Revista Pijao
Paolo Giordano: 'La vida de pareja es algo muy cansador, hay que tener una paciencia extraordinaria'
Paolo Giordano: 'La vida de pareja es algo muy cansador, hay que tener una paciencia extraordinaria'

Por Carolina Robino  Foto Analía Llorente

BBC Mundo

Era su ópera prima. Y le cambió la vida.

Sin que nadie -ni él mismo- lo esperara, la obra sobre el amor y desamor de dos jóvenes solos y perdidos, que como los números primos gemelos están muy juntos pero no lo bastante para tocarse, vendió más de un millón de ejemplares.

A los 26 años, Giordano se convirtió en el autor más joven en ganar el premio Strega, el más prestigioso de Italia.

En América Latina también fue un éxito rotundo.

Casi dos décadas después, Giordano, que antes de ser escritor se graduó de físico con honores, habló la semana pasada en el Hay Festival de Querétaro, en México, sobre su tercer y último libro, "Como en familia" (2014), un título muy distinto al que tiene en su lengua original, Il nero e l'argento ("El negro y la plata").

Es la historia íntima, un poco perturbadora y bastante autobiográfica de una pareja joven, su hijo pequeño y la señora A., la mujer que los ayuda a cuidarlo y a sobrellevar las tareas de la casa... hasta que enferma de cáncer.

Entre las dos obras, en 2012, publicó "El cuerpo humano", una novela centrada en la experiencia de soldados italianos en Afganistán, país al que viajó para escribir una crónica para el periódico Il Corriere della Sera y convivir con los uniformados.

Tus libros parecen centrarse en luchas: en "La soledad de los números primos" es la de dos jóvenes en conflicto y en "El cuerpo humano" es la guerra. ¿Cuál es la de "Como en familia"?

Yo creo que hay dos conflictos.

Uno es el de lo cotidiano, la lucha de esta pareja joven con el sistema y el día a día, y el otro es la enfermedad, el cáncer, que es una verdadera guerra. Cada vez que hablamos de él usamos términos guerreros, es un combate contra algo.

Yo había terminado recién el libro sobre Afganistán, y de alguna manera quería contar una guerra más pequeña, como esta que se pelea en el interior de un apartamento.

¿Y por qué elegiste el cáncer?

Porque fue lo que sucedió realmente con el personaje que inspiró a la señora A., pero también porque es el emblema de todas las enfermedades.

Había leído hace poco un ensayo sobre el cáncer que cito en la novela, que se llama "El emperador del mal", y me pareció que esta enfermedad es justo eso.

Es tan poderoso, tan misterioso y tan común al mismo tiempo... Todos tenemos en la vida dos o tres historias relacionadas con el cáncer de gente cercana.

También hay una especie de radiografía de la fragilidad de la familia. Y de su complejidad como espacio donde conviven el amor, el miedo, el egoísmo.

Pienso que la relación entre los protagonistas es de alguna manera una relación que funciona, en su base hay un amor recíproco.

Pero después ocurre que la vida de pareja, de familia, es algo extraordinariamente cansador, requiere un empeño, una preparación, una paciencia extraordinaria.

Y creo que esto es algo que también experimentamos todos en algún momento.

Yo mismo comencé con este tipo de vida hace algunos años y creo que esta ha sido la primera vez en que he buscado analizar un poco el pequeño mundo burgués en el que yo también he estado viviendo.

Hay además una suerte de enfrentamiento de la generación de la señora A., que pertenece realmente a otro mundo, y la de la pareja joven, que se enfrenta a esta extraordinaria complejidad que nos exige el mundo de hoy, psicológica, de relaciones, laboral.

Para vivir en pareja se necesita una gran versatilidad. Y a veces simplemente no se tiene la fuerza.

Y, sin embargo, es una lucha en la que nos empeñamos. ¿Por qué? ¿Vale la pena?

Yo pienso que sí, pero más bien porque no tenemos otra opción.

