Revista Pijao
‘El mafioso es un arquetipo humano universal’: Luis Miguel Rivas
‘El mafioso es un arquetipo humano universal’: Luis Miguel Rivas

Por Carlos Retrepo   Foto Héctor F. Zamora

El Tiempo

En Villalinda viven Manuel y Yovani, dos jóvenes de barrio de clase media baja, que sueñan -como todos- en tener buena “pinta”, con tenis ‘Rebuk’ o ‘Naik’ y unos yines ‘Lebis’, para ser respetados y “levantar” nenas. Es la década de los ochenta y el narcotráfico ha comenzado a permear todos los nivele sociales, pero en especial el difícil mundo en el que se mueven estos muchachos.

Ellos son los protagonistas de unas de las historias que se van tejiendo en ‘Era más grande el muerto’, la primera novela del escritor paisa, de origen valluno, Luis Miguel Rivas (1969).

El contrapunto de la trama lo aporta la vida de ‘Don Efrén’, el mafioso de ese pueblo imaginario, “más bruto que un burro chiquito” –como lo describe Rivas- que se enamora de Lorena, una joven acomodada, que ha vivido en Europa. ‘Don Efrén’ trata de seducirla con regalos, pero esta niña lo rechaza aduciendo su brutalidad. Entonces el ‘capo’ decide contratar un profesor de clases de cultura.

“Mientras se cuentan esas historias se va dando cuenta de Villalinda y de otros personajes, de cómo es la vida cotidiana y cómo piensa la gente de ese pueblo”, explica su creador.

El escritor anota que la génesis de la historia se remonta a su infancia y adolescencia. Si bien nació en Cartago (Valle), Rivas se mudó a los siete años a Envigado (Antioquia), en el momento en Pablo Escobar era el “rey”.

“‘Qué Pablo está repartiendo plata en la esquine’, decían. Y uno corría y lo veía por ahí. Cuando eso el narcotráfico no estaba marcado socialmente de la manera como lo entendemos hoy. Ni había degenerado en todo eso de poder, destrucción y violencia”, explica Rivas.

Comenta que por entonces (principios de los años 80), estos personajes eran percibidos como empresarios avispados antioqueños que habían encontrado “un filón” de negocio. “Pablo era respetado por todo el mundo porque era un tipo piloso para la plata y era casi que un paradigma para los chicos”.

En ese sentido, la novela cuenta esa atmósfera “mental” que vivían todos los jóvenes queriendo ser Escobar. En especial ese universo naciente de los sicarios, que tenían, entre sus máximas aspiraciones, conseguir ‘pinta’ extranjera.

El propio Rivas lo vivió con uno de los amigos de su barrio, que se metió con la mafia y resultó asesinado. “Cuando lo subieron al carro de la morgue, lo último que vi pasar fueron sus zapatos costosísimos, que había sido el sentido de su vida y ya no eran nada”.

En la novela, Manuel y Yovani se enteran que el señor de la morgue de Villalinda vende ropa “buenecita” de marcas caras, de sicarios que han sido asesinados, a un 30 por ciento del costo del mercado.

Manuel logra que su mamá le preste un dinero para hacerse a una de estas “pintas”. La mamá, que es modista, le arregla los “roticos” de las balas y su hijo sale orgulloso a caminar por el barrio.

Con tan mala suerte que uno de los sicarios reconoce la vestimenta y comienzan a perseguirlo, porque piensa que su víctima sigue “vivita y coleando”.

Memoria revisitada

Y aunque el narcotráfico es un tema que podría pensarse agotado, de manera paradójica adaptaciones televisivas como ‘Narcos’, de Netflix, ratifican que sigue siendo muy “taquillero” y bien recibido, así sean contadas desde la “comodidad”, como dice el autor.

“Yo creo que de ese tema hay que hablar mucho, como hablan en Argentina de la dictadura y de los desparecidos, como hablan en Estados Unidos de la guerra de Vietnam. Lo que tiene en particular este tema, en específico la figura del mafioso, es que es un arquetipo humano universal: ha vivido en condiciones adversas, se impone a ella, alcanza el triunfo, tiene poder y representa a su comunidad”, explica Rivas.

