Revista Pijao
Corea del Norte, tan inverosímil que llegó a las novelas
Corea del Norte, tan inverosímil que llegó a las novelas

Por Luis Vinker  Foto Alfredo Martinez

Clarín (Ar)

En su obra más reciente Enviada especial, que marcó su retorno a la ficción tras varias y celebradas biografías noveladas, Jean Echenoz ambienta extensos pasajes en… Corea del Norte. Lo había explicado así: “Desde que empecé a escribir la novela no hice otra cosa que escuchar sobre Corea del Norte. Y no dejaba de sorprenderme. ¿Cómo es posible que un país tan evidentemente ausente de nuestra vida, con una dictadura tan terrorífica y a la vez tan ridícula, estuviera a la vez tan presente? Nos dan miedo sus pruebas nucleares, oímos hablar de ataques informáticos, desvíos de capitales. Y hasta vimos el asesinato de parientes del dictador...”

Pero ahora, cuando Echenoz retorna a la Argentina –es su tercera visita- Corea del Norte está más presente que nunca en las páginas de las noticias internacionales, con el intercambio de amenazas con Donald Trump y la escalada de pruebas atómicas. Y Echenoz nos cuenta sobre su intervención literaria en uno de los países que podían sonar más extravagantes, pero que ahora resultan aún más temibles: “Corea del Norte es un país y un tema que me interesan. Y no sólo desde el punto de vista político, sino que ya lo venía pensando como un lugar de ficción posible para una obra. Es algo que, por un lado, nos resulta inverosímil. Pero existe. Y las cuestiones se desarrollaron de tal manera que no sabemos adónde terminan, cual es el límite entre la ficción y la realidad. Es una paradoja, por un lado se plantean cuestiones inimaginables pero, por otro, esas mismas cuestiones ahora están presentes. Y ya no se trata de un país que viene de lo que llamábamos un régimen comunista ortodoxo, o que tiene la ideología clásica del marxismo-leninismo. O que utiliza el chantaje por motivos patrióticos. Todo parece paranoico, pero lo cierto es que está ahí, es una realidad”.

Para quien se cultivó entre los clásicos –siempre habló de su afición por Flaubert y Proust, Beckett y fundamentalmente Dickens- y que también fue distinguido con uno de los más codiciados premios en las letras francesas (el Goncourt, dos décadas atrás por Me voy) colocar su novela en la Corea de Kim Jong-un, que hoy pone al mundo con los nervios en punta, parece un destino extraño. Pero así andan las cosas hoy por hoy. Y por otro lado, Echenoz ha vuelto a Buenos Aires como uno de los convocados estelares del festival literario Filba donde la temática –muy amplia en su expresión- gira alrededor de la violencia.

Específicamente sobre Francia, esa violencia se presenta en dos planos: la política interna y el fundamentalismo que golpeó con Charlie Hebdo o Niza, por ejemplo. Y con los cambios en la vida cotidiana: “Yo lo tengo muy presente, veo cómo se modifican los hábitos de vida entre todos los que me rodean, mis hijos, mis nietos, mis amigos. Pero tampoco me gusta un discurso de extrema derecha, que mete inseguridad y miedo en el hombre común. Realmente, todo se está acelerando y no tengo en claro qué va a pasar. En Francia ahora vivimos un momento de profundos cambios políticos, donde entre los temas principales está la reforma laboral, pero también la decepción de mucha gente. No sé hacia dónde vamos y cómo ese mismo clima de violencia nos afecta”.

Echenoz había incursionado en la última década en las biografías noveladas, sobre distintos ejes. Comenzó con la música (Ravel, 2006) y llegó al atletismo en Correr (2008), donde describió la vida de aquel formidable campeón checo, Emil Zatopek. Relámpagos se tituló su trabajo sobre Nikolai Tesla, el genial inventor yugoslavo. Y también a ese período de su obra corresponde 14, una novela breve alrededor de un episodio de la Primera Guerra Mundial. “Vengo de una familia de músicos, así que las composiciones de Ravel estuvieron entre las primeras que escuché. Y en el caso de Zatopek, me interesó analizar las relaciones que se establecen entre el deporte y la influencia política. Es un personaje con el que llegué a encariñarme, aunque a mi señora no le gustó tanto ese libro”, revela.

-¿Por qué se le dio por el género de la biografía novelada?

-En algún momento sentí que no sabía hacia donde iba con mi registro en la novela pura. Me empecé a interesar por personajes, por investigar y documentarme. Así surgieron aquellos libros, inclusive el 14. Pero, últimamente sentí que corría un riesgo: de que todo se me hiciera demasiado “fácil” o rutinario. Y eso es peligroso para un escritor. A partir de allí nació mi inspiración para Enviada especial.

-Uno de los aspectos que se citan en sus novelas es la influencia y la presencia de “la calle”, de la vida cotidiana.

-Lo siento así. Para mí el día a día es un disparador de ficción: los lugares, los personajes, el conductor de un autobús, los graffitis en un ascensor, los rostros de la gente. Me gusta trabajar sobre eso, me generan situaciones. Pero a la vez, me interesa mucho el trabajo de documentación, fue algo que me atrapó cuando trabajaba en las biografías noveladas y que lo tengo siempre presente en la construcción de una novela. Por ejemplo, ahora trabajé mucho para documentarme sobre Corea del Norte.

-Compartieron lecturas con Alberto Manguel ¿Está al tanto de su nueva función como director de la Biblioteca Nacional argentina?

-Lo conocí en Florencia hace algunos años, recuerdo que compartimos una conferencia en una librería. A partir de allí comenzó una relación muy cordial, me impresionó su amplitud cultural. Manguel me funcionó como una guía en Florencia para indicarme lugares que yo desconocía. Cuando asumió en la Biblioteca me invitó a visitarlo, pero hasta ahora no coincidimos. Justo ahora que regreso a Buenos Aires, él viajó a España para recibir el Formentor. Ya tendremos una oportunidad para el reencuentro.

- ¿Y por donde se da su acercamiento a las obras argentinas?

- Por supuesto que obras como las de Borges y Cortázar son una referencia obligada, más allá de la Argentina. Pero hace algunos años, antes de visitar por primera vez el país, leí Los Siete locos y desde entonces me sentí atraído por las obras de Roberto Arlt, por sus personajes. Así que prometo profundizar más por ahí.

En un rincón de Palermo, que no parece tan distante al rincón parisino de Pigalle donde reside desde principios de los 70, Echenoz prepara su aparición en el Filba. Ya envió un texto sobre de fotos de Diane Arbus, la fotógrafa neoyorquina con obras expuestas durante estos meses en el Malba. Autor de 17 libros, con traducción a más de treinta idiomas, distinguido también con el premio Médicis en sus comienzos (por “Cherokee”) y por la Biblioteca Nacional de Francia, un año atrás, sus aficiones van de la música –jazz y clásica- hasta el cine, donde es autor de tres guiones y donde también tiene el nombre de Hitchcock como un inspirador. Hijo de psicólogo, con estudios avanzados él mismo en Sociología y Psicología, alguna vez descubrió que su camino, el definitivo, estaría en las letras. Y en sus personajes: “Prefiero las vidas reales, antes que la ficción pura”, describe. ¿Y cómo lo describen a él?: “Escritor exquisito, quizás uno de los últimos artesanos de la novela contemporánea”.


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