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La Madriguera del Conejo cierra sus puertas
La Madriguera del Conejo cierra sus puertas

Por Revista Arcadia

En 2011, en un local ubicado en la carrera 11 con calle 85, y con un nombre inspirado en Alicia en el país de las maravillas, abrió sus puertas la librería bogotana La Madriguera del Conejo. Desde la semana pasada, sin embargo, la librería está en el proceso de cerrar definitivamente.

Hablamos con Edgar Blanco, librero del lugar, sobre las razones.

¿Por qué se acabó la librería?

No nos dio como negocio. Hace seis años nos pusimos ciertas metas, pensamos en ciertas proyecciones, como con cualquier negocio. La expectativa era que después del tercer año la librería debía vender muy bien para llegar a un punto de equilibrio, y no se logró. Hicimos de todo, probamos de todo, pero no lo conseguimos.

¿Y por qué cree que no lo consiguieron?

De entrada, creo que una librería es un negocio en el que hay que hacer un esfuerzo muy grande para atraer clientes. El libro hoy es un producto que no es una necesidad, y en esa medida hay que hacerle muchísima promoción. Eso genera un esfuerzo que resulta costoso para una librería independiente. Todas las actividades que hacen las librerías tienen un doble propósito: promoción cultural y vender unos libritos. Pero hacer eventos es súper caro, y es un gasto que la librería va asumiendo. También hay que llegarle a la gente, pero en nuestro caso, para alcanzar eso, para estar en la zona en la que estábamos, pagábamos un alquiler demasiado alto. Escogimos el sitio por la confianza que daba. Hasta cierto punto, el público que visita esa zona es también un público que quiere libros, que lee. Pero poco a poco nos íbamos dando cuenta cómo disminuía ese público. El costo de tener una librería por acá se volvió injustificado.

¿Por qué cree que el público se fue alejando?

Yo creo que se está volcando a la virtualidad. Estamos a la carrera, no hay tiempo para nada, ni siquiera para ir a una librería. A la gente le gusta leer y tener su biblioteca, pero estas vidas a contrarreloj que tenemos ahora hacen que sea muy difícil. Además, una librería compite con muchos espacios. Ya no se trata solamente de competir con quienes hacen parte del mismo nicho, de un mercado particular: nos toca competir con el ocio, que es más difícil.

¿Qué legado cree que deja La Madriguera?

Es simpático. Muchas de las nuevas librerías independientes sienten que le deben a La Madriguera algo. Fuimos en algún momento un motor para que sucedieran cosas. Por ejemplo, Wilborada es un proyecto que sintió que podía existir porque vio que una cosa como La Madriguera ya existía. El tema de las actividades que hacen las librerías es otro ejemplo. Además, nacimos como un proyecto que apoyaba la edición independiente. Ahora casi todas las librerías están siguiendo esa línea. Antes había una especie de trabajo muy enfocado en seguir una tradición de apoyar solo a las editoriales muy grandes, pero ahora se han dado cuenta de que hay toda una riqueza en la edición independiente. Nuestra comunicación es mucho más fresca y directa. Todo eso es lo que se hereda.

¿Tienen algunos planes a futuro?

Se plantearon varias ideas, y eso en parte demoró la decisión. Detrás del nombre hay una sociedad de personas y ellos son quienes permiten o impiden que las cosas sucedan. Hay unos socios que siempre han estado muy interesados en la librería, siempre fue como su refugio. Ellos se quieren quedar con la marca, no sé con certeza si para usarla en el futuro para abrir una nueva librería o para montar un nuevo proyecto. Por lo pronto sé que no hay planes de abrir una nueva librería. Si los hubiera, sencillamente habríamos hecho una transformación, nos habríamos cambiado de lugar.

Es un poco triste tener un desenlace tan burocrático. Todo está dictado por lo comercial. En ese sentido, no hay ningún pronunciamiento, ni algún evento. Nada. En algún momento también se pensó en eso: "Bueno, la librería tiene dificultades, pero se puede intentar hacer algo con la comunidad, con los promotores y la gente que nos quiere". Sin embargo, hay que aceptar que, en vista de que no fuimos capaces de transformarnos para continuar, pues ya está.


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