Recuerda que, si bien, él tuvo oportunidad de vivir de cerca esa violencia y es consciente de “el ser nefasto” que fue Escobar y del daño que le hizo a la cultura y al país, también cree que este capo es resultado de su propio entorno.

“Escobar es el producto de una cultura que llegó como a su grado máximo en él. Que reafirma que el tipo más teso es el que tiene plata. Y ‘Don Efrén’ es casi la ridiculización de ese personaje”, anota.

Por eso, aunque se regrese a los mismos temas, siempre hay oportunidad de hacerlo desde otras perspectivas. En su novela, Rivas presenta una propuesta literaria divertida, que se enmarca más en la comedia, con una mirada más “desenfada”. “Creo -dice- que tenemos que empezar a ridiculizar lo que nos ha hecho tanto daño, que también es una manera de exorcizar”.

“La pobreza nunca se ha contado desde la pobreza –agrega Rivas-, porque cuando la sufres no puedes escribir”. Pone como ejemplo el caso de la película ‘Rodrigo D’, que aunque es la historia que reveló el mundo de los sicarios fue hecha por alguien de clase media. O ‘La virgen de los sicarios’ que es creación de un “medio aristócrata” de Medellín. Y de ‘Rosario tijeras’, la historia de un chico de clase alta que se encuentra con ella.

El autor apunta que además del sicario, en esos barrios vivían todos esos otros jóvenes que nunca pudieron ni llegar a sicarios ni estudiar en una universidad. “Y son los que hoy trabajan como mensajeros o porteros de edificio, por ejemplo. Los ‘chichipatos’ que somos el pueblo colombianos. El 70 por ciento de la población somos ‘chichipatos’ y nunca se ha contado la historia desde ahí”, anota.

En cierta forma, esta novela es un desarrollo de temáticas que el autor había abordado ya en otros libros suyos. El escritor comenta que su primera novela es una precuela de ‘Los amigos míos se viven muriendo’, que da el título al libro de cuentos que publicó en 2007. Pero además, Lorena y ‘Don Efrén’ también aparecen en su otro libro ‘¿Nos vamos a ir como estamos pasando de bueno?’ (2015).

Precisamente, esa cercanía de Rivas al cuento se refleja en la estructura de capítulos cortos de esta novela, que le fueron saliendo de manera inconsciente. De hecho, el primer boceto de la historia iba a ser otro cuento.

“Entonces, dada mi experiencia, me propuse que cada capítulo fuera una especie de cuento”, explica el autor, quien también relaciona un poco esta estructura con su experiencia como realizador audiovisual.

La imagen de la muerte, unida a la mirada irónica de este universo ‘narco’ tan particular, que Rivas les pinta a sus lectores, está presente desde el mismo título. Y que bebe de la tradición de los dichos populares de cuando alguien se pone alguna prenda que le queda grande y los amigos, en broma, le dicen: “Ve, pero era más grande el muerto, ¿no?”.

“Primero pensaba que la frase era muy colombiana y luego me he dado cuenta que es latinoamericana. En México también la usan. Mirá que dentro de nuestras frases que usamos cotidianamente sin darnos cuenta involucramos la muerte siempre. Recuerdo frases de mi juventud con amigos que decían: ‘Manéjese bien pa’ matarlo de último’”, concluye Rivas.

'Déjà vu’ en Buenos Aires

Casado de todo y con el deseo de dedicarse a escribir, Rivas se fue para Buenos Aires hace ocho años, más como por buscar un lugar cualquiera para evadirse.

Sin embargo, con el tiempo, y como suele ocurrir en muchas de las decisiones de la vida, se ha dado cuenta que no fue “gratuito”.

“En la novela por ejemplo hay mucho tango. Y en mi formación y en esta cultura popular paisa hay mucha cosa argentina. Yo me crie oyendo a todos los músicos argentinos y en la literatura me deslumbré con Borges, Cortázar y Sábato. Y estando allá los primeros años, estuve reconociendo cosas que conocía, como las calles de los tangos”, comenta.


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