Revista Pijao
“Sobrevivir a la violencia también te hace violento”
“Sobrevivir a la violencia también te hace violento”

Por Beatriz González Harbour  Foto Inma Flores

El País (Es)

Aquí está. Edurne Portela generó una gran polémica hace un año con su ensayo El eco de los disparos al señalar la culpabilidad colectiva de la sociedad vasca en el conflicto y al defender el papel catártico de la cultura como herramienta de cambio frente a la complacencia. Analizaba de forma muy crítica algunos libros y películas —en especial Ocho apellidos vascos— por pasar a la carcajada saltándose la reflexión. Ahora, es ella quien se pone en la picota con su propia novela, Mejor la ausencia (también en Galaxia Gutenberg), la primera de esta doctorada y profesora de Literaturas Hispánicas en EE UU nacida en Santurce (Vizcaya), en 1974.

“El ensayo me permitió abordar el tema desde la reflexión, pero al acabarlo quería explorar más, y hacerlo con las herramientas de la imaginación”, cuenta Portela. “Ha sido un proceso largo, no espontáneo, de mucho trabajo. Tuve que desechar las primeras 80 páginas porque no me creía lo que estaba haciendo, avanzaba con torpeza, hasta que encontré la mirada de Amaia, que se convirtió en narradora”.

Amaia Gorostiaga es la voz que crece en 234 páginas lo que se tarda en crecer una vida, la distancia entre los chispazos de realidad que percibe una niña que ve empujones, lloros y ausencias cuando solo quiere pensar en los Reyes Magos; que luego ve síndromes de abstinencia cuando debería estar haciendo los deberes, o la cara morada de su madre cuando lo que quiere es la merienda. Las lagunas convierten la vida misma en un inmenso tabú donde la oscuridad es siempre más amplia que la luz. Su voz cambia con la edad, como su conocimiento, y su crecimiento va consistiendo en huir para volver a ratos para intentar comprender. A veces sabiendo, en general sin saber.

“Quien ejerce la violencia normalmente instaura un silencio con ella. Cuando eres víctima no eres capaz de hablar de ella, ni como persona ni como sociedad, porque estás traumatizada. Y se convierte en tabú. Lo que sí podemos hacer después de un tiempo es afrontarla de la mejor manera posible, cada uno a través de sus herramientas, para intentar romper ese tabú”.

Paro y desindustrialización

En la familia de Amaia dejan muescas el paro, la desindustrialización y la heroína que afectaron a la margen izquierda del Nervión en los años ochenta, como a tantas zonas de España, pero también el conflicto vasco, los odios de proetarras o txakurras. Y cada cual sobrevive como puede: a las agresiones que los culpables imponen y las víctimas también en su propio acto de supervivencia. “Amaia es una víctima y a veces también ejerce sus propias violencias en su reacción de autodefensa. Cada uno sobrevive como puede y algunos en esa supervivencia dejan otras víctimas detrás. A diferencia de la política, que ve el mundo blanco o negro, la ficción nos da las herramientas para presentar la complejidad de una sociedad en la que todos hemos contribuido a crear un silencio brutal que nos ha hecho cómplices. Defenderte de la violencia genera tus propias violencias”.

Portela —adolescencia de Kortatu, la Polla Records y el resto del rock radikal vasco y algún porrazo que ya describió en El eco de los disparos— también huyó de su País Vasco, como su personaje y como tantos asqueados de la violencia. Hoy puede regresar y ver una región transformada donde la margen izquierda también ha cambiado muchísimo “claro que menos que la derecha”, ríe.

Amaia, como la propia Portela, encuentra en la escritura su forma de buscar respuestas. “Escribir para ella es una forma de conocimiento, de procesar intuiciones, memorias rotas de vivencias que no ha podido procesar bien; es la forma de intentar entrar en un pasado muy oscuro y traumático. Ella misma es incapaz de saber si realmente pasó lo que imagina. ¿Lo que escribe es una forma de intentar salir de esa oscuridad o la está creando mientras la escribe?”. Portela intenta convencernos de que no es Amaia, pero reconoce que escribe desde una sensibilidad a flor de piel. “Tal vez es más íntima, más desde dentro y hacia adentro. Meterme en esa niña y verlo desde ella me pone en esa tesitura, pero también en una posición de sensibilidad y vulnerabilidad muy fuerte. Con esta novela me he despellejado un poquito, te vas quitando esas capas y te quedas en piel de bebé”.

Solo hay que ver la portada. Al menos reconoce que el peluche roto que la ilustra sí está basado en un personaje real.


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