... o incluso con entes como el Drama o la Muerte.

La editorial Wunderkammer publicó recientemente el libro de Victor Hugo, tan sólo con 161 años de retraso, Lo que dicen las mesas parlantes, traducción que Cloe Masotta ha realizado del volumen que en 1964 publicó Jean-Jacques Pauvert, un libro con el que la editora, Elisabet Riera, se topó por casualidad un día, en un puesto de bouquinistes a la orilla del Sena.

El libro Lo que dicen las mesas parlantes no trata de la literalidad completa de esas sesiones de Victor Hugo –en las que también se manifestaron Napoleón, Aristóteles y decenas de nombres más– como la edición francesa que, en el 2014, publicó la editorial Folio– sino de una selección de 128 páginas de unos encuentros que mantuvo entre 1853 y 1855, durante el exilio en la isla de Jersey, en el canal de la Mancha. Afectado por la muerte de su hija Leopoldine, y tras un período inicial de escepticismo, Victor Hugo consagró buen número de veladas a este tipo de comunicación, al punto de creer que los espíritus le dictaban obras –hay partes de un drama que le va recitando Shakespeare, con sus diálogos y acotaciones.

Victor Hugo pudo sufrir una enfermedad mental llamada parafrenia fantástica, que se manifiesta inicialmente antes de los 30 años con síntomas como la inquietud o la ansiedad y progresivamente va avanzando hacia las ideas extravagantes y las alucinaciones.

En Las contemplaciones o el poema Lo que dice la boca de sombra son claros los vínculos con el más allá. Llega un momento en que Victor Hugo se pregunta “¿qué soy yo, un poeta o un profeta?”, reflexionando sobre las fuentes primigenias del arte.

“Esta parte ocultista, que conlleva una idea de la literatura como revelación, se deja tradicionalmente de lado pero resulta básica para comprender al personaje, que veía al artista como médium”, afirma Riera.

Son interesantes sus conversaciones con el Océano, de las que se extraen elementos definitorios de su poética, como cuando le pide al espíritu de los mares que le dé el sonido del viento y el de las olas, un auténtico manifiesto de lo que quería ser la poesía romántica, tan vinculada a la naturaleza encabritada.

Un lector del siglo XXI no puede evitar preguntarse: ¿pero de verdad se creía todo esto Victor Hugo? Para algunos expertos, como el doctor Jean de Mutigny, estos escritos muestran que su autor sufría parafrenia, que puede producir alucinaciones no solamente acerca de la relación del sujeto con su entorno sino también sobre todo tipo de elementos globales, como los conflictos políticos presentes y pasados y, sobre todo, las fuerzas cósmicas.

No es de extrañar que el segundo título de esta editorial sea Los raros, de Rubén Darío, “una declaración muy contundente de lo que es para él el arte y la literatura, y su creencia en un arte lejos de ‘los fenicios’”. El poeta nicaragüense trazó en ese libro perfiles de sus autores de cabecera: Poe, Lautréamont, Verlaine, Ibsen, José Martí...

El tercer título es El doble la primera, novela de Rayomond Roussel, que ejerció notable influencia no sólo en escritores sino también en artistas plásticos. Victor Hugo, convencido de que había conseguido una obra genial –una novela en 5.500 versos alejandrinos– se sintió tan frustrado al ver que pasaba sin pena ni gloria que sufrió un episodio de delirio.


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