Es verdad que cada uno combate por su propia idea de familia, la clásica, la extendida, con dos madres, dos padres, lo que sea, pero en el fondo la base es la misma: el deseo de pertenecer a un núcleo.

O sea que más que una lucha que vale la pena es una lucha que no podemos evitar.

La señora A. es como un pilar de la familia, pero cuando se enferma, la pareja queda fuera, no sabe qué lugar ocupa en su enfermedad. Es algo que ocurre con frecuencia en América Latina, donde las trabajadoras del hogar muchas veces pasan más tiempo con los niños que los padres.

La idea del libro nace precisamente de esta inversión de roles.

Todos tenemos personas como ella, que nos ayudan y a las que clasificamos en ese rol. Exactamente como hacen los niños con los padres.

Pero luego ocurre un momento de la vida, a veces de forma imprevista como en este caso con la enfermedad, en que los papeles se invierten.

Y a estos dos jóvenes les cuesta al inicio aceptar la idea de ser ellos los que tienen que hacerse cargo, casi no se sienten capaces, aunque después se dan cuenta de que sí lo son.

Me parece que esta es una inversión, un cambio, que siempre llega en la existencia.

¿Por qué decidiste llamarla señora A. y solo nombrarla en la última palabra del texto?

A veces pasa que haces elecciones casuales y solo al final entiendes por qué.

Cuando me estaba sucediendo la historia en que se basa "Como en familia", en el último año de vida de mi señora A., tomaba apuntes para no olvidar los momentos más importantes.

Y por alguna razón, para distanciarme de la tragedia, en vez del nombre verdadero comencé a escribir la señora A.

Cuando leí los apuntes para hacer la novela me di cuenta de que allí estaba gran parte del libro y lo mantuve así.

Solo después noté que esto tenía un sentido en la historia, porque es como si los dos jóvenes al comienzo no llegaran a ver a la señora A. como una persona. Solo veían el rol que cumplía respecto a ellos.

Pero luego, cuando tienen que hacerse cargo de cuidarla y comienzan a conocer cosas de su pasado, finalmente tienen el derecho a llamarla por su nombre.

Hay una escena conmovedora en que la pareja y su hijo visitan a la señora A., que, ya bastante enferma, no los acoge como esperaban. De camino a casa el niño no les suelta las manos, más bien se aferra e ellos, porque en ese instante ha entendido que en algún momento todos se alejan.

Muchísimas novelas tratan el tema del paso de un estado a otro.

En mis dos anteriores, eran los protagonistas los que cambiaban. En "La soledad..." era el pasaje clásico al ser adulto, y en "El cuerpo humano" eran jóvenes que crecían de improviso.

En este último libro, en cambio, son adultos que miran a un niño perder la inocencia.

A mí me conmueve mucho observar y siempre me causa tristeza cuando los niños entran es esa fase en que pierden ese aspecto extraordinario de la espontaneidad, de la irrealidad, que es una de las cosas más bellas, ese mundo en el que puedes jugar, moverte libremente en un espacio que es real y no a la vez.

¿Qué rasgos de tu faceta de físico se cuelan en tu literatura?

En física me ocupaba de algo que se llama fenomenología de partículas, una de cuyas partes fundamentales son las descripciones.

Creo que eso es algo que tengo también naturalmente como escritor: parto sobre todo de un pensamiento, de un análisis de lo que observo. Después puedo construir detrás.

Este aspecto de la fenomenología en realidad lo siento muy mío.

Hace casi 10 años que publicaste "La soledad de los números primos". ¿Qué relación tienes con ese libro que te marcó tanto?

Creo que he cerrado un ciclo. Hubo un momento en que tuve que decidir si hacer la paz con él o combatirlo. Y decidí hacer las paces, como estoy intentando hacer con todas las cosas de mi vida, sabiendo que ese libro es un momento irrepetible.

Nunca esperé lo que sucedió con él, pero gracias a eso es que puedo seguir escribiendo.

En ese sentido, "La soledad de los números primos" es una anomalía.


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