Revista Pijao
'Tomo el Nobel como un llamado al valor de la Historia'
'Tomo el Nobel como un llamado al valor de la Historia'

Por Enrico Franceschini   Foto EFE/Neil Hall

Clarín (Ar)

Londres. Enrico Franceschini

La Repubblica

“Pensé que sería una broma o un caso de fake news”, dice Kazuo Ishiguro en la puerta de su casa. Se pasa la mano por el pelo y agrega riendo: “Me hubiera lavado la cabeza si hubiera imaginado que tendría la visita de periodistas de medio mundo”. Casualmente, su mujer estaba en la peluquería cuando sintió vibrar el celular con la noticia de la BBC: “Yo también creí que era una burla o una equivocación”, cuenta, “pero después comprendí que era cierto y salí corriendo sin terminar la tintura siquiera”. Estamos en Golders Green, parte norte de Londres: zona residencial de chalets de clase media. Por la calle, judíos con kipá, algunos con levita negra: es su barrio; no lejos de aquí asoman una sinagoga y un centro cultural hebreo.

“Nosotros vinimos hace veintidós años porque había buenas escuelas, quedaba cerca del parque de Hampstead y costaba menos que otros lugares”, continua Lorna Ishiguro, Mac Dougall en los papeles. “Ahora esta zona también se globalizó; nuestros vecinos son brasileños, africanos e italianos, para ser más precisos sicilianos, Carmelo y Carmela, y por lo demás yo misma soy escocesa.” De la casa de al lado llega un señor mayor para abrazar al marido y 62° ganador del Nobel de Literatura. Algo de nipón en la vivienda del autor nacido en Nagasaki hay: un sitio para dejar los zapatos a la entrada. En el pequeño living un teclado, una bandeja giradiscos con una colección de LP y una biblioteca: en los estantes se destaca una recopilación de libros sobre Sherlock Holmes; Ishiguro tendrá sus novelas en otra parte. Después de conocer la noticia de su premio, lo llama por teléfono la hija, que estudia en Norwich. Y él llama a su propia madre de 91 años. “Qué bueno que ella llegue a vivir esta alegría”, dice conmovida la esposa.

Después, con saco, pantalones y remera negros, el laureado autor de Los restos del día va a sentarse en una banco del jardincito. Responde a los periodistas que llegan para consultarlo y cuenta que cuando se enteró de que le habían otorgado el Nobel “estaba solo en casa, escribiendo un mail en la mesa de la cocina. Llamaron de Faber, mi editorial inglesa, donde estaban siguiendo la ceremonia y me hicieron escuchar en directo el audio relacionado conmigo”.

-¿Qué sintió?

-Pensé en un error o una broma. Vivimos en la época de las fake news, ¿no? Por lo cual le dije a mis editores que se informaran mejor y controlaran. Pero mientras tanto me llamaron de la BBC y yo soy a la antigua, confío en la BBC: cuando lo dijeron ellos, creí. Si bien estaba convencido de que el comité del Nobel llamaría primero al ganador y recién después comunicaría el asunto. Evidentemente no funciona así.

-¿Pero después lo llamaron de Estocolmo?

-Sí, después de un rato también llamaron ellos: una voz muy gentil me preguntó si quería aceptar el premio. Lo dijo de un modo tan tranquilo que parecía la invitación a una fiesta, algo que uno incluso pudiera rechazar, lo lamento, no puedo. Naturalmente dije que sí, que por supuesto aceptaba.

-¿Qué efecto le causó la noticia?

-Entre el ajetreo no he tenido tiempo para reflexionar y elaborar una respuesta articulada. Todo lo que alcanzo a decir es esto: es una decisión sorprendente y totalmente inesperada, tomada en un momento en que el mundo tiene incertidumbre acerca de sus propios valores, su dirigencia y su seguridad. Espero que el hecho de ser yo quien reciba este enorme honor pueda, aunque en una medida leve, estimular las fuerzas a favor del bien y de la paz.

-¿Pero de veras no se lo esperaba?

-No, en absoluto. Ganar el Nobel me parecía un sueño irrealizable. ¿Cómo se puede esperar ganarlo? Por otro lado no habíamos tenido ningún indicio, ningún contacto con Suecia, donde además mi mujer y yo no vamos desde hace al menos treinta años.

-¿Le gusta haberlo ganado el año siguiente a Bob Dylan?

-Muchísimo. Bob Dylan es uno de mis héroes. Estoy contento de poder sentirme en compañía suya.

-¿Considera por lo tanto que el Nobel a Dylan fue merecido?

-Ciertamente. Y casi me avergüenza haberlo ganado yo este año pensando en tantos grandes escritores contemporáneos que todavía no lo han ganado. Me gustaría que lo ganara Salman Rushdie. Me gustaría que lo ganara Haruki Murakami. Espero que les toque a ellos en los próximos años.

-¿Por qué piensa que este año el Nobel se lo han dado justo a usted?

-No estoy en la mente de los académicos suecos. Espero, como ya dije, que en alguna medida mis obras, mi atención respecto del pasado, hayan sido apreciadas como un llamado al valor de la Historia, a la exigencia de no olvidarla y mucho menos de enterrar los aspectos más lamentables.

-Mencionó a Murakami. ¿Cree que este Nobel es también un premio a sus raíces japonesas?

-Como he dicho tantas veces, crecí en Inglaterra pero dentro de una familia japonesa; con mis padres hablaba japonés y estoy convencido de que esas raíces me han ayudado como escritor.

-¿Está escribiendo un nuevo libro?

-Siempre escribo, es mi oficio. Actualmente estoy dedicado a un libro de historietas, una novela gráfica, y me gusta mucho porque vuelve a juntarme con el manga y por lo tanto con el Japón que es parte de mí.

-Y como inglés con raíces extranjeras, ¿qué dice del Brexit?

-Hoy las naciones se encierran en sí mismas; está el peligro de perder una visión común, internacional, abierta al exterior. Pero espero que en el futuro esta tendencia negativa se vea anulada por una evolución positiva. No sé si la Academia, premiándome con el Nobel, quiso dar una señal en ese sentido, pero ésa es mi esperanza.

Traducción: Román García Azcárate